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Acusan a otros de odiar… y participaron de crueldades atroces. Tildan de revanchistas… y saquearon la casa de Tomás Moro, delataron a vecinos y a compañeros de trabajo. Piden clemencia…  y no escucharon los gritos del torturado. Dicen que la reconciliación es necesaria… y hubo miles de familias separadas por el exilio. Mencionan a su Dios… y seguramente delataron también a su hijo, aplaudiendo cuando le torturaban. (Anónimo)

En Chile es recurrente que la gente de derecha nos trate a los de izquierda de “resentidos”. En el 99,9% de los casos la acusación suele ser rebatida con un argumento inteligente y termina en eso.

Yo soy del 0,01% que sí somos resentidos. Y no tengo ningún reparo en confesarlo.

Yo viví el golpe de estado. Tenía 7 años y mi hermana, 8. Mi mamá, Secretaria Regional del Mapu, trabajaba en Corhabit. Vivíamos junto a su compañero, Oscar, en una casita de la Villa Hermosa de Quillota, unas casas nuevas que recién habían entregado. No teníamos muchos muebles, pero lo pasábamos bien. Era una época muy politizada. La casa siempre estaba llena de gente, se hacían reuniones, se organizaban tertulias, debates, se tomaban decisiones; nosotros los chicos ayudábamos a pintar lienzos, a preparar pinturas para salir a hacer los rayados nocturnos e íbamos a las marchas. Recuerdo haber visto a Garretón, y gritar en una multitudinaria marcha de Santiago: “Garretón, Garretón, no lo para ni un huevón!” Esa marcha en particular terminó en el Teatro Municipal (para horror de los burgueses… imaginen, el Teatro lleno de rotos!) Nosotros habíamos llevado huevos duros, sandwichs, es decir cocaví en general, que comimos fascinadas, sentadas en esas butacas de terciopelo y en ese ambiente señorial en el que ni en mis más febriles fantasías infantiles imaginé estar algún día.

El día del golpe estábamos en casa con mi hermana; mi mamá y Oscar se habían ido a trabajar. Estábamos jugando en la calle y una vecina nos dijo que nos entráramos. Éramos chicas, pero de alguna manera supimos que algo terrible había pasado. Nos entramos y nos pusimos a esperar… mi mamá no llegó. En ese momento no lo sabíamos, pero se la habían llevado detenida a la Escuela de Caballería, junto a otros compañeros del Mapu. Estuvimos 3 días encerradas en casa, solas, aterradas, muertas de hambre y de sueño porque nos daba miedo dormir. A la tercera noche paró un camión militar en la casa y golpeó la puerta. Abrimos y vimos a un milico con la cara pintada. Nos miró hacia abajo y nos dijo: “Ahí afuera les dejamos a la perra, agradezcan que no la matamos”. Se dio la vuelta, se subió al camión y se fueron.

Mi mamá estaba tirada en el suelo, como un paquete, inmóvil. Mi hermana y yo salimos y la entramos, a la rastra. Ningún vecino se asomó a ayudar (tampoco los culpo). Pasamos esa noche en el suelo del living, mi mamá inconsciente y mi hermana y yo abrazadas a ella, pensando que se iba a morir. Estaba machucada de pies a cabeza, los ojos morados, la boca rota, el estómago con marcas de patadas, brazos quemados con cigarro y la clavícula fracturada.

Al otro día llegó una de las compañeras del partido y comenzó una suerte de organización para cuidar a mi mamá y a nosotros hasta ver que se podía hacer. Caminábamos agachadas por la casa y no se prendía la luz. De noche escuchábamos pasar las patrullas militares por la casa y disparaban al aire.

Apenas mi mamá pudo moverse un poco, nos fuimos a Viña, a una casa de seguridad. Llegamos y la casa había sido allanada. Nos tuvimos que ir. Caminamos de vuelta a Quillota, nos fuimos por el medio de las parcelas y los baldíos para que no nos vieran.

En Quillota había llegado a la Escuela de Caballería un mayor que había sido pololo de mi mamá cuando jóvenes. Él, arriesgando su puesto y hasta su vida, le firmó el salvoconducto a mi madre para que saliéramos del país.

