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En este ambiente renovado de ciudadanía que vivimos en Chile, que incluye formas de movilización social en las calles y las urnas, no es extraño ver resurgir la valoración de la filosofía.

Ya en la charla de Jacques Rancière, el 23 de octubre, en el GAM, se evidenció este afán de conocimiento cuando acudió el doble de las personas que cabían en  el recinto -280 butacas. Los asistentes frustrados, en lugar de irse, se quedaron reclamando su derecho a escuchar al filósofo francés y comenzaron a manifestarse, golpeando las puertas de vidrio y gritando consignas. En un momento, mientras Rancière exponía sus ideas, vimos literalmente caer cuerpos en un costado del escenario: eran jóvenes que encontraron una vía inusitada para entrar a la sala. Finalmente se resolvió su demanda, con una extensión de sonido para quienes quedaron afuera.

El miércoles 31 de octubre, en la Feria del Libro, estaba programada una entrevista de Cristián Warnken a Fernando Savater, filósofo español. Nuevamente, una enorme cantidad de personas, adultos y jóvenes, fue a escucharlo.

Sin embargo, al leer, por ejemplo, las ideas de cada uno acerca de la educación, no parecen coincidentes. Savater, en su libro El valor de educar, se interesa más en reivindicar el rol esencial de los educadores en nuestras sociedades. Mientras que Rancière, en El maestro ignorante, se coloca a favor de impulsar a los alumnos a usar su propia inteligencia. Este autor afirma que “la condición de cualquier política emancipadora es la presunción de la igualdad de inteligencia. Todo el mundo puede desarrollar la misma capacidad.”

Más allá de eventuales diferencias, ambos representan un pensamiento liberador y crítico. Ambos hablan de emancipación y se involucran en temas sociales y políticos. Savater dice, “cuando el número de preguntas y su radicalidad arrollan patentemente la fragilidad de las respuestas disponibles, quizás es hora de acudir a la filosofía.[…] Hacernos intelectualmente dignos de nuestras perplejidades es la única vía para empezar a superarlas. No para remediar el desconcierto sino para utilizar éste a favor del pensamiento.”

Estos dos filósofos, más allá de sus particularidades, parecen ofrecer lo que hoy buscan los jóvenes: acceder a un tipo de pensamiento que incluya las necesidades, demandas y formas de acción que se expresan hoy día, permita explorar libremente las condiciones actuales de nuestra existencia y enriquezca la  visión de una nueva sociedad.  Entendiendo esto, deberíamos celebrar que los estudiantes reclamen una educación de calidad.

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