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Hannah Arendt (1906-1975), pensadora alemana nacionalizada en Estados Unidos. Prefería que no la llamaran filósofa, culpaba a la filosofía de considerar al hombre en vez de considerar a los hombres, pensarlos como humanidad en vez de pensarlos como comunidad, subestimando la pluralidad y la importancia de la acción que “nace entre los hombres, por tanto fuera del hombre”.

Arendt se ocupa de traducir al lenguaje de la experiencia el choque, a veces brutal, del hombre moderno con los hechos. Para ella el pensamiento puro no capta la singularidad de la actuación pública. Cuando Arendt piensa en lo que hacemos, no lo hace para para investigar la naturaleza humana sino las actuaciones de los humanos. “Las estructuras de la experiencia humana no son fáciles de identificar, requieren investigaciones pacientes y sensibles, pero están incrustadas en la experiencia” y no son impuestas por la filosofía.

 

Ella buscaba una forma de  para “reintegrar a nuestro mundo” lo que no nos trajeron  los filósofos, con pocas excepciones, y que tampoco figuraba en “el conocimiento” (el de su época), y que había dejado anclada la filosofía en la idea socrática de la verdad. Para Arendt son la acción y la palabra las que han hecho que el mundo se nos ofrezca como un espacio habitable donde es posible la vida en su sentido no biológico y es la actividad pública la que nos inserta en el mundo con nuestros semejantes.

Nacer es aparecer, hacernos visibles por primera vez ante los otros. Formar parte de un mundo común donde estamos vivos sin podernos resistir a la autoexhibición para reafirmar la propia existencia. En la medida en que formamos parte del mundo, la experiencia nos concede un acceso directo a él. La realidad no es un objeto del pensamiento sino aquello que lo activa. “El pensamiento mismo nace de los acontecimientos de la experiencia viva y debe mantenerse vinculado a ellos como los únicos indicadores para poder orientarse”.

“En la política, en mayor grado que en cualquier otra parte, no tenemos la posibilidad de distinguir entre el ser y la apariencia. En la esfera de los asuntos humanos, ser y apariencia son la misma cosa”. El parecer algo corresponde al hecho de que cada experiencia es percibida por una pluralidad de espectadores. “No sólo estamos en el mundo, también formamos parte de él.” Somos al mismo tiempo sujetos perceptores y objetos percibidos. Para Arendt “vivir” es “estar entre los hombres”. “Estar vivo significa vivir en un mundo que ya existía antes, crea la intersubjetividad del mundo que nos asegura pertenecer a la misma especie”.

En la medida en que percibimos el mundo dentro de la posición que ocupamos sólo podemos experimentarlo como mundo por el hablar. Sólo hablando es posible comprender desde todas las posiciones cómo es realmente el mundo. La actuación como inicio no es el comienzo de algo sino de alguien que con palabras y acción se inserta en el mundo humano. La actividad pública y la comunicación por el lenguaje se hallan estrechamente relacionadas, ya que la acción humana debe contener la respuesta planteada a todo recién llegado “¿quién eres tú?”.

La política es entre los hombres y su esencia se halla en ese “entre”, “para optimizar las relaciones recíprocas de individuos y grupos que tienen intereses y proyectos diferentes”. La pluralidad de los seres humanos en un mundo que constituyen en común, no es semejante a la unidad homogénea del género humano. Política y acción la realizan los hombres en plural, lo que presupone siempre a los demás. En este hecho se basa Arendt para  “tratar de la convivencia y la comunidad de los diferentes”. Desde esta perspectiva se respeta la multiplicidad de puntos de vista sin acomodamientos, rechazando la obligación de doblegar todas las opiniones a la férrea dictadura de una presunta verdad incondicional.

La pluralidad es la que nos distingue a unos de otros dentro de la libertad. Para Arendt esta pluralidad se muestra a través de la acción y de la comunicación. En la medida que nuestra pluralidad significa distinción, es posible la revelación en el medio público de cada uno de nosotros, de nuestra identidad. La acción no puede realizarse en el aislamiento porque quien empieza algo solo puede realizarlo cuando consigue que otros “le ayuden”.  La acción humana es el inicio de una cadena de acontecimientos.

Actuar es inaugurar, hacer aparecer por primera vez en público, añadir algo propio al mundo. Arendt concibe la acción como un principio de libertad no de necesidad, un principio político, no un asunto privado. Toda acción va tomando parte de una red de relaciones y referencias ya existentes para ir siempre más allá de lo que puede prever quien la realiza, para tener consecuencias impredecibles y ser, además, diferente de los productos del trabajo.

