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Desperté enredada en las penumbras. Lenta, cadenciosa, me fui descolgando por esas lianas nocturnas. Diez y seis horas de sueño me tienen los ojos chinos hinchados y brillantes. Estaba cansada, muy cansada de correr, de ausencia de mi espacio de riegos infinitos, libros, bambolear una pierna, después la otra, estar acurrucada mirando la montaña.

Hoy no sé si quiero ser artista o mujer parada en el mundo con el corazón latiendo de proyectos, compromisos con el devenir de los tiempos o dueña de casa que llena los floreros de flores, miles de flores, que planta, o monja budista que medita en la cima de la montaña, o chamana que sana, o dueña de un chiringuito en algún rincón del mundo a pata pelá, con los hijitos y los nietos contemplando el mar inmenso los atardeceres de Abril.

Quisiera abrazarlo todo pero la vida no me alcanza. Persigo juegos de equilibrio… Me cuesta, entonces me canso y me vienen rabias en mí contra, rebeldías, confusiones.

En mi escritorio la foto de la Josefina, mi abuela, la mulata, toda de blanco. Está en el portal de la hacienda en Matagalpa. “El Paraíso” se  llamaba esa tierra olorosa plantada de café rojo, azotada por Somoza el padre y la pobreza. Cinco hijos con sombreros y botines, morenos, con los dientes blancos. Me siento orgullosa de mi sangre negra que me mantiene fuerte para los embates del tiempo.

Todos ellos me esperan desde el fondo de la memoria para ser escritos y descritos como testimonio de principios de ese siglo que ya es pasado pero le da cuerpo a este. Testimonio de los transeúntes de América, de las revoluciones, del mestizaje, de las múltiples utopías que nos inspiraron. Para eso hay que retirarse.

Para crear hay que retirarse.

Retirarse es detenerse.

Para detenerse, también, hay que financiarse.

¿Cómo entrar al vacío misterioso de la creación sin cerrar puertas para abrir otras? ¿Cómo se hace en un mundo que no le da valor real a la creación, al vacío fecundo donde se gestan los mundos nuevos?

Quiero entrar hecha un ovillo para desenredarme después. Un hilo de plata, uno de seda.

Sobre los espinos, la cordillera, sobre la tierra y sus confines, el oro de la tarde se derrama lento. Saco mi brazo, después mi cuerpo y soy un ser mítico, dorado, con el viento en la cara. ¡Delicia! Está a punto de que caiga la noche, de nuevo. La vida pasa vertiginosa. El teatro clama por hacerse, la calle llama, el amor por la gente, mi gente, la gente de mi patria-matria que se encuentra en ese espacio sagrado desde las emociones, desde la memoria, la reflexión, el espíritu olvidado. ¡Importante! La bendita acción que transforma, que te llena de adrenalina, de gozo rápido, inmediato… también.

Cada tanto necesito establecer contacto, saber por donde voy, dejar de ser invisible para mí, conocerme. Entrar, aunque sea a fuerza de voluntad en el ritmo de universo: inhalar- exhalar, contraer- expandir, entrar-salir, hacer-estar. Por ahora esto es vocación y empeño personal. El sistema, la Matrix no colabora con esa forma de vivir que nos sanaría a todos y todas. Crear-hacer, detenerse-accionar. Un sueño más a construir el año del Dragón de Agua.

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