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Vale la pena atravesar el desierto y hacer un viaje de más de tres horas (230 kilómetros) y aguantar un sol tórrido para llegar a Caral, la más antigua de las ciudades de América prehispánica, la cuna de las civilizaciones de esta parte del mundo, según la antropóloga y arqueóloga Ruth Shady Solís, a cargo del proyecto de excavación y desarrollo que se lleva a cabo en Caral Supe. La ciudadela de Caral fue construida cinco mil años antes que la ciudad sagrada de Macchu Picchu y tanto las trazas arquitectónicas, utensilios,así como las momias allí encontrados dan cuenta de una civilización que traspasó sus saberes a pueblos de la costa, selva y sierra, entre ellos a los incas. Se trata de un lugar menos difundido que la última fortaleza inca que se encuentra en una zona denominada ceja de selva, y por tanto inmersa en vegetación. Sus instalaciones parecen emplazarse en medio de la nada, aunque el mar está a una jornada a pie y a unos cuantos kilómetros se encuentra un fértil valle. Por eso resulta misterioso conocer la historia de una sociedad que fue tan próspera y avanzada.

Los grupos humanos que vivieron en este sitio no solamente fueron capaces de construir pirámides de grandes dimensiones, con piedras amarradas con fibras vegetales y arcilla, sino que también poseían un sistema de comunicación a través de cuerdas anudadas (kipu); conocimientos astronómicos y de medición del tiempo y de génetica, aplicada a sus cultivos agrarios (algodón algunos granos, tubérculos). Además había autoridades políticas, grupos especializados en distintos trabajos (agricultortes, comerciantes, productores de conocimiento, castas religiosas; músicos); sabían como preservar a sus muertos y hablaban un lenguaje denominado protoquechua, por sus características similares a la lengua franca, o de relación , que usó el poderoso imperio inca muchos siglos después.

La arqueóloga Ruth Shady comenzó a trabajar en el valle del río Supe hace 16 años con un proyecto privado, aunque ya sabía de investigaciones que se hacían desde el año 1978 en el valle de Chupacigarro, cercano a este sitio. A partir de sus descubrimientos y su posterior validación como patrimonio de la humanidad por parte de la Unesco (en 2009) decidió desarrollar en la zona un proyecto arqueológico que va más allá de la preservación y exhibición del lugar y que tiene que ver con el aprendizaje del pasado para entender el presente y construir el futuro. Por eso en este sitio se lleva a cabo un Plan Maestro que promueve el desarrollo socioeconómico integral y sostenible en las poblaciones del entorno. De este modo, habitantes del valle trabajan como ayudantes en las excavaciones o como guías y también en la mantención y administración de los espacios de servicios para los turistas. Entrevistada en Lima, la antropóloga y arqueóloga nos explicó su filosofía al respecto: “Siempre me he interesado por saber cómo la historia puede ayudarnos a comprender el presente y, en este caso, cómo se relaciona este sistema con la población actual, para ver qué debemos cambiar sin desdeñar el avance científico o tecnológico, con el fin de tener mejores opciones en el presente y el futuro“.

Marcada por la escuela de la antropología/arqueología social, que en Chile tiene entre sus representantes al Premio Nacional Lautaro Núñez, señala que el patrimonio arqueológico debe ser considerado como una fortaleza para promover el desarrollo y la sustentabilidad. Explica que nuestras sociedades antiguas desarrollaron tecnologías apropiadas para un mejor aprovechamiento del territorio y sus recursos, dando respuestas adecuadas para cada situación o lugar geográfico. Así, por ejemplo, pudieron utilizar las aguas subterráneas, a través de un sistema de amunas y otras técnicas como andenes o terrazas agrícolas, reservorios, mediante las cuales transformaron desiertos en valles fértiles y  territorios rocosos de la sierra en jardines colgantes. Tanto así, que algunos arqueólogos europeos han afirmado que Perú se adelantó en tecnología hidraúlica en seis siglos a Europa. Esto fue olvidado u ocultado a partir del siglo XVI, con la llegada de los españoles, pero hace unas décadas  ha comenzado a recuperarse.

Organización colectiva

La académica Shady, que forma parte del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) organización internacional de protección del patrimonio, busca preservar los sitios arqueológicos portadores de información valiosa, porque dice que su pérdida “sería como arrancar capítulos de un libro que no se ha escrito todavía y si se destruyen nunca vamos a conocer esa historia”. Recuerda que José María Arguedas, quien además de escritor fue antropólogo y etnólogo hizo esta advertencia hace más de 40 años y que hasta hoy se ha hecho poco o nada, ya que la población rural ha ido emigrando a las ciudades, produciéndose un desarrollo desarmónico y sin vinculación con su  tejido social primigenio. En los tiempos en que Caral llegó a su apogeo era distinto: “Había una práctica acumulada de convivencia de seis mil años y se dio un intercambio de recursos entre culturas diferentes. La existencia de anchovetas y otros productos marinos en las cercanías permitió que los habitantes del valle del Supe pudieran subsistir y hacer trueque con otros productos. La anchoveta es fácil de deshidratar y entonces se transportaba a la sierras y a la selva y se cambiaba por madera o fibras, que traían de otras regiones”, explica Shady .

Siendo el territorio donde se encuentra actualmente Perú una zona vastísima, pluriétnica y pluricultural, con una gran diversidad climática y bioecológica, los habitantes de entonces crearon a lo largo del tiempo instituciones para poder trabajar colectivamente en las diversas actividades y gozar luego de beneficios compartidos. “Ellos entendieron que solos no podían dominar el territorio y tenían que organizarse. Así desarrollaron instancias de trabajo como la ayni, minka o mita”. Por otra parte, explica Shady, hubo una visión integradora del territorio y se utilizaron lenguas francas o de relación, como el quechua o el aymara, de habla más extendida que las particulares de cada grupo, superando la multiplicidad de lenguas y culturas. Respecto a la influencia de Caral sobre otras culturas afirma que los arqueólogos decían desde hace tiempo que había una tradición compartida, cuestión que luego se ha comprobado. “Me da mucha alegría cuando veo llegar a mis colegas del Cuzco a Caral y se identifican inmediatamente con los rasgos culturales: las hornacinas (que se usaban como sitios ceremoniales de sacrificios u ofrendas), las puertas de doble jamba, la importancia que le dieron a la astronomía. Ese es el valor de Caral: es la cuna de una civilización compartida por diversas culturas del país y más allá de la diversidad hay un sustrato común que debe ser asumido como símbolo de integración”.

*Fotografía de Ruth Shady: Archivo Plan Maestro Caral Supe
** Fotografías de Caral: Patricia Moscoso 

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3 Comentarios sobre “Caral: cuna de las civilizaciones americanas

  1. El año 2005 y 2007, visité en Perú dos sirios arqueológicoa, Pachacamac, Caral Supe, quedé muy sorprendido por la antiguedad de Caral.
    me gustaría tener información sobre el significado de los petrolglifos del norte de Chile, segun el antropólogo Lautaro Núñez. saludos y muchas gracias.

    1. Sí, Caral es una maravilla. Sobre los petroglifos no tengo mayores antecedentes, pero hay buena información en google. Y Lautaro Núñez en una autoridad en la materia (el programa Al sur del mundo lo entrevistó al respecto).

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