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He escuchado y leído análisis de  personas y de instituciones sobre el 2011. Me produce envidia ver lo programados que son algunos. A mí la verdad es que me cuesta hacer balances en estas fechas, por una cuestión relativa a lo abrumado que me siento por la contingencia cotidiana. Generalmente en mis vacaciones pienso sobre mi balance personal. En esa fecha pienso sobre el pasado que no puedo cambiar en nada, porque ahí está para bien o para mal. En relación al presente si puedo lograr  superar la inmediatez, entonces algo decidiré sobre lo que me está pasando en este momento. Y con respecto a mi futuro, ya aprendí que poco de él lo puedo gobernar ni menos anticiparlo en los detalles, aunque si algo en lo esencial y grueso.
Sin embargo y pese a las prevenciones anteriores, escribiré algunas líneas gruesas sobre el panorama político que experimentó Chile en el año que recién termina. No pretendo convencer ni influir en nadie, sino sólo aportar una mirada muy personal a una enorme cantidad de hechos contingentes y que pareciera no tienen relación aparente entre ellos. Escribo para mis amigos y amigas.
Soy de los que piensa que a pocos chilenos les importa hacer balances y los que existen tienen que ver sólo con el estado de resultados de las empresas, ya que sabemos que profesionalmente son obligatorios de hacer. El balance es un acto de lógica aristotélica y, una empresa para no morir, debe ser siempre racional a un estilo y peculiaridad kantiana. Pero las personas son mucho más que un acto racional. De hecho hoy nos gobiernan las emociones, las sensibilidades, las imágenes, la epidermis ¿ Y cómo podemos realizar balances de lo cualitativo, de lo inasible, de la espuma en el agua? ¿Cómo podemos sintetizar un año si mucho de lo que nos pasó tuvo directa relación con otras personas y poco de lo acontecido fue esencialmente propio y personalísimo?
Entrando de lleno en el tema político chileno, creo que sintetizando se pueden observar las siguientes  líneas maestras:
a) El término del siglo XX en su faceta política. Si miramos a la Coalición y a la Concertación frente a la enorme crítica política manifestada en las redes sociales y en las calles, todas sus reacciones se basaron en una estructura de pensamiento más propia del siglo XX que a una perteneciente al siglo XXI. La Coalición viendo comunistas por todas partes y la Concertación detectando pinochetistas y derechistas por todos lados. El problema fue que el nuevo ciudadano en su inmensa mayoría no es comunista ni derechista. El nuevo ciudadano es alguien muy celoso de su independencia, muy consciente de sus derechos, exige ser tomado en cuenta por la élite, tremendamente diverso en sus reflexiones sobre la belleza, la verdad, el bien y la justicia. El nuevo chileno ya no simpatiza con el espíritu del siglo XX y desea generar una nueva manera de hacer política y de crear partidos o movimientos que efectivamente posean doctrina acorde al espíritu del siglo que recién empieza.
b)  Un cansancio generalizado con los líderes políticos de los últimos 40 años. Este agotamiento es transversal y no existe partido político que se logre salvar de la crítica. El ciudadano siente que los actuales líderes no hablan el mismo idioma y, peor aún, no les creen lo que comunican que es lo mismo que estar convencidos que nuestros representantes perdieron la ética del mando. Toda la clase política intenta vanamente conducir los procesos y se encuentran todos los días con verdaderas funas en las redes sociales y en las calles. Y si algo efectivamente pueden liderar, no proviene de sus cualidades personales sino de la institucionalidad y el derecho que les permite obligadamente conducir ciertos procesos públicos. El ciudadano no acepta a sus líderes y eso quedará ratificado en las próximas elecciones en que se privilegiará a los candidatos sin pasado deshonroso y que posean mayor comprensión de lo que es y quiere ser el ciudadano actual.
c) La búsqueda de un nuevo pacto temático y programático entre los representantes y los representados. La ciudadanía desea igualdad de oportunidades, respeto a la diversidad, término de la segregación socioeconómica , menos dominio de un economicismo voraz y más sensibilidad con otro tipo de éxitos del país ( lo que no recibe el beneficio de la rentabilidad económica inmediata),  y no sólo como frases bonitas del pasado, sino que quiere verla manifestada ahora en la legislación y en las instituciones. Esto significa que áreas como la educación, la salud, la justicia, la vivienda, la relación entre los empresarios y los trabajadores, resultan ser prioritarias de analizar, corregir y de establecer normativa que provoque y potencie  la ciudadanía pareja en los accesos a los bienes sociales.
d) Los puntos b y c exigen inevitablemente el cambio del sistema electoral. El tema no es corregir o perfeccionar el binominal, el tema es que su ciclo terminó y ya no cumple el rol ni el objetivo central de un sistema electoral: representar fielmente lo que un pueblo desea. El binominal permitió una estabilidad política forzada; pero ya no da para más y la ciudadanía desea elegir a los que quiere y no a los de siempre. No cabe duda que los chilenos presionarán durante el 2012 para que se suprima el binominal, porque tienen claro que si eso no cambia, no podremos abandonar el siglo XX ni menos lograr una fiel representación política.
e)   El fenómeno más visible del 2011 fue el despertar de todos aquellos jóvenes que hasta el momento no se manifestaban en la esfera pública. Los menores a 30 años salieron a las calles, pero no para visitarlas sino para quedarse. No dudo que la presión de esta nueva generación continuará el 2012, porque tienen claro lo que no les gusta y desean cambiarlo. Influirán en las elecciones municipales y en todo aquello que les signifique lograr cuotas de poder en los asuntos públicos. No me extrañaría que ellos pongan su acento no sólo en la educación como ocurrió este año, sino que presionarán en todos los temas que el establishment no desea que se los toquen ni discutan: binominal, elecciones municipales, salud, reconstruccción post terremoto, temas tributarios, la no existencia de libre competencia en rubros esenciales, transantiago, etc.
Durante el 2011 despertó una nueva generación y debemos entender que no volverá a dormir…Las instituciones deben encauzar y no resistirse al deseo de un cambio acorde a los deseos del nuevo ciudadano empoderado…Es lo sensato y lo recomendable por el bien y la tranquilidad de Chile…

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