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Eso de bailar “en la misma baldosa”siempre me pareció una tontera. Quedarse en una cuadrícula era, en mi fantasía de niñez, una insoportable restricción al libre desplazamiento. Con el tiempo entendí el sentido de la pegajosa cancioncilla. Pero en mi recuerdo persistió la imagen de personas aisladas del resto, prisioneras en un espacio mínimo.

Tuve esa sensación cuando vi el primer capítulo de  “El reemplazante”,  la serie nocturna dirigida por  Nicolás Acuña y Cristian Jiménez . El relato pone el foco en un grupo de  estudiantes de un liceo suvencionado, que vive en un ámbito reducido ysin perspectivas de desarrollo , y en adultos cazados en la trampa del “no te metas en lo que no te incumbe”.

Carlos Valdivia,Charlie el profesor reemplazante de matemáticas en el Colegio “Príncipe Carlos”, es un ex  operador financiero caído en desgraciaal que le ofrecen el empleo de reemplazante; joven, enérgico se instala   como una especie de mesías que llega a poner las cosas en otro contexto:

  • Que el colegio sea penca no quiere decir que ustedes sean pencas-, dice a los desganados alumnos de segundo  medio

Lo que Carlos no sabe  es que solamente el  1% de los chicos de ese colegio- establecimiento subvencionado de barrio marginal – llegará a la universidad. Se lo aclara Ana , la profesora  de Arte que se ha resignado a hacer  poco y nada, pero que todavía alberga la secreta esperanza de aportar un mínimo aliento en esta carrera de fondo, cuya meta difícilmente lograrán cruzar sus  alumnos.

El tema  está claro para  Maicol y por eso opta por unirse al poder más visible y cercano en su entorno representado por Claudio, el dealer que maneja el microtráfico en la población. El sería  podría sacarlo del agobiante entorno familiar, dándole la oportunidad de transformarse en “soldado”(alguien de mayor categoría en el medio,  porque porta un arma). Pero en su camino se cruza Flavia, la chica sexy del curso y expolola de infancia que al sorprenderlo con un revólver lo para en seco:  “No estoy ni ahí con andar con un weón enfierrado”. Flavia tiene su propio problema: un embarazo no deseado que no sabe si retener o “sacárselo” .

El mérito de “El reemplazante” es la forma como se articulan o entretejen los dramas personales con  el drama nacional: la mala educación; esa enseñanza deficiente que obliga a los personajes a salir de su “baldosa”, para empezar a jugar  en un trazado mayor. Un trazado que incluye la repartición del poder en el barrio donde se desarrolla fundamentalmente la historia y en Sanhattan, el remedo inventado por los jaguares del sur para emular a Nueva York.  Y que ,en el caso del barrio, se encarga de explicar el ayudante de Claudio a Maicol cuando pregunta  por qué  su jefe donó computadores al liceo, a cambio de que los estudiantes bajaran una toma:

  • Si los cabros están tranquilos no güevean; si no güevean, los pacos no llegan al barrio; a todos nos conviene el barrio tranquilo.

Lo malo es que en el intento de mostrar a los estudiantes movilizados la serie se queda corta, frente a la elocuencia de la realidad que todos vimos en vivo y en directo. Al contrario, en la representación de los momentos íntimos en el aula y los patios del liceo o en los espacios más privados, como los hogares  de los personajes, se logra  cercanía y veracidad. Además, el retrato de la marginalidad es respetuoso y no cae en estereotipos.

Quizá por eso el impacto de un trabajo que, pese al horario y el tema, ha obtenido más rating que el costoso y publicitado reality de las Argandoña, con mucho más dinero para su producción y con un despliegue de publicidad inaudito.

Uno de los méritos de esta serie es la elección de los actores, y la dirección de los mismos, destacando tanto quienes tienen una trayectoria prolongada como los novatos  Karla Melo  (Flavia) o Sebastián Ayala (Maicol ) que acompañan acertadamente a Blanca Lewin (AnaIván Alvarez de Araya (Charlie ); y a Roberto Farías (Pancho) y al  avezado Sergio Hernández, quien interpreta al padre de ambos.

Si no fuera porque en los últimos dos años hemos visto y oído muchos testimonios apelando a la esperanza, uno  podría pensar que hay un intento moralista en la conversión de Flavia, que de jovencita díscola e insubstancial,  pasa ser una alumna reflexiva , capaz de escribir cosas como: “Estoy en un liceo que nadie sabe que existe. Muchas personas tratan de hacernos sentir  que no tenemos derecho a soñar, porque así las cosas son más difíciles; pero eso es problema de ellos no mío. Ya no tengo miedo de reconocer lo que quiero: quiero conocer la nieve  y quiero ir a la universidad. Lo importante es que por fin nos estamos dando cuenta que solos no podemos llegar a ningún lado”. Vuelvo a pensar  en un tópico: muy a menudo la realidad supera a la ficción.

Foto: CNTV

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