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A Eugenio Lira Massi, in memoriam.

Hace años atrás quise hacer un libro, “Conversaciones con Chile” y elegir a hombres y mujeres que hubiesen sido parte de la historia del país. Jamás concreté el proyecto, aunque nunca es tarde. Creo que más allá de la coyuntura, es muy importante ir escudriñando lo que algunos denominamos el pensamiento social chileno y desde todos los ángulos posibles, no meramente desde el propio, o de lo que se ha constituido como lo políticamente correcto. Pero en fin, este párrafo acaso pueda llegar a constituir el prólogo de ese libro no escrito aún.

En la época de las nuevas tecnologías uno se pone de acuerdo de modo virtual, así es la cosa ahora, de esta manera con Roberto Thieme habíamos comenzado un diálogo hace muchos meses a propósito de un artículo mío sobre la Izquierda Nacional y de mi lectura del Libro de Manuel Salazar “El Rebelde de Patria y Libertad”. Había llegado el momento de romper con dicha virtualidad. Nos pusimos de acuerdo para almorzar en mi casa.

Atendía mi Kiosco de libros cuando veo al frente a Roberto. Nos saludamos como si nos hubiésemos conocido siempre. Lo digo porque a veces pasa todo lo contrario, uno se encuentra con alguien y se establece una barrera, producto de los prejuicios, de una actitud inicial, o qué se yo, te das cuenta que con el personaje no tienes nada que ver. Caminamos a mi casa y él se detuvo frente a otra casa viejísima en venta: Mi pasión, me dijo. Yo le comenté cómo había llegado junto a Graciela a Valparaíso (arriba de un camión en una noche de temporal) y que este era el barrio donde había vivido mi abuelo.

Entramos. Nos fuimos derecho al comedor, donde Graciela nos esperaba con una cazuela de ave, pan amasado, ají y ensaladas. Él nos trajo un vino. Durante los días de preparación del encuentro Roberto estuvo en contacto conmigo y lo sentí ansioso. Yo también lo estaba. Parecía algo que veníamos preparando desde hace décadas. Sin caer en falsa humildad, siempre me he considerado un poeta, un escritor con algo de suerte, que deambula por la vida y que ha tenido cierta notoriedad, pero nada más. Así que recibir a alguien que ha sido parte clave de la política chilena y en momentos tan críticos como lo fueron las décadas del 60′ y 70′, era para mí un acontecimiento.

Casi de inmediato le conté mi percepción de él en mi niñez, viviendo en Villarrica gran parte de la semana con mi padrino y mi madrina que eran personas de derecha y opositores a Allende. Le relaté que una tarde mi tío muestra la noticia de la desaparición de la avioneta del Secretario General del movimiento Patria y Libertad y que en ese preciso instante observaba como uno de sus hijos se sentaba acongojado por la pérdida. Aquello lo vi con los ojos de un niño de 7 años. Lo que sentí fueron emociones genuinas de un grupo humano triste, desalentado, sin esperanzas.

A esas alturas de la reunión, por cierto que el almuerzo se había convertido en una vuelta de mano con mi historia. Pues desde ese día de 1973 siempre quise conocer al hombre que sobrevolaba, míticamente para algunos, los cielos del sur en una avioneta liviana. No era un político de Parlamento y leyes, sino un aventurero. Y bueno he aquí que ese hombre, como si la voluntad preconsciente fuese de una fuerza enorme, estaba sentado a mi mesa.

Roberto quería hablar de cuestiones relativas a sus memorias y lo hicimos, pero también entré en su privacidad, por supuesto la que él permitió. No era una entrevista, sino un compartir en mi casa, así que no me siento con el derecho a traspasar ningún límite respecto a la conversación misma. Sin embargo, puedo y debo hacer un perfil de quien a todas luces es un inteligente seductor. Así, que cual Lira Massi en sus célebres libros, lo intentaré 40 años después.

Thieme es una especie de niño en su impulsividad transparente. Es decir que está lejos de ser un político tradicional,  más bien es un anti político. No se cuida como lo haría un diplomático, un diputado o un senador. No finge. Todos sus gestos, palabras y ademanes carecen de estrategias de salón. En mi transparencia y nula afectación fui mucho más táctico que él.

