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En una experiencia reciente de construcción de comunidad,  exploro el paso del uno al dos, del dos al cuatro y del cuatro al ocho. Los ejercicios realizados permitieron develar las diferencias cualitativas en las interrelaciones, cuando el número de interlocutores aumenta.

El uno que quiere abrirse examina su cuerpo, de la cabeza a los pies, localiza sus emociones (¿tengo rabia? ¿en la garganta o en el corazón o en el estómago?) y observa sus pensamientos (¿adónde van? ¿Al pasado, al presente, al futuro?)

En la relación uno a uno –el dos- es posible profundizar en la conversación humana, dejar de lado los miedos y prejuicios y mirar al otro directamente. La condición es la disposición a relacionarse y el estar en un espacio contenido. Recurriendo a las técnicas de escucha profunda, mirar y dejarse ver, de exploración de conversaciones difíciles y otras, se van generando condiciones para establecer la confianza. La premisa es tener una mente estable y quieta, que se logra con la técnica de la calma mental.

El cuatro, coloca en una nueva situación a cada par, aunque sigue resonando la energía positiva de los logros recién experimentados. Además, en la conversación se mantiene una cierta disciplina de atención al habla y a la mente.

El paso a la relación de ocho personas se transforma en un desafío para los participantes. Es fácil volver a caer en patrones habituales, perder su sitio y volcarse hacia afuera, respondiendo con menos conciencia a los estímulos. También vuelve a aparecer la discursividad que sepulta otras formas más profundas y completas de conectarse con los otros. Pero luego de la práctica anterior será posible volver a un estado de conciencia más despierto. Todas estas interrelaciones son preparaciones para el desafío de convivir  en éstos y otros números mayores de intercambios que nos toca vivir.

En muchas enseñanzas se sugiere avanzar gradualmente, desde donde estamos, desde lo que somos capaces en ese momento. Este método tiene la ventaja de ir asentando la confianza en nosotros mismos y prepararnos para desafíos cada vez mayores. Siempre podemos volver al uno o al dos o al cuatro y luego continuar hasta llegar a la multitud. En el camino desarrollaremos la afabilidad, la paciencia y la valentía.

Lo importante de la experiencia es que podemos tomar conciencia de estos fenómenos y al mismo tiempo confiar en que somos capaces de generar nuevas y más felices formas de interacción que constituyen el fundamento de una nueva forma de gobernar.

 

 

 

 

 

 

 

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