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Jacques Derrida (1930 – 2004), filósofo francés nacido en Argelia, líder del deconstruccionismo, movimiento que revela las inconsistencias del pensamiento moderno de Occidente, donde en última instancia, sigue siendo Dios la medida de la verdad.
Somos propensos a aceptar lo que a primera vista nos parece razonable; sin embargo, Derrida propone hacer una deconstrucción de cuanto resulta natural a la reflexión filosófica y provoca una generalización de la racionalidad, para hacer en cambio un nuevo acercamiento a preguntas radicales del pensamiento humano.
Derrida, con su deconstrucción, nos invita a ir más allá del pensamiento occidental, porque es dominante y analiza el mundo de acuerdo con los parámetros de su propia cultura, cuando debemos ir más allá para detener la preconcebida comprensión de los significados.

La deconstrucción es un movimiento que deshace lo que se ha edificado, no para destruirlo sino para comprobar cómo está hecho, cómo se ensamblan sus componentes y qué elementos ocultos controlan su significado. A los diferentes significados de los textos sólo se puede llegar con la descomposición de la estructura de los lenguajes dentro de los cuales fue redactado.
Los “significados” están sostenidos por conexiones de todo tipo entre elementos del lenguaje y nuestras interacciones lingüísticas con el mundo. Por contrastes entre lo metafórico y lo literal, la retórica y la lógica y por otras nociones centrales de la filosofía. Sin argumentos que los justifiquen, estos significados no tienen el fundamento que su uso presupone.
Tras de cada idioma hay una cultura, e incluso, varias regiones con el mismo idioma tienen diferentes culturas. Los idiomas y las culturas, además son dinámicas, están cambiando con el tiempo y renovándose constantemente. Todo ello contribuye a las inconsistencias de la interpretación.

Detesto la palabra cultura, decía Derrida,  “en lo que de confuso tiene, y para mí la filosofía y el pensamiento son otra cosa, más bien lo opuesto a lo que se llama cultura. Sin embargo, la cultura tiene la capacidad de reapropiarse incesantemente de todo lo que la excede y, aunque nada esté más opuesto a la cultura que la desconstrucción, tengo que admitir que existe una cultura deconstructiva, efectos culturales de la deconstrucción.”
Los conceptos se van construyendo a partir de procesos históricos y metáforas. La deconstrucción permite comprender que sus significados no son lo que aparentan, ya que lo verdadero en ellos es histórico, relativo, sometido a paradojas y expresiones que implican contradicciones. La deconstrucción se realiza por “una lectura activa y productiva: una lectura que transforma el texto poniendo en juego una multiplicidad de significaciones diferentes y conflictuales”.

Derrida compara la deconstrucción con la hermenéutica o interpretación de textos en la teología, lo cual considera una tradición religiosa de extracción de significado que pasa por la teología alemana hasta Gadamer, entre otras fuentes, “y supone que la interpretación de los textos debe descubrir su `querer decir´ lo verdadero y oculto. En ello no consiste la deconstrucción, nada tiene que ver con esa tradición; por el contrario, se opone a ella”. Derrida “pone en duda que la lectura deba finalmente descubrir  la presencia de un sentido o una verdad oculta en el texto”.
Para Derrida, la deconstrucción es más semejante a otra manera de pensar la hermenéutica o interpretación. Para él es como la percibe en Nietzsche y en Heidegger: no buscar la última instancia de un sentido oculto.  Esa forma de interpretación, que está más cercana al pensamiento deconstructivo de Derrida, no trata de descifrar ni revelar el sentido en el texto sino de producirlo “a través de un acto poético, de una fuerza de lectura y escritura”, como decía Nietzsche.

La deconstrucción parte del lenguaje pero a través de él abarca la filosofía, la ciencia, la tecnología, el hombre. Extiende su alcance para revelar las inconsistencias de los textos escritos en el pasado, en el presente, en las conversaciones, en las conferencias, en los discursos y en las transmisiones. Alcanza los medios de transmisión, información y comunicación para hacer presentes sus incoherencias. Más aún, Derrida en su obra, De la gramatología, extiende este alcance a gestos, a trabajos periodísticos y prácticas sociales. “Toda práctica social pasa por textos y todo texto es en sí mismo una práctica social”, dice Derrida.
La deconstrucción ha sido acusada de considerar que todo es retórica o literatura; pero, de lo que se trata es de “una teoría que implica la producción de lógicas que no se reducen a la retórica, en el sentido de arte de hablar o convencer”. Lo que la deconstrucción hace es marcar la determinación retórica de las forma del discurso, del recurso de la metáfora o la metonimia en el discurso teórico y sobre todo filosófico.

“Toda la industria del espectáculo en cuanto organización no individual del discurso que pasa por grandes máquinas capitalistas supone obviamente una retórica. Producir un espectáculo como lo hacen los cantantes, los políticos o los conferencistas, supone una retórica no sólo verbal sino del gesto, del cuerpo, etc.”
Un político en televisión lee un texto ya escrito mirando el “pronter”, haciendo como si mirara los ojos de los televidentes; así la retórica discursiva del arte de convencer queda intervenida y modificada por la máquina. “La ética debe exceder la retórica pero a la vez negociar ese exceso tomando en cuenta todos los aparatos de sujeción retórica”, dice Derrida

La deconstrucción es una herramienta activa y estratégica que se requiere en la gran arquitectura de la herencia  cultural de Occidente. No tenemos una relación más inmediata y natural que la sustentada en los textos tradicionales, los cuales debemos deconstruir para poder presentar nuevas posibilidades de interpretación.
La deconstrucción es un pensamiento crítico que debe extenderse aun a las acciones más  intempestivas para decir lo que se crea, aunque no deba decirse, comentaba Derrida en relación a su obra, Espectros de Marx. “El tema tan repetido de que el marxismo ha muerto y que el comunismo quedó enterrado es un discurso antimarxista, maníaco triunfante, que grita victoria demasiado fuerte para acallar la inquietud, la angustia, como síntoma de que no todo va tan bien en lo que se veía como triunfo.”

Derrida considera que puede decirlo porque él nunca fue militante del marxismo, ni siquiera cuando era muy tentador serlo. “Porque me resistí a su ortodoxia creo urgente poner una voz discordante a este actual consenso del capitalismo de libre mercado y de la democracia parlamentaria.” Lo hizo a su manera en los Espectros de Marx, calificando a éste como a un  filósofo, cuyos motivos no sólo no han muerto sino que siguen abiertos a futuro, así como también tiene motivos que pertenecen a la tradición. “Mi libro es un saludo al Marx de ayer y de mañana y es también su desconstrucción… No se trata de recibir globalmente un corpus homogéneo sino de operar un rescate selectivo que filtra lo que el heredero busca reafirmar del texto heredado.”

Fotografía del Blog Grieta en el Muro

 

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Alguien comentó sobre “Derrida y la deconstrucción

  1. este texto me parece una excelente introducción al pensamiento de J. Derrida. ¿Por qué no hacer un taller en Sitiocero? una exploración de nuestros propios escritos.

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