Para Arendt el sujeto no tiene conocimiento inmediato de sí, sino continuas reapropiaciones por medio del relato. A la pregunta “¿quién eres?” debería “responder contando una historia”, porque los humanos interactuamos en una trama de relaciones, donde toda acción se convierte en una reacción en cadena. Los significados de la acción se revelan a los demás en el pasado. Las historias son resultados inevitables de la acción, pero es el espectador quien acepta y relata la historia.

Para Arendt la función del ámbito público es iluminar los sucesos humanos proporcionando un espacio de apariencias que haga visibles a hombres y mujeres para que sean vistos y se sepa quiénes son a través de su acción y sus palabras. Esa apariencia para ellos constituye su realidad, la cual puede ser posible mediante una esfera pública donde las cosas salen de su oscura existencia. Lo público para Arendt también significa mundo común o comunidad de cosas que nos unen, agrupan y separan y que deben ser libres en su diversidad.

La teoría política debe indicarnos cómo comprender y apreciar la libertad. No como cambiar el mundo, porque ello corresponde a los hombres y mujeres de acción, no al trabajo solitario de teóricos. Los hombres por naturaleza no son iguales, necesitan de la institución de las leyes para llegar a serlo. Sólo el acto político puede generar igualdad, pero las leyes no tienen la función de reducir lo diverso a lo idéntico e invariable, sino que autorizan la posibilidad de las palabras y las acciones. La libertad es para Arendt una característica de la existencia humana en el mundo. Los humanos somos libres mientras actuamos, nunca antes ni después porque ser libres y actuar es una misma cosa.

Cuando Arendt analiza las causas y manifestaciones del totalitarismo que le correspondió vivir y sufrir en Europa, afirma que la comprensión “no significa negar lo que resulta afrentoso, deducir de precedentes lo que no los tiene o explicar los fenómenos por analogías y generalidades que ya no dejan sentir el impacto de la realidad y el shock de la experiencia; significa, más bien, examinar y soportar conscientemente la carga que nuestro siglo ha colocado sobre nosotros y no negar su existencia ni someterse mansamente a su peso.”

Arendt consideraba que en la historia del pensamiento, desde Aristóteles a Hegel, se había dado a la práctica y a la actuación pública el carácter de conocimientos humanos que, así no se pudieran comprobar por principios o esquemas rigurosos a priori, se pensaba que poseían la consistencia de la regularidad del mundo, rodeado de cosas e instituciones más duraderas que la misma actividad que las había producido. Otras ideologías consideraban al pensamiento como un lujo parasitario, y a la acción como sustitución del conocimiento, desencadenando así un sin número de prejuicios como la sobrevaloración del trabajo, al afirmar que al modificar al mundo se modificaba al hombre.

Para Arendt el juicio es la “raíz común” del pensar y del actuar, es el intento de tender un puente entre ambos. Representa “el misterioso talento de la mente en virtud del cual se unen lo general, que es siempre una construcción de la mente, y lo particular, que siempre le es dado a la experiencia de los sentidos”. Igual que el “gusto” en el campo de la estética, que se consolida cuando disminuyen los pretendidos criterios objetivos de la belleza, la facultad de juicio, para determinar su objeto, no puede recurrir al pensamiento, a los instrumentos y a los métodos prefijados que están en uso.

El antídoto de los errores, que están siempre al acecho, lo proporciona, por compensación, la declarada disponibilidad para rectificarlos ante argumentos convincentes. Sin el juicio, pensar sería un contemplar estático e inerte. Pero “la manifestación del viento del pensamiento no es el conocimiento; es la aptitud para discernir el bien del mal, lo bello de lo feo”.

La teoría de que el hombre sólo conocía lo que hacía, acabó por exaltar la acción y desechar el pensamiento que no se convertía de inmediato en acción. La voluntad tomó un papel predominante al recibir el cometido de configurar activamente un futuro cada vez más abierto; pero la voluntad como potenciadora del pensamiento probó su insolvencia al igual que el solo pensamiento contemplativo, cuya preponderancia se había afirmado desde la antigüedad.

La percepción de un incremento en la indeterminación del porvenir había agudizado la necesidad de especificar y hacer visibles, bajo formas reconocibles por todos, los principales objetivos políticos, lo cual favoreció el surgimiento de las ideologías y utopías radicales que más movilizaban a las masas mientras más difícil e incierta era la situación.

Bajo la máscara de la solidaridad de raza, de nación o de clase; el terror exigió una fidelidad sin condiciones al partido o a la patria, por parte de personas carentes de sólidos nexos de familia o amistad. Mientras más incapaces fueron los regímenes totalitarios de concebir planes de vida sensatos, más atracción ejercieron en el sometimiento sin reservas. Su poder parecía salvador porque hacía olvidar las divergencias, esenciales en la política.

