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El otro día estaba leyendo el post sobre ideologías de Samuel Vial –saludos- sobre lo que significa ser de izquierdas en el momento actual y me quedé pensando un rato. Me ha costado porque llevo unos días bloqueado –mujeres- pero creo que tengo una conclusión sobre el tema.

Nos define lo que no somos. Como a todas las monedas con sus dos caras.

No creemos que usar el poder del Estado para reprimir al pueblo, usurpar la democracia y violar los derechos humanos –sin tener el valor ni la hombría de reconocerlo- sea correcto. Ya, veo al idiota de turno a punto de decir ¿Y Cuba? Tú, mira a tu alrededor y dime donde vives.¿En Cuba? No, ¿cierto? Pues los demás, tampoco.

No creemos que sea correcto que miles de personas malvivan en situación de calle mientras los impuestos de todos van directamente a los bolsillos de unos pocos –en virtud de jugosos contratos estatales adecuadamente inflados-, mientras nos llenamos la boca con los altos índices macroeconómicos.

No creemos que la moral de nuestro credo religioso deba de estar por encima del laicismo del Estado; independientemente de que profesemos o no alguna religión –y de lo que pensemos sobre ellas-, lo entendemos como algo personal y del ámbito privado. No pensamos que se deba de legislar mirando antes de votar lo que dice la Biblia, el Corán, o cualquier otro libro; ni consultar a tu asesor espiritual antes de hacerlo.

No anteponemos la Ley y el Orden al dialogo –incluso al dialogo violento- porque podemos entender que la violencia se produce como consecuencia de un sistema en el que estamos inmersos que produce una serie de dinámicas que son complejas. Es un producto, no una causa. Siempre hay que abrir canales de diálogo. Siempre, conversar.

No creemos que haya que vender los recursos naturales a empresas –transnacionales o nacionales- cuando son patrimonio de todos y de cada uno de los que vivimos en este país; llámese Litio, Cobre, o por supuesto, Agua. Como patrimonio común, tiene que ser gestionado de manera común y nos guste más o menos, el elemento común, es el Estado.

No entendemos la Enseñanza como un bien de consumo, si no como un derecho fundamental de todo ser humano para ser mejores personas y desarrollarse. Y como todo derecho fundamental, debe de ser garantizado con todos los medios posibles. Al primer idiota que pregunte si hablo de que sea gratis, me lo como. Gratis no es algo que pagamos con los
impuestos, por más que se use esa palabra para definirlo.

Siguiendo con esto, no creemos que el lucro en la educación o en la sanidad sea ni siquiera remotamente algo aceptable. Que haya gente que se muere por no tener la plata para pagar una receta, una consulta o una operación, nos parece vergonzoso.

No creemos que haya personas de primera y de segunda categoría, si no simplemente, personas. Todos tenemos problemas porque estamos metidos hasta el cuello en la misma mierda, nadamos en ella. La olemos a diario.

No pensamos que los medios de comunicación de masas deban de ser un mero elemento de propaganda –política, económica, da lo mismo; basura- si no otra cosa mucho más compleja y mucho más difícil de hacer. Comunicación, entretenimiento sin caer en lo rasca, en lo chanta o en lo vulgar, un punto de conexión con la realidad que nos recuerde lo que pasa fuera de nuestra burbuja.

Y podría seguir hasta cansarme. Nos definen los “No”. Lo que no somos. Lo que cuando vemos al político inconsecuente de turno pensamos que está haciendo mal, que no somos así. Lo que cuando vemos a una de las mayores fortunas de este país hablando de superación de la pobreza nos hace menear la cabeza. Todos esos “No” que nos vienen a la cabeza a diario. Cuando sale Carlos Larraín en la televisión y pensamos, yo no soy así, por poner un ejemplo.

Por supuesto que hay centenares de diferencias, miles de matices. Esa es y tiene que seguir siendo la riqueza de la izquierda. Su variedad. El no ser algo homogéneo –y por eso es tan difícil de definir hoy en día que es lo que es ser de izquierda-. Tenemos nuestras diferencias y nuestros puntos de vista, porque seguimos un “No” muy importante. No creemos en la obediencia ciega. Pensamos. Por poner un ejemplo muchos verán al Estado en su esencia como un enemigo, pero reconocen su necesaria labor; otros, no. No importa, no pasa nada. Incluso aquellos que votan a la derecha por castigo, por estupidez o por simple descriterio son de izquierdas muchas veces sin saberlo. Las contradicciones son el resultado de pensar, de tener opinión.

Lamento decirle que si usted está pensando enojado conmigo en este momento que tiene alguna de las características anteriores pero se considera de derechas, es usted idiota, mi querido lector. Anda más perdido que Hinzpeter buscando organizaciones terroristas.

 

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Alguien comentó sobre “Ser de izquierda o no ser de derecha

  1. La nomenclaturas izquierda y derecha son ambiguas y no indican nada claro en términos estrictos.

    De hecho, en ambos lados del espectro se promueven el poder coactivo del Estado para promover fines o ciertas morales, se avala el militarismo y el autoritarismo, se avala el atropello de derechos de las personas.

    ¿O acaso la nomenclatura derecha e izquierda depende del Estado y país donde se use? ¿Que pavada es esa?

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