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La ciudad de Santiago esconde maravillas a quienes no quieren verlas. ¿Sabían que Ñuñoa viene de ñuñohue- el lugar de los ñuños? Al recibir esta información algo cambia en nuestra percepción, nos abrimos a la magia ordinaria del lugar que habitamos. Nuestros pasos se hacen eco de otros pasos y las calles de asfalto dejan emerger la tierra de los antiguos senderos y también el despliegue de sus transformaciones en el tiempo.

Sumarse a un recorrido patrimonial es ir a mirar lo que no vemos y escuchar historias cautivantes.  El primer domingo de junio  caminamos por el barrio Italia, que en otra época correspondía a chacras y viñedos y más tarde a los suburbios.   Un sector que fue usado para segundas residencias de los dueños de tierras y más tarde, la iglesia, el Estado y también inmobiliarias, comenzaron a construir viviendas destinadas al “arrendamiento”,  para alojamientos de obreros: casas con bellas fachadas continuas que dan a la calle y cités. Nos informan que los cités (casas pequeñas con baño privado)  reemplazaron a los conventillos (sólo piezas para familias con un solo baño común) como una solución al hacinamiento y la propagación de enfermedades.

Este  barrio se llama así por la instalación de viviendas de inmigrantes italianos dedicados al comercio. Dicen que en otro tiempo los chilenos preferían trabajar en el Estado o en alguna empresa, en lugar de ser pequeños empresarios. Creen que es más digno para ellos tener un pituto para acceder a algún trabajo que instalar una tienda – se quejaba Eduardo Frei Montalva de esta actitud, en los años 60.

En un momento de la historia, se desarrolló un plan inmobiliario llamado “ciudad jardín” y los habitantes de las mansiones señoriales de Avenida República y España  comenzaron a construirse aquí grandes casas similares a las que tenían,  pero con antejardín. Vemos una de ellas, que imita un castillo medieval y más que esa arquitectura peculiar miramos esta novedad de los años ‘30.

Vimos algunas grandes construcciones, como la Iglesia San Crescente, edificada en 1924, para responder a las necesidades espirituales de los habitantes de este sector, y  el hospital Salvador, fundado en 1889. Según escuchamos, se construyó aquí para alejar la enfermedad y la muerte de la ciudad según la noción de esa época, y se abrió para enfrentar una terrible epidemia de viruela. También visitamos la Embajada de Italia, instalada desde 1953 en este palacete de tres pisos con un extenso parque. Fue construido en 1877 y perteneció a Agustín Edwards Budge. Desde entonces,  ha tenido  distintas modificaciones arquitectónicas y hoy muestra una fachada de estilo neoclásico, diseñada por Patricio Hales.

Los nuevos tiempos comienzan a cambiar este paisaje: ha llegado una pujante generación de dueños de diseñadores, galerías y restaurantes, que le van dando un carácter de moda que asusta a sus antiguos habitantes.

En este recorrido somos 24 caminantes compartiendo las mismas ganas de volver a vivir la ciudad y a sentirnos parte de una  comunidad. Prueba de eso es que nos citamos para el próximo recorrido, a fin de junio.

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