Pocos días después nos fuimos a Argentina y comenzó una vida de miseria y pobreza para nosotros. No todos los exiliados tuvimos un exilio de oro en Francia o Alemania… La mayoría de nosotros terminó viviendo en conventillos, trabajando en el campo o en trabajos domésticos y esporádicos. Desarraigados, derrotados, humillados, hacinados.

Mi madre nunca más fue la misma. Hay una cierta degradación para el que tortura y también para el torturado. También una culpa de haber sobrevivido mientras tantos murieron. Mi mamá no pudo manejar todo su sufrimiento y comenzó a beber. Murió hace un tiempo ya, de un cáncer que la consumió completamente y sin nunca haber vencido sus demonios.

Para mi hermana y para mí, la vida se transformó en una pesadilla. Teníamos que hacernos cargo de la casa si queríamos que estuviera limpia, teníamos que cocinar si queríamos comer y muchas veces subsistimos gracias a la caridad de vecinos.

Entonces, cuando se habla de torturados, de asesinados, de detenidos desaparecidos… para mí –aunque participo activamente de las redes sociales- no son consignas para gritar en 140 caracteres cuando Piñera hace algo mal. Para mí, torturada es mi madre. Asesinado es el Levy, un gigante amable, pololo de la tía Eca, que se bajaba de su camión y me tomaba con sus manazas y me hacía girar. Lo tomaron detenido junto a mi madre. Se lo devolvieron en un ataúd sellado a su madre, con la prohibición de abrirlo (lo habían matado a golpes). Le permitieron velarlo a ella sola, con más de 50 militares cuidando el velorio y al otro día se lo llevaron y lo lanzaron a una fosa común. Para mí, fusilado es el papá de la Luisa. Desaparecidos son los hijos, marido y nuera de la Ana… personas que conocí, que fueron parte de mi infancia: no leyendas ni consignas, ni fotos en blanco y negro.

Para mí, la dictadura no es un hecho histórico y lejano que cambió el rumbo del país. Para mí es la atrocidad que me cambió la vida, que me robó la niñez, que mató en vida a mi madre.

Y sí, soy resentida. Tengo rencor contra quienes nos hicieron eso; tengo odio contra el cobarde o los cobardes que se ensañaron golpeando a una mujer que medía 1.50 mt. y que era mi madre.

 

YO NO PERDONO

YO NO OLVIDO

 

Y nunca lo haré.

Nota: Mucho se habla de reconciliación y ni siquiera al día de hoy puedo publicar esta columna con mi verdadero nombre, porque me traería problemas en el trabajo.

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17 Comentarios sobre “Resentida

  1. Aunque ni yo ni mi familia sufrieron la violencia directa de la dictadura considero que fuimos victimas directas de sus politicas, mi padre era empleado de una institución del estado a la que entró por meritos desde una privada y mi madre era dueña de casa, era la tipica clase media de empleados públicos que sin ser profesionales vivian bien ya que mi padre ocupaba un puesto de jafatura y era bien evaluado, tenían un comodo departamento en Ñuñoa, 3 hijos y aunque no tenían lujos vivian tranquilos y felices, hasta que vino el desmantelamiento del estado y de la noche a la mañana terminamos en la calle, sin donde vivir, mi padre sin trabajo en un país con 20% oficial de cesantía aunque segun muchos era de 30% , recuerdo y me corren las lagrimas , mi padre se tuvo que ir al extranjero donde no le fue bien y al regresar dimos bote, nada de nada ,terminamos viviendo en una población muy mala y pobre donde los delincuentes nos respetaban porque nos veían de aspecto distinto, sabían que eramos victimas de la dictadura, mi padre despues de haber sido ejecutivo, bien vestido y elegante y haberse codeado con gente importante terminó solo, derrotado, humillado y muy a su pesar tuvo que salir a vender a la calle , vendió pescado y otras cosas y mi madre que socialmente provenía de esas antiguas familias importantes pero sin dinero vió como de la noche a la mañana le cambiaron su vida y se deprimió , para no pasar hambre tuvimos que comer hasta patas de gallina , fue muy duro,se le cayeron unos dientes y no tenía plata para arreglarselos y tuvo que trabajar haciendo aseo pese a tener estudios universitarios incompletos (en esos años llegar a la universidad daba categoría no como ahora que se ha masificado) todo ese entorno de pobreza y exclusión, donde la dictadura nos robó la previsión,la salud, la educación y las ilusiones de una vida digna creo que eso me hizo que ahora a los 35 años sea un resentido social, me molesta por ejemplo esa gente que no siendo rica pueda disfrutar de la vida , irse de vacaciones a europa como si nada, comprarse ropa exclusiva, que estudian en buenos colegios y buenas universidades ,viven en buenas casas en el sector oriente , que pueden darse el gusto de tener tiempo y recursos para recrearse y aunque muchos se definen de izquierda no cuestionan nada, esa es la verdadera clase media chilena la que gana más de 1 millón y medio al mes y puede acceder a mejores cosas, de ahi para abajo la clase media no existe como nos quieren hacer creer los politicos.
    Me robaron mi inocencia, mi infancia,sufrí la pobreza y exclusión en esa etapa de mi vida y eso me hace pensar que la gente que hoy disfruta es gracias a un sistema que nos aplastó a los más indefensos.
    Hoy por estudios y trabajo he podido revertir esa ignominia pinochetista pero me siento incomodo cuando debo relacionarme con gente que tiene una suerte mejor que la mía, me hacen recordar que fui vctima de un cogoteo a mano armada, hoy el nos obligan a estudiar, si vamos a un mal colegio vamos a una mala universidad y ganaremos menos, no recibiremos pensiones dignas solo migajas y la salud es muy precario.
    Ante todo ello me declaro RESENTIDO SOCIAL

