Compartir

En el Taller de comunicación efectiva que imparto en estos días, el primer tema estipula caracterizar los elementos del proceso comunicativo. Para tal efecto, desde hace varios años descarté el paradigma funcional (emisor, mensaje, receptor, retroalimentación, ruido) y recurro a la propuesta epistemológica de Manuel Martín Serrano (1992), que plantea como irreductibles cuatro componentes: Actores (ego y alter), Instrumentos, Expresiones y Representaciones.  Las variaciones entre los mismos dan pie a la comprensión de cualquier proceso comunicativo llámese interpersonal, grupal, organizacional o masivo.

Esta ocasión mi reflexión se centra en los Actores, que literalmente encarnan el drama de la comunicación. Siempre estamos contando y escenificando historias; algunas con final feliz, otras con suspenso interminable, o desenlace triste. En ocasiones somos los villanos, otras veces estamos de héroes, comparsas, antagonistas. Siempre estamos en un ángulo y desde ahí apreciamos e intervenimos, pero suele olvidársenos que nuestra apreciación es sólo vista parcial, que no es única ni absoluta.

El performance comunicativo requiere de un escenario, un contexto para la actuación. La persona se presenta, y se representa cotidianamente (Goffman, 1993), en distintos escenarios. Trabajo, hogar, escuela, intimidad son nuestros momentos (Goffman, 1991) para expresarnos y “actuar”. No obstante, si aceptamos esta presunción, la pregunta crucial es ¿cuándo los actores Ego y Alter son auténticos? Porque es muy difícil, quitarse el rol de madre al momento de pararse frente a los alumnos, o frente al esposo; despojarse del periodista frente a la confidencia del amigo funcionario que te habla de una disfunción institucional.

Considero que esta interrogante se despeja a la luz de la dimensión  ética que, querámoslo o no, siempre conlleva el proceso de comunicación: reconocer y declarar desde qué rol me comunico, qué diré y con qué propósito. Todo mi trabajo comunicativo (Martin Serrano, Ibíd.) siempre provocará una reacción. Y aunque el derrotero de la comunicación descansa en ambos actores, en su momento debo  asumir la responsabilidad de lo que dije y el compromiso que establezco.

Por cierto, reconozco que mi dilación para redactar este post  obedece a que no siempre tengo en claro de cuál de mis escenarios daré cuenta al comunicarme. Y considero que en estos casos vale la pena pensarlo otro poco antes de hablar.

Ya lo he pensado y en una semana comentaré acerca de los instrumentos de la comunicación y las expresiones de ego y alter, que en muchas ocasiones fracturan la comunicación efectiva.

Compartir

Alguien comentó sobre “El drama de la comunicación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *