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Friedrich Nietzsche (1844-1900), fue un filósofo alemán de gran trascendencia que expresaba sus reflexiones en párrafos breves y aforismos, a veces incoherentes en apariencia y, que a pesar de ser muy vasto, no desarrolló sistemas conceptuales. Su pensamiento apasionado comunicaba una  fuerza especial a sus ideas. Es su filosofía el canto sutil de una inteligencia que sigue acompañándonos después de más de cien años de vigencia.

No era un nihilista, predicaba el advenimiento del nihilismo. Si alguna vez aceptó serlo fue en consideración de ser un hombre de su época, en la que él comprendió que los valores supremos habían perdido su valor. Eso era el nihilismo para él: un proceso histórico de su tiempo, con la pérdida del sentido del valor de lo verdadero, lo bueno, lo bello, suceso que interpretaba como la desvalorización de Dios: “Dios ha muerto”. Ya no importaban los ideales, las ideas, las metas ni los principios que determinaban lo que es y puede ser una forma digna de vida humana, cuya consecuente desvaloración no era una aceptación pasiva sino, por el contrario, el reclamo apasionado por la creación de nuevos valores sociales que sustituyesen los perdidos. No es difícil aceptar los argumentos de Nietzsche si uno considera las injusticias sociales del incipiente industrialismo y el ambiente de belicismo de su época que más adelante precipitaría a las dos guerras mundiales que ha sufrido la humanidad. La Revolución Industrial, a pesar de sus beneficios económicos para unos pocos, causaba el éxodo de la población rural y aparejaba al capitalismo naciente de las grandes empresas la desigualdad social, el proletariado, la explotación del hombre por el hombre, el deterioro ambiental, la degradación del paisaje y la explotación irracional de la tierra. Por lo tanto, no es de extrañar que este profeta del desastre se refiriera a la muerte de Dios.

Para Nietzsche los modos de pensar religiosos que habían sostenido una moral civilizada ya se estaban desvaneciendo y dejaban un vacío que la ciencia de su época no podía llenar. Él estaba convencido de que era insostenible la “hipótesis de Dios” al igual que las interpretaciones religiosas y las verdades absolutas sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Todo ello llevaba al nihilismo, de donde él consideraba necesario encontrar salida. Consideró que el abandono de todas esas “mentiras” y “ficciones” eran un desafío a la filosofía para dar una nueva interpretación a la vida y al mundo.

La muerte de Dios era un evento cultural de la desaparición de una moral cristiana que no tenía sentido como tampoco lo tenían otras creencias en verdades absolutas. Se trataba de reconocer un fenómeno con devastadoras consecuencias para la vida y la cultura humana si no se hallaban los sustitutos. Era un nuevo punto de partida y una invitación a reconsiderar la vida, el mundo, la existencia humana y a conocer los nuevos valores de una moral más realista. Nietzsche también aportaba sus sustitutos y lo hizo a través de muchos de sus escritos, entre los cuales figuran, según lo relaciona el “Diccionario de filosofía de Cambridge”, en la “deificación de la naturaleza”, el retorno del hombre a la naturaleza”, la “transvaloración de los valores”, el trazado de “la genealogía de la moral” y su crítica y elaboración de explicaciones naturalistas del conocimiento, el valor, la moralidad y toda nuestra naturaleza “espiritual”.

En cambio de una creencia absoluta, Nietzsche propone un pensamiento de carácter relativo y provisional de todo cuanto se conoce porque nada trasciende cualquier perspectiva, pero tampoco todo resulta incomprensible, dadas las perspectivas en que se presentan esas relaciones: las cosas aceptan una significativa comprensión. La carencia de la verdad absoluta no impide modos de pensar que ofrezcan algunas garantías de los distintos tipos de intereses y prácticas que nos relacionan con los demás y con las cosas que nos rodean.

La creencia en Dios para Nietzsche es una hipótesis indigna del conocimiento del hombre, basada en la ingenuidad, el error y en lo que fue una necesidad humana y que después se convirtió en una motivación. Nietzsche también rechazaba la creencia en el alma y las “cosas autocontenidas” que sólo son ficciones para justificar conjuntos de relaciones funcionales unitarias.  Su personaje Zaratustra decía: “El espíritu es sólo una palabra para algo referente al cuerpo, y el cuerpo es básicamente una configuración de fuerzas y procesos naturales.

