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Caminar un kilómetro para recoger la leche recién ordeñada; disputar la fronda del castaño con los corderos, para tenderme a leer Pieza de verano, de Christa Wolf. Sentir el ruido del viento entre los árboles al atardecer, bañarme en el río con la sola compañía del Martín pescador, que llega año tras año, igual que yo, a este campo en el sur, muy lejos del quehacer citadino…Elegí ese libro para las vacaciones por una vaga intuición que me conectaba con lo que estaba viviendo en esos días: un mundo se estaba derrumbando y no sabía cuál me esperaba.

Yendo hacia la biblioteca recordé una novela que había leído hace unos 15 años y cuyo nombre me sonaba vagamente. Sabía que la autora era Christa Wolf, la misma que escribió Cassandra (una notable reflexión sobre el poder y el saber) y que tenía a su haber una amplia bibliografía de la cual solamente conocía tres novelas. Con esos datos la busqué en Internet y en medio de la exploración supe de su muerte y del desencanto con el régimen político al cual fue fiel durante gran parte de su trayectoria. Bajo esa perspectiva comencé a releer la novela – que según supe luego tenía algo de autobiográfica- descubriendo la anticipación de la caída de aquél socialismo real alemán .

Una sabe: con todo lo bucólicas que puedan ser unas vacaciones en el campo, los fantasmas citadinos aparecen inevitablemente ,antes de sumergirse en el descanso o después de finalizado éste. En el caso de los personajes de Wolf – intelectuales que buscaban una forma de vida distinta y que se solazaban en la contemplación de una naturaleza que pedía redención ante un verano caluroso como pocos-. había más de alguna razón para el sobresalto y la melancolía. Así lo describe la escritora:

Ahora que ya está clara la transitoriedad del milagro, que se ha desvanecido la magia que nos mantenía unidos y nos mantenía con vida- una frase, una fórmula, una creencia que nos unía y cuya desaparición nos convirtió en seres individuales que pueden optar entre quedarse o marchar- hoy parece que no conocemos nostalgia más fuerte ni más dolorosa que la de mantener vivos en nosotros los días y las noches de aquel verano.

Un período oscuro

Wolf cargó con el peso de esta novela durante al menos una década. Comenzó a elaborar la historia a fines de los años 70 y la terminó en 1983, pero recién la entregó para su publicación en 1987. Finalmente salió a luz en 1989, el mismo año de la caída del Muro de Berlín. No debe haber sido fácil para ella escribir desde el desencanto: a diferencia de otros escritores de su generación  nunca dejó la Alemania del este y renunció al partido Comunista recién a fines de los 80. Tampoco lo fue el enjuiciamiento de sus pares cuando se supo, en 1993, que fue contactada por la policía política de la Alemania comunista, la Stasi, para espiar a otros escritores. No sirvió de mucho la férrea defensa que ella y su marido hicieron de intelectuales caídos en desgracia durante un período álgido. Ni que ella misma publicara el acta que revelaba su colaboración calificando la experiencia como “punto oscuro” en su vida ¡Tardío reconocimiento!

La marca quedó y no le dieron el premio Nobel de Literatura cuando fue candidata en 2002, pese a su trayectoria como escritora y académica pares tras la caída del muro

Una jaula, una puerta

Quizás Pieza de verano no sea uno de las obras más relevantes, desde el punto de vista literario, de Christa Wolf; ni tampoco la de mayor impacto político. Sin embargo, lo que la ha hecho permanecer en mi memoria es aquella capacidad de referirse o empatizar con la expresión del permanente deseo de un retiro mágico, que se reinaugura cada verano. Un retiro que en el caso de los personajes de la novela tiene el propósito de una reunión, un tiempo de compartir y de un escape (Fue aquel verano memorable… Nosotros sabíamos que queríamos estar juntos. A veces nos preguntábamos cómo nos lo describiríamos a nosotros mismos y a los otros) y también su carácter premonitorio (Pero en realidad no creíamos que nuestro tiempo estuviera limitado).

ventanaface

Podría haber sido un idílico verano; pero Christa deja claro que arrancar de cuajo el pasado o los malestares del presente es asunto difícil, porque aun en el espacio bucólico ocurren hechos perturbadores: La jaula con el gato muerto era una señal, un aviso del que no volvimos a hablar, pero que a todos nos perturbó profundamente que, de distintas formas, influyó en nuestros sueños. Cuántas noches no habremos sido nosotros el gato, con cuanta angustia no habremos oído cerrarse detrás de nosotros la puerta de la jaula.

La segunda lectura de Pieza de verano, en un período de mi vida en que se habían precipitado acontecimientos dolorosos me hizo preguntarme: ¿Cuántos de nosotros no hemos sentido lo mismo que aquellos personajes retratados por Wolf y hemos querido romper las jaulas o, mejor, evadirlas; buscar otras formas de relacionarse, sin gatos muertos ni crueles depredadores?

Supongo que construir una realidad sin pesadillas y rechinar de dientes es un anhelo compartido que resiste a desaparecer aun ante la ineluctable presencia de la catástrofe, cualquiera ella sea. De eso sabía Christa Wolf y lo manifestó en sus libros y declaraciones. “Ich lebe gerne”, me gusta vivir, dijo en una de sus últimas apariciones públicas en Berlín, donde residía a la fecha de su muerte. Y esa declaración me alcanza.

 

 

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Alguien comentó sobre “Aquellas vacaciones (un verano con Christa Wolf)

  1. este articulo de la excelente periodista patricia moscoso me ha conmovido mucho….solo ayer hablábamos con algunas amigas de esa nostalgia tan fuerte de mantener vivo “aquel verano”……de como pasar a través de los momentos difíciles…..de seguir diciendo “ich lebe gerne”….gracias pati

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