En realidad a contrapelo de su historia pública,  tiene espíritu y voluntad de artista y puede que no lo acepte a cabalidad. Es emocional, un caballo de fuego que mira de frente, a los ojos, y que puede decir las barbaridades más grandes o las verdades más descarnadas, pero también de sí mismo. Llegó un momento en que me veía al espejo. Dos caballos que por ningún motivo quisieran trotar alineados tras un abanderado. Ambos hablando desde cierto encierro, pero vamos a él.

Hace un juicio durísimo, especialmente de las consecuencias de su actuar en la Unidad Popular y de su lucha contra Allende, como si buscara un interlocutor que entendiera en profundidad sus motivaciones más íntimas y sus errores. Me habla desde una cierta ingenuidad de las inmerecidas y terribles consecuencias del golpe, de las violaciones a los derechos humanos, de la organización criminal del pinochetismo, me lo plantea con una tensión inusitada, con ganas de partir la mesa con el puño, con una frustración y una indignación que pareciera salirse de su cauce, pero que controla en el contexto de un diálogo ameno.

Celebra la comida como si fuese un manjar de los dioses, toma el nescafé como el mejor exprés italiano de todos los tiempos. Fuma los Philips Morris rojos cual puros cubanos. Nos parecemos en eso, somos sibaritas, gozadores, aunque al frente tengamos un pan con margarina. Quizás por ello estamos sentados a la misma mesa y divirtiéndonos.

Respecto de su mirada actual, ya lo escribió Manuel Salazar, Thieme ha dado un giro copernicano en sus concepciones y él sabe que no le cree nadie. Que muchos y muchas recelan de su honestidad y de su autocrítica. Pero no es el motivo de esta crónica explicar aquello, aunque ciertamente lo considero un deber futuro: entrar en los intersticios de un saboteador que usó la violencia política contra Allende, contra el Presidente que durante tantos años ha significado para mí un derrotero y un camino ético a seguir. ¹

Terminó el almuerzo, y me dio la sensación que Roberto Thieme es un solitario desesperado, si bien se muestra como un vividor desde lo más mínimo de lo cotidiano y feliz de tener la oportunidad de seguir deambulando el mundo, es un lobo estepario, como sólo lo puede ser una pintor o un mueblista que vive a orillas del mar de Chile con sus perros. Y es un desesperado como sólo quien busca dejar de ser rechazado como la bestia negra de una época y desea comenzar a ser comprendido en su ser más íntimo. En ello y desde una trinchera radicalmente contraria se parece a Carlos Altamirano en su aislamiento de ermitaño. En cualquier caso, tal como me lo dijo, “soy alguien que duerme tranquilo pero está dispuesto a ser juzgado por sus coetáneos”.

Se notó que lo pasó bien, que se relajó, que se sintió en su casa y a decir verdad, convirtió nuestro encuentro en una especie de elegante fiesta inaugural, aún cuando fue un sencillo almuerzo.

Recordando de nuevo a Lira Massi y parafraseando su notable perfil del Marqués Bulnes, puedo decir que no me gusta Roberto por lo que representó para millones durante la Unidad Popular, pero me gusta el hombre directo, honesto consigo mismo y los demás, quien reconoce sus actos y las terribles consecuencias de ellos. El gran porfiado de su incomprendido ideario, ese gallo, sí.

Cayendo la noche, caminamos al paradero mientras los vecinos y vecinas deambulaban por el barrio sin ni siquiera saber quien era este personaje de 70 años que parecía tener 50. Me despedí agradecido de su sinceridad para desde la vereda verlo apurar el tranco y subirse a la vieja micro, repleta de obreros y de gente del puerto.

¹ Poco tiempo después de esta crónica junto a Gonzalo Ilabaca y Andrés Rojo, le hicimos una entrevista política a Roberto Thieme en el programa radial Vuelvo al Sur, acá los podcast #VUELVOALSUR SELECCIÓN 10 ENTREVISTA ROBERTO THIEME PARTES 1 Y 2 https://radioteca.net/programaradialvuelvoalsur/

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3 Comentarios sobre “Una tarde con Roberto Thieme

  1. Un valiente Fesal, en un encuentro que hay que tener la mente muy abierta para entenderlo. Un Roberto tal vez en un mea culpa, difícil de entender, ojalá dejara sus memorias con la verdad de lo sucedido.

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