En lugar de las interpretaciones tradicionales concibió el mundo como una interacción de fuerzas sin estructura ni fin coherente que se organiza y reorganiza a sí mismo sin cesar por sucesivas conformaciones de relaciones de poder, originadas en lo que él llama “voluntad de poder”. Él afirmaba: “Este mundo y vosotros mismos sois voluntad de poder y nada más”.

Nietzsche consideraba este mundo sin principio ni fin con acontecimientos que se repetían continuamente. Posiblemente para darle mayor valor retórico a esta hipótesis concibió el “eterno retorno”, a lo cual se le ha dado diferentes interpretaciones. En este mundo los humanos podemos “sobrevivir y florecer” si somos lo bastante fuertes y bien dispuestos hacia la vida, a pesar del desencanto de saber que sólo se trata una eterna repetición.

Nietzsche reconocía nuestra humanidad como animalidad sin que ello fuera denigrante, sino siempre superable, ante todo por el enriquecimiento de la vida cultural, destacando la posibilidad de emerger como “seres humanos superiores” si estamos dispuestos a dejar de pertenecer al “rebaño”, elevándonos por encima de las leyes humanas.

La aceptación de la vida y la creatividad eran en términos generales las formas de contrarrestar el nihilismo, las cuales daban lugar a nuevas formas de verdad y conocimiento que propiciarían la transvaloración o cambio de los valores perdidos con el desarrollo de una teoría naturalista para los nuevos valores.

Como conclusión de este artículo sobre el nihilismo de Nietzsche, me permito transcribir las siguientes observaciones del gran escritor francés, Albert Camus: “Negamos a Dios, negamos la responsabilidad de Dios; solamente así liberamos al mundo. Con Nietzsche, el nihilismo parece hacerse profético. Pero no se puede sacar de Nietzsche sino la crueldad baja y mediocre que él odiaba con todas sus fuerzas, mientras no se ponga en el primer plano de su obra, mucho antes que al profeta, al clínico. El carácter provisional, metódico, estratégico, en una palabra, de su pensamiento, no puede ser puesto en duda. En él el nihilismo, por primera vez, se hace consiente. Los cirujanos tienen en común con los profetas que piensan y operan en función del porvenir. Nietzsche no pensó nunca sino en función de un apocalipsis futuro, no para ensalzarlo, pues adivinaba el aspecto sórdido y calculador que ese apocalipsis tomaría al final, sino para evitarlo y transformarlo en renacimiento. Reconoció el nihilismo y lo examinó como un hecho clínico. Se decía el primer nihilista cabal de Europa. No por gusto, sino por disposición, y porque era demasiado grande para rechazar la herencia de su época. Diagnosticó en sí mismo y en los otros la imposibilidad de creer y la desaparición del fundamento primitivo de toda su fe, es decir, la creencia en la vida”.

Todo en el mundo se repite como nos ha enseñado Nietzsche y la decadencia también regresa a nuestra época aun cuando rodeada de diferentes circunstancias. La superación del hombre es una necesidad siempre vigente para el surgimiento de una sociedad más justa y más grata, así tengamos que matar a Dios una y otra vez.

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5 Comentarios sobre “Nietzsche y el nihilismo

  1. “Nihilismo” es un insulto: nadie dirá “soy nihilista” sino más bien “tú eres un nihilista.” Para Nietzsche el cristianismo o platonismo para el pueblo es nihilista por negar el valor de la vida. Para los cristianos, Nietzsche es un nihilista por negar sus valores.

      1. Y 8 años después…..iniciamos a decir “soy Nihilista” “me considero nihilista””sigo el Nihilismo” (muchos incluso se han suicidado en nombre de esta ideologia)….

  2. Hay una malinterpretación grotesca sobre el filósofo Nietzsche. Nietzsche se hacía llamar a sí mismo el último noble, nunca buscó igualdad alguna y el socialismo lo consideró una forma de decadencia. Nietzsche nunca fue ateo, criticaba al Dios cristiano. Y su tranvaloración de los valores, se refería a la caída de los valores del cristianismo, la diferecia entre el hombre noble y el populacho. Sería bueno que leyera al menos sus libros antes de hablar sobre ellos. Saludos.

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