  2. Quien pida olvidar y/o perdonar, no son capaces de dimensionar lo horroroso e insano de quienes sufrimos esa represión bestial.
    Ahora me he prometido que nunca más ni me permito temer, ni me permito que vuelva a suceder, de uno u otro bando
    En memoria de mi compañero de liceo, Rodrigo Medina de 16 años, asesinado el 13 de Septiembre de 1973 de un culatazo en la cabeza por los pacos de la comisaría de Los Guindos en Ñuñoa.
    Imposible perdonar, imposible de olvidar.

  3. Querida compañera: ¡Qué de dolores has sufrido! Desde esa nefasta fecha del golpe también perdí el trabajo(secretaria Mapu), perdí a mis amigos, algunos muertos, otros desaparecidos, perdí la carrera en la Universidad, mi familia me mandó decir que no me fuera a parecer por allí, viví en la clandestinidad , huimos con mi esposo al norte…y, en fin, me sigue doliendo tanto sufrimiento que mi pueblo ha vivido, el tuyo, el de tantos, me da rabia la gente que me dice resentida, y sigo anhelando que logremos tener justicia algún día.

  4. Que importa ser resentido, si es la verdad lo que lo anima. Que importa seguir buscando justicia si es lo que nos dicta el alma torturada. Si no vinimos a ser felices a esta Tierra, al menos que nuestra vida tenga un sentido que este mas allá de ser exitosos en base a cuanta plata y cuanta gente me cagué en el camino. Valiente el relato, valiente la dueña del relato.

  5. Gracias por tu testimonio. Falta mucho en este pais para curar las heridas, que rabia da ver a los que avalaron las torturas y a los que le limpiaban las botas al milico asesino, instalados en La Moneda….da rabia. Fuerza y recuerda que todo se paga, alguna vez se paga.

  6. Todo abierto en nuestra matria… Las heridas pendientes, los duelos a medias…
    Comparto una escena de “Cartas de la Memoria”, obra que nace de cartas de miles de chilenas.
    “Año, 1974
    A Patricia, mi prima, la tiraron por ahí desnuda, muerta de frío. Hoy sabemos que su cuerpo vive al fondo del mar. ¡Cómo me dolió esa desnudez! De la muerte de Fernando, mi primo, no llegaron noticias tampoco. De su tormento, sí.
    Yo lo amaba y cuando perdimos su rastro, algo se me murió adentro. Me preguntaba por qué no salía con el pelo suelto a gritar, a llorar, a morir por sus vidas. Era el miedo y mi propia vida que me urgía.
    Crecí, en esos años, sintiéndome culpable de estar viva.
    ¿Nos conocemos traidores, asesinos, miserables, nos conocemos quebrados en nuestra dignidad, nos conocemos?
    Mi abuela Josefina escribía en ese entonces:
    Track 21 seguido

