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De vez en cuando recuerdo alguno de los hábitos que me inculcaron mis maestros en la escuela de periodismo y me pongo al día con las noticias cualquiera sea la hora en que me baje la compulsión. Así en una de estas noches  antes de dormir revisé los periódicos  en el computador. Me enteré entonces,  pasada la medianoche, del triunfo de la memoria sobre la censura, en la entrega de los premios Altazor. Agunos/as pueden decir que es una mirada sesgada, pero ¿no resulta decidor que creaciones de literatura, cine y televisión que nos recuerdan la historia reciente del país hayan sido reconocidas no con uno sino con varios premios, en un certamen de tal visibilidad como dichos Premios ?

Partamos por la obra que obtuvo más reconocimientos: la serie para televisión de Promocine “Los archivos del Cardenal”, cuya exhibición en Televisión Nacional – el canal de todos los chilenos como dice el slogan- le costó el cargo de presidente del directorio a Leonidas Montes, duramente cuestionado por la UDI. O sea, usando otro slogan en boga, tolerancia cero a la diversidad de pensamiento.

La serie recibió los galardones a la dirección Género Dramático en TV (Nicolás Acuña y Juan Ignacio Sabatini);  al guión (Josefina Fernández, Nona Fernández y Luis Emilio Guzmán); a la mejor actriz, Daniela Ramírez, y al mejor actor, Alejandro Trejo. Ambos jugaron los roles de padre e hija, en la historia de ficción que da cuenta de los episodios vividos por una serie de personajes que defendieron los derechos humanos al alero de la Vicaría de la Solidaridad, desde el golpe de estado militar hasta el fin de la dictadura.

En cine documental el premio fue para Marcela Said y Jean de Certeau, quienes en El Mocito relatan la escalofriante historia de Jorgelino Vergara servidor en centros de detención y tortura y quien posteriormente contribuyó a identificar a agentes torturadores. Said dirigió antes I love Pinochet y Opus Dei, una cruzada silenciosa, documentales claves para entender el pensamiento de la derecha chilena.

En el género fotografía fue reconocida la a exposición “Marcelo Montecino. Irredimible”, que se exhibió en el Museo de la Memoria a fiones del año pasado. Montecino, fotófrafo de gran prestiguio que se formó en estados Unidos, perdió a su hermano Cristian tras el golpe de estado de 1973, y las fotos de esta exposición corresponden a tomas efectuadas antes de este suceso (en los días de la Unidad Popular) y después de el . Un libro editado por Ocho Libro Editores  guarda el registro de estos verdaderos testimonios patrimoniales.

Finalmente, el premio a la narrativa en artes literarias, fue para Formas de Volver a Casa, la entrañable novela de Alejandro Zambra en la cual el autor recuerda su niñez en Maipú, con la dictadura como telón de fondo. No cualquier niño, sino uno que vive de rebote episodios que por entonces le parecen inexplicables y cuyo real sentido entiende en la adultez, cuando el narrador participa en las elecciones que cierra la etapa de gobiernos de la Concertación

Respecto a su premiado libro – antes publicó Bonsai y La vida privada de los árboles– Zambra dijo en una entrevista: “Creo que es inevitable hablar sobre la dictadura, al menos para mi generación, para quienes nacimos durante esos años. Inevitable y necesario, porque nos ayuda a reconocernos, o a desconocernos”.

Lo que Zambra asume es algo que muchos se empeñan en  ignorar o evitar, desconociendo el valor de la memoria para la construcción de un país o de una sociedad. Frente a aquella voluntad de olvido el escritor Pierre Nora levantó la monumental obra Les lieux de memoire, publicada por Gallimard entre 1984 y 1992. Allí escribió: “La necesidad de memoria es una necesidad de historia” (…) Los lugares de la memoria nacen y viven del sentimiento de que no hay memoria espontánea de que hay que crear archivos, mantener aniversarios, organizar celebraciones, pronunciar elogios fúnebres, labrar actas, porque esas operaciones no son naturales”. Para tenerlo en cuenta.

 

Playa de Ritoque
Ritoque

Foto: Ritoque. Patricia Moscoso

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