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Hablar de nuestros países utilizando el concepto de “América Latina” puede parecer de inmediato, una forma homogenizadora de referirnos a un conjunto de naciones que son en sí mismas resultado de la mixtura de distintas culturas.

La generalización nos ayuda a reunir símiles, pero eso no significa que podamos homologar todas las partes. Sin embargo el intento por desarrollar la idea de lo moderno, de la “modernización” en Latinoamérica parece no contemplar las múltiples subdivisiones que componen esa América Latina. Si bien existen similitudes e hitos que se repiten en muchos de los países, la explicación última debe estar aferrada a la realidad y la historia de cada nación.

Latinoamérica esquizofrénica hace alusión a la idea de que los países Latinoamericanos se encuentran frente a la construcción de sociedades modernas en donde la disociación entre la historia, la identidad, y la estructura modernizadora impuesta genera profundas desarticulaciones a nivel social; y en donde la pérdida de sentido espacio-temporal que provoca la falta de proyectos se encarga de desarticularnos, al no existir la idea de un propósito futuro hacia donde ir.

 

¿Identidad latinoamericana?

La modernización latinoamericana hace frente a la necesidad de nuevas formas de organización, en donde el tema de la identidad parece surgir como un problema. Ante la realidad histórica de nuestros países, colonias europeas en este nuevo territorio americano, es inevitable cuestionar la idea de identidad al saber que los países latinoamericanos están compuestos por sociedades y culturas profundamente híbridas.

La pregunta que surge es ¿cómo entonces construimos una identidad propia si desde los inicios del mundo moderno no somos más que una mezcla de identidades? más aún, ¿cómo podemos pensar nuestra identidad desde la marginación de quienes eran reales portadores de identidad propia latinoamericana? El indio fue evangelizado e insertado en el mundo occidental como “el otro”, pero ese “otro” marginal, portador de identidad propia, también fue llamado a formar parte de un todo -América Latina- sólo que su papel en la construcción de este nuevo mundo era el del distinto, el no-moderno al cual el moderno necesita recurrir para legitimarse.

Hablar de modernización en Latinoamérica implica entonces comprender que las raíces de los países latinoamericanos no son homogéneas sino que por el contrario, su identidad es la suma de componentes externos e internos, de historicidad. América Latina tiene una identidad difusa, que radica justamente en la multiplicidad de componentes, en la construcción mestiza y no-moderna de nuestras sociedades.

 

El problema

Si bien las sociedades latinoamericanas viven actualmente bajo estructuras modernas en donde predomina el capitalismo, la cultura de masas, las hegemonías mediadas por sistemas de consenso y el interés corporativo de los empresarios ; la experiencia de la desigualdad social, la pobreza y la marginalidad no nos permiten sentirnos realmente modernos.

Podríamos entender que el intento modernizador sólo ha permeado las capas sociales que tienen acceso y/o participación en uno o más de aquellos pilares de la modernidad. Podríamos decir entonces que la modernización y sus estructuras están hechas sólo para unos pocos.

El pobre, el indio y el campesino viven en estructuras modernas, pero cumplen un papel secundario en esta construcción: ellos son “el otro, el no moderno” que intenta vivir bajo los parámetros que se le han impuesto, quedando finalmente desarticulados socialmente.

 

La enfermedad bajo control

Finalmente, y en vista de la acción modernizadora en nuestros países, lo que vemos hoy no es más que una rápida y efectiva respuesta frente a la esquizofrenia latinoamericana. El remedio perfecto ante la pérdida de sentido.

Quienes dirigen nuestros países han sabido disfrazar el descontento social frente a la modernización “a medias” impuesta en nuestras sociedades con regalías y placebos. Podemos acceder a mejor tecnología, comprar a crédito y viajar por el mundo a nuestro antojo. Incluso el pobre, el indio y el campesino pueden optar a esos beneficios. Tenemos “libertad” y nuestras sociedades son “democráticas”. El mundo parece funcionar bien. Es el espejismo moderno.

La mundialización del sistema y la globalización del conocimiento son finalmente los soportes de la modernidad. Somos ciudadanos del mundo, pero, ¿qué tipo de ciudadanos? Parece ser que nuestro rol en la construcción moderna de sociedad se limita sólo a recrear constantemente las ideas modernizadoras. Somos fichas de un ajedrez que se juega rápidamente, que vuelve a ordenar sus piezas una y otra vez, que se reproduce y se justifica en sí mismo.

Cabe pensar entonces que no existen formas de aunar la idea de desarrollo modernizador con el bienestar social real, que hoy es sólo utopía. La desigualdad, el gobierno de la mayoría (que es en realidad una minoría) y la exclusión del otro parecen ser condiciones intrínsecas del proceso modernizador en Latinoamérica. Un proceso que nos desorienta, nos despoja de sentidos y nos enfrenta a un futuro vertiginoso e incierto.

Les dejo, finalmente, un video tremendamente motivador.

 

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