Negar la influencia de Derrida en la filosofía moderna sería negar al posmodernismo como tal, pero a su vez no atribuirle el título de “el filosofo del capitalismo” sería negar al capitalismo y a la relación de ésta con la sociedad, sobre todo en la representación y significación de la razón y el leguaje.
Derrida y su deconstruccionismo lejos de revelar inconsistencia alguna en el pensamiento occidental, es una inconsistencia en sí misma. Entender el deconstruccionismo es entender la irracionalidad del sistema (Derrida rechaza a la razón en sí misma), relativizando sus significados y alcances. Relativizando, también, el lenguaje llevando sus significados a cero, negando cualquier tipo de orden natural y por ende de principio o fin, e incluso negando al lenguaje como una vía de comunicación válida entre el yo interno y el exterior, exaltando la figura del yo, pero a la vez anulándolo.
Es así como el mass media, la publicidad, la retórica política; todo se ha imbuido del posmodernismo y negar a Derrida como precursor de este “doble pensar” (que es en realidad para Derrida un infinito de significaciones) parecería iluso, ya que al adentrarse en su lógica de no-pensamiento y de no-significación y de su no-relación entre consciencia y la representación (en este caso el lenguaje), podemos empezar a entender el funcionamiento en el cual se basa el sistema, y aceptar por tanto las lógicas deconstruccionistas sería aceptar definitivamente la caída y pérdida de la humanidad y del ser humano como individuo.
Para Derrida la relación con la estructuras racionales no existe y la representación a través del lenguaje de un yo interno es utópica. Para Derrida el lenguaje y las representaciones son metafóricas y por ende carentes de cualquier verdad. Lleva al leguaje como un ente en sí mismo, en donde su significación está inmersa en un flujo constate al cual llamó “Différance”: flujo que hace a la significación relativa y por tanto carente de cualquier verdad. Así el sujeto entra en crisis, pasa a ser una función del lenguaje. El sujeto no utiliza el lenguaje sino que el lenguaje y la différance lo definen a él dentro de este flujo infinito, siendo por tanto, inútil; y el sujeto, impotente. Si nos detenemos en este último punto, las bases del deconstruccionismo y del posmodernismo nos llevan a entender la lógica política, económica y comercial de la sociedad. La retórica política se esmera en decir lo que no existe, rechazando muchas veces los encauses de la lógica y de la razón y separando abismalmente el discurso de la realidad. No es mera coincidencia que desde la aparición del deconstruccionismo el giro lingüístico en términos de la significación, relación con la razón y como nexo válido entre la realidad y el yo interno o ethos, prácticamente desapareciera, y tomara razón (irónicamente) y fuerza en la sociedad de consumo capitalista el discurso posmodernista, negador del sujeto, de la razón y de la naturaleza.
El mass media (fetiche del capitalismo tecnólogico) se asienta en bases posmodernistas…”nada es lo que parece”, “La vida es ahora”, “no lo piense más, llame ya” frases envolventes y sugerentes que llevan a la nada, no pensar en un inicio ni en un fin, negando por tanto a la rázón, a la cultura, la historia y al lenguaje mismo, ante palabras que disfrazan y niegan la realidad construida en base al yo…el sino de la posmodernidad.
Deconstruir es buscar el origen ¿pero el origen de qué? Para que buscar, si todos los textos, palabras y significaciones son inválidas para expresar una realidad propia y por ende UNA verdad. El relativismo y el ideario de Derrida y la negación de la razón cuando más necesitamos de ella, es el gran favor que este filósofo hizo al capitalismo, al terrorismo de estado, a la degradación de la racionalidad y a la publicidad como sistema de control de masas.
La crítica “blanda” que hace Derrida se diluye en su propio discurso, la negación de las ideologías como base para el pensamiento político y la negación de lo natural, deja sin armas a la crítica verdadera, sustentada en la razón generando una línea de no-pensamiento y de resignación, retomando el negativismo, pero transformándolo en un negativismo relativo en donde lo bueno y lo malo se anulan ante la impotencia del lenguaje y del ser, y por tanto dejando a la crítica muerta, en tiempos (insisto) en donde la crítica a un sistema devastador necesita de una postura política, con sustento ideológico, en donde la occidentalización del pensamiento se rompe día a día, efecto de la mundialización de un descontento al capitalismo que rompe las fronteras de occidente y en el cual las nuevas orgánicas deliberativas necesitan de una línea de pensamiento social sin la blanda mirada de una filosofía que niega al mismo ser humano y su relación con el yo y el lenguaje como nexo a la realidad.
Me gusta la reflexión de Hernan sobre el deconstruccionismo de Derrida, porque recupera al Sujeto, la razón y su convivencia con la Naturaleza.
Poco para decir luego del comentario de Hernán Dinamarca.
Podemos compartir las críticas al pensamiento deconstruccionista, a condición de no caer en reduccionismos que poco aportan a un debate que sin dudas es complejo. El ataque derrideano a los principios mismos de la razón moderna, sostén del capitalismo, es un tarea profunda y reconocible.
Quizás sea necesario abandonar los pares dicotómicos que acompañan esa razón, por ejemplo el aquí mencionado realismo-relativismo, para rescatar la complejidad.