    Hijo querido:
    He tocado todas las puertas que he podido golpear hijo querido. He vagado por los sitios de reclusión preguntando, suplicando. He hecho guardia noches y días. ¡Nada, hijo, nada! Imagino a mi Olguita si estuviese viva al saber de la desaparición de sus dos hijos. Se habría vuelto loca. Entonces yo los busco…
    … En mi corazón de abuela escucho el gemido de mi Patricita, los gritos de Fernando y enloquezco de impotencia y asombro…
    Le escribí una carta a la señora Lucía, la esposa del general Pinochet. Ella tiene todo el poder para indagar. Le escribí con las palabras y las lágrimas que rompen mi corazón. Era una carta de madre a madre, de abuela a abuela. Contestó desde una frialdad implacable que no había nadie detenido con el nombre de Patricia y Fernando Peña Solari. ¡Y ellos están detenidos! ¡Los vieron!
    Josefina

  7. Memorias y dolores, injusticias y atrocidades que compartimos tantos y que tan faranduleramente nos quieren borrar. Mis respetos y cariño. Un enorme abrazo.

  8. Todo muy bien mientras no sermonee a los que no somos resentidos y estamos contentos de que hayan derrocado a Allende.
    Si alguien es o no resentido, si odia o no, si perdona, olvida o no es su asunto, perfectamente legítimo, cada cual escoge como quiere vivir.
    Pero hay algunos hechos objetivos: el partido de extrema derecha UDI es el más votado de Chile y tenemos un presidente que -al menos en teoría- se presentó como candidato de derecha. La extrema izquierda casi no existe electoralmente, a lo más que ha llegado es al 7% de los votos. O sea gran parte de los chilenos no son resentidos, al menos a la hora de votar.
    Más todavía, la Concertación en 20 años no hizo mucho por los resentidos, aparte de comprarlos con pensiones vitalicias y becas, no les pasó ni un gramo de poder.
    O sea son muy poquitos y mientras no ganen elecciones mejor que no exijan tanto porque los métodos revolucionarios ya saben en lo que terminan.

    1. Le agradezco su análisis político de la situación actual y su consejo de no sermonear (no veo que lo haga en ningún momento).

      También le agradezco tomarse el tiempo de leer mi testimonio personal y presentar cero empatía a las situacions horribles que se vivieron en Chile en la época. Supongo que las avala y es de los que cree que nos lo teníamos merecido.

    2. Qué terrible leer tu comentario Tomas Bradanovic. Es de una falta de empatía enorme. Me avergüenza sinceramente saber que aún existen personas que piensan así.
      Lo lamento por ti y lamento el resentimiento que se asoma en tus palabras. Otro tipo de resentimiento eso sí.
      Que triste.

  9. Mi tía Inés y su marido, incluso nosotros salimos un rato fuera con la ayuda de un Dr. que pensó q a mi papá le podían hacer algo. yo nací el mismo 73 y toda mi niñez al lado de una población, donde se escuchaban metralletas gritos y llantos …es verdad, no me había dado cuenta q tambien soy una resentida

  10. En mi caso es leer la historia q me cuenta mi madre, mi abuela, mis tías y el matriarcado en q se convirtió mi familia ante la detención, desaparición, ejecución de los hombres, el dolor esta en el mismo lugar y crece y se agudiza cuando leo nombres q mi madre cuando son mencionados aun entra en estado de terror y pide q jamas permitamos q esas bestias sean nombradas en su presencia, yo nací hace casi 30 años, pero es como si hubiese vivido esa época, quiera el mundo jamas permitir q esos criminales sigan engañando al pueblo ignorante

  11. Tus dolores son mis dolores y los de tantos y tantas que quizás no tenemos el valor publico de reconocer que realmente NO PODEMOS perdonar de verdad tanta maldad y tanto horror que nos marco para siempre. Solo enviiarte un abrazo gigante, ese abrazo que la niña de 8 años aun espera con los ojos cerrados, anhelando ese consuelo que tanto necesita, que la cobije, que la haga pensar que es posible que haya sido una pesadilla y que vamos a despertar mirando la sonrisa de la madre o del padre que tanto amamos y que nunca mas volvimos a ver

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