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Después de mucho trabajo y negociaciones,  el campo de prisioneros de Tres y Cuatro Álamos fue abierto en un acto público,  en vías a recuperar este recinto como sitio de la memoria.

El sábado 4 de febrero, los ex – prisioneros replantaron los álamos que habían sido arrancados, y fueron descubriendo las placas que identificaban el uso represivo de ese espacio.

Las personas recluidas en Tres Alamos eran prisioneros reconocidos y recibían visita y alimentos de sus familiares, los días sábado.  Sin embargo, podían ser sacados de allí en cualquier momento y nuevamente sometidos a tortura. También podían suspenderse las visitas, como una forma habitual de castigo. Los prisioneros en Cuatro Alamos estaban incomunicados y  transitaban desde y hacia las casas de tortura, bajo el control directo de la CNI.

La organización de la ceremonia permitió que quienes estuvieron detenidos allí pudieran conectarse con sus emociones  al reconocer los lugares del martirio,  y expresar alegría al reencontrar a los compañeros de infortunio.

Recobrando esa memoria, se visitó el “patio de visitas”, el “chucho” o lugar de castigo y el pabellón 1 que fuera inaugurado con las primeras mujeres detenidas. El pabellón 2, donde estaban los hombres,  y lo que fue Cuatro Álamos, estaban ocultos tras nuevos muros. La antigua barraca donde fueron trasladadas las mujeres, cuando creció el número de mujeres y hombres detenidos, ya no existe.

Hoy funciona en este recinto una cárcel de menores, gestionado por Sename, y por eso no es posible el acceso a todos los espacios. El obispo Alfonso Baeza bendijo el lugar, expulsó a los “malos espíritus” y comentó que estos niños debían ser llevados a otro lugar sin la carga de violencia que quedó en sus celdas y pasillos.

Durante la visita, los ex –  prisioneros tendían a agruparse y comentaban cada lugar,  juntando los pedazos de memoria, entre lágrimas y sonrisas.

El padre Mariano Puga relató historias de su paso por Cuatro Alamos: cuando él llegó, los otros prisioneros le cantaron una canción especial y él preguntó como la habían conocido. Ellos contaron que fueron instruidos por detenidos de la Villa Francia – donde él ejercía el sacerdocio- y de esa forma querían hacerle saber que habían estado allí.

Los relatos de los ex – prisioneros ofrecen muchísimos ejemplos de cómo los seres humanos podemos manifestar nuestra dignidad en medio de la adversidad: a través del amor, el humor, la solidaridad, la belleza, la creatividad.

La memoria recobrada es la semilla que sirve para plantar un futuro donde ningún acto inhumano pueda repetirse. Y ésa fue la aspiración colectiva que se manifestó en los asistentes a esta ceremonia. Que este anhelo florezca y se expanda a todos los seres humanos, sin excepción.

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