El absolutismo impuso la ética de un sacrifico que no apelaba a la abnegación como virtud, “sino como sentido de la nula importancia del propio yo, de su sacrificio”. Exigió de los individuos la obediencia automática, la regresión al reino animal, a la mera vida biológica, con tal que la cadena de mando permaneciera sólida e indiscutida. “La principal característica del hombre de masa no fue la brutalidad o la rudeza, sino el aislamiento y la falta de relaciones sociales normales”.

Concluye Arendt que las monstruosidades cometidas por Eichmann en los campos de exterminio, sin mala conciencia, casi como si fuesen una acción administrativa normal, fueron resultado del debilitamiento de la facultad de juzgar, de la incapacidad de distinguir entre el bien y el mal, entre actuar y trabajar. “Al embotarse el juicio, libertad y autoridad se hicieron igualmente injustificables. Los hombres no fueron capaces de establecer relaciones de cooperación satisfactorias, y  la mentira y la `banalidad del mal´ triunfaron sin oposición”.

Los acontecimientos históricos son inseparables de la fragilidad de la acción y de las palabras que vinculan a los individuos entre sí. “El acontecimiento ilumina su propio pasado y jamás puede ser deducido de él.” “Cada acontecimiento en la historia revela un paisaje inesperado de acciones y pasiones y de nuevas posibilidades que conjuntamente trascienden la suma total de voluntades y el significado de todos los orígenes.”

Cuando los filósofos se refieren a la historia como totalidad para dar sentido a los hechos, anulan toda individualidad en el proceso, atribuyendo un fin último a cada acontecimiento y terminan vaciando la Historia de todo contenido concreto. No se puede atribuir a la historia el carácter de proceso repetitivo de la actividad laboral, en cuyo ámbito todo está destinado a ser consumido, olvidado, porque se borra el hecho de que cada nuevo comienzo es por naturaleza un “milagro”, visto y experimentado como procesos que necesariamente se interrumpen.

Arendt hace énfasis en que sus escritos tienen el propósito de ganar experiencia en cómo pensar, no de enseñar qué pensar o qué verdades sostener. “Lo que menos pretenden es volver a atar el hilo roto de la tradición o inventar modernismos sustitutos con los cuales rellenar la brecha entre pasado y futuro”.

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7 Comentarios sobre “Arendt y el mundo como acción y palabra

  1. Es ese “entre” al que también se refiere Buber, el que permite al hombre salir de su soledad, la que no logra mediante la individualidad ni siendo parte de la colectividad.
    Annah Arendt, sostiene que en el encuentro con un tu, se debe considerar “al otro como un otro, distinto de mi”,distinguirlo en su singularidad, reconocerlo mediante el lenguaje,permite hace de este mundo algo habitable.

  2. No había leído este artículo; ¡me estaba perdiendo algo muy bueno!: tantas ideas refrescantes que me gustaría conversar. Ojalá te animes a hacerlo.

  3. De lo que creo entender del texto compartido sobre el trabajo de Arent, me surgen dudas que quisiera poder aclarar porque reconozco que lo expuesto aquí por la autora tiene gran valor para fundamentar la construcción de comunidad:

    – Si una comunidad ha perdido la capacidad de reflexionar y de generar un lenguaje que derive a un futuro diferente y sólo lo hace a partir de lo que su entorno le ofrece, dominado por un sistema que diariamente entrega mensajes que inducen al consumismo, materialismo, individualismo, competitividad, segregación, miedo a cambios radicales, sumando a ello un medio político con leyes que supuestamente nos hacen iguales pero que en vez de ello fortalecen antivalores y juicios equivocados, ¿como se tuerce más pronto que tarde el camino hacia otro futuro sin desconocer y violar la diversidad y la libertad de los seres humanos que conforman esta comunidad ya existente?

    – Por otro lado, ¿cómo se adquiere el juicio entre el pensar y el actuar, “el misterioso talento de la mente en virtud del cual se unen lo general, que es siempre una construcción de la mente, y lo particular, que siempre le es dado a la experiencia de los sentidos” , el “antídoto de los errores, que están siempre al acecho”?, ¿cómo se define? ¿se enseña, se inculca?, ¿cómo proceder sin incurrir en una imposición en la mente de otros?

    Valoro el poner al alcance de cualquiera este material que invita a reflexionar, en mi caso con carencias pero que podría retroalimentarme con el aporte de otros o investigando más a partir de su lectura.

    1. La autora se relacionaba al ambiente surgido después de la primera guerra mundial, que hizo posible el ascenso de Hitler al poder absoluto, aceptado por una mayoría alemana. La autora quiere hacernos conscientes de lo que ocurrió para que podamos evitar una repetición.

      1. Gracias, me parece que las reflexiones de H.Arendt son rescatables para los tiempos actuales, a mi entender referidos a valores importantes y conceptos descuidados y por ende necesarios de ser refrescados y/o resignificados, si es posible expresarlo así.

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