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En los huesos de mi cuerpo histórico llevo grabado los rostros de los que me conformaron. Lo que si, lo que no. Todo es parte del texto escrito año tras año, inmersión tras inmersión, navegando, con los poros abiertos. Esporas sutiles, extraños corpúsculos ínfimos, sensibles que perciben lo que se oculta a los ojos.

También mi cuerpo histórico está escrito por los vanos intentos por apaciguar el dolor que me acompaña de la mano las mañanas frías. A nadie le gusta el dolor, a nadie le gusta el jardín triste cuando todo en él aparece irremediablemente muerto. Pero existe, está ahí, es parte del viaje. Finalmente, año tras año, llega la primavera, igual.

Y apareces Fernandito mío, te siento danzar en las partículas de la luz de esta tarde de abejorros y crisálidas. Las arañas de rincón hoy no juegan y te asomas entre el follaje de acacias, jacarandas, mandarinos y otros muchos sin nombre. Estiro los dedos de mi mano como si fuera ciega y mis dedos perciben, certeros, la forma de la luz. La tibieza entra por el mapa de mil líneas que forma mi huella dactilar. En ella vives tú, girando, en espiral, para siempre. Navegante de mis mares, sacas telescopios dorados que descubren tierras nuevas. Deletreo tu nombre sin voz: Fernandito, Fernandito, mi primo que vive al fondo del mar con peces verdes tornasolados, medusas, caballos de mar y melenas largas de chilenas muertas. Sonríes, acuoso, submarino, pero sonríes como lo hacías, tan abierto, tan decidido a reír.

Hoy, mujer casi vieja, quisiera acunarte, mecerte con los arrurru que no podía darte entonces. Ni podía, ni quería, porque era una niña que te miraba como príncipe encantado llegado de un territorio donde había libros, revoluciones, caballos que abrían universos donde todo podía ser bueno  y yo sentirme acompañada, a salvo de la soledad feroz que hasta hoy me corteja, seductora. Tu lengua golondrina traía la promesa del abrazo tibio de una humanidad feliz, de una humanidad en paz.

Aparecen tus dientes blancos. Eso. Primero que nada esa risa tuya que me alegraba la piel siendo esa niña perdida en el bosque de la vida con una mamá olorosa, a veces hechicera mala, a veces hada buena que traía milagros. Después son nuestras caminatas bajo la lluvia tupida de mayo por la ribera del río Mapocho. ¿Te acuerdas mi negrito de manos cuadradas? Te reías de mí, de esa niñita rica que apenas sabía lo de los pájaros y el polen que hacía las guagüitas. “Regalona, regalona, mal enseñada”, me decías. Yo te miraba como se mira a quien tiene rosarios de todas las religiones y palabras sagradas envueltas en sonrisas cascabeles, picardía. Me ofrecías unos ojos, que eran los míos también. Ojos chinos que se cerraban y abrían oteando el cielo y la tierra en busca de verdades. Te creía tan grande, tan mayor que yo cuando me leías, tan de otro mundo y eras un niño, un joven noble que iba sumergiéndose en el caudal frondoso, torrentoso de unos tiempos que a ti y a mi y a tantos nos apasionaron. No viviste para estar conmigo hoy, sentada frente a esta tarde de abejorros donde sigue respirando, tan adentro, la herida que dejaste tu, pero no solo tu, sino también esos tiempos y esos amigos y amigas con el sol en la mirada. Fue la tormenta estelar y colorida que se avecinó y nos fue arrastrando. A ti te llevó, te llevó lejos y cerca, porque te quedaste en mi como rastro de algo que pudo ser y no fue pero llama con su canto de sirena buena. Son melodías que trae el lucero e inspiran el paso por la tierra.

Y es que creímos, sentimos y desde ese corazón encarnado, escribimos, copulamos como desenfrenados buscando la simiente fértil de una nueva vida para el mundo.

Fer-nan-di-to, deletreo tu nombre. De mi boca salen mariposas que llegan por la ventana donde yaces mal herido, golpeado, torturado. Mis alas limpian una a una tus heridas. Derramo un elixir de jazmines en la huella que dejó la picana, el soplete, el zarpazo mortal. Frente al daño, en un rito arcaico y poderoso, pongo el rostro y el latir vertiginoso de la  morena con cuerpo caliente que te cobijó cuando te dejaste barba y me abandonaste. Yo indagaba en el Principito y en lo que era invisible a los ojos, en Gandhi y las mancomunales y tú, mi Fernandito, negrito guapo, mi primo inalcanzable, entrabas de lleno en la revolución.  No alcancé a seguirte.

Hoy, leo en mi cuerpo histórico las mil palabras y seres que trajo el viento. El Che, Fidel. Allende, Frei, Franco, Pinochet, Ibáñez, Pedro Aguirre Cerda, Gandhi, la Mistral, Frida, Huidobro, la Violeta, Elías Laferte, Recabarren, Sandino, Somoza, Kennedy, Isadora Duncan, Stalin , Lenin, Trotsky, Lennon, Neruda, Rosa de Luxemburgo, Inés Delano, Tania, La Pasionaria, los zares de Rusia ajusticiados, los reyes de Francia guillotinados, las masas, el pueblo. Un caleidoscopio de rostros, retazos de ideas que se repiten a lo largo del viaje. Ideas reimaginadas, reinventadas, conforman el perfil de los tiempos que me ha tocado vivir.

Y tú, Fernandito, errante de la hermosura extraviada, desaparecido y mil veces aparecido en los caminos silenciosos de mi corazón, hoy te presentas con la camisa blanca con la que te llevaron. Tiene se olor a jabón que me gustaba. Te sientas a mi lado y me tomas la mano en este atardecer de montañas verdes y brisa suave. ¿Qué piensas hoy, mi chino lindo? ¿Dónde estarías parado, con que soñarías? ¿Soñarías? ¿Aún enrumbarías tus pasos a las calles? ¿Escribirías, te meterías a twiter, votarías? ¿Andarías conmigo por los barrios? ¿Sentirías la soledad mordiéndote la vida o seguirías vibrando en ese NOSOTROS que te llevó por las tierras de la muerte? ¿Cuáles son las conclusiones, mi primo querido? ¿Por donde seguir y cómo? ¿Cómo fue todo, estuvimos equivocados, cómo somos? Tú me miras desde profundidades que dan vértigo y entro en los desfiladeros de mi cuerpo. Ahí se esconde la vida, mi vida. Ella es todo lo que fui, lo que seré, lo que soy hoy día en que fui visitada por tu risa y en que quiero rendirte un homenaje de amor hondo y decirte, en un susurro, que sigo soñando, mi Fernandito, soñando con la comunidad humana.

 

 

 

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8 Comentarios sobre “Fernando, mi primo desaparecido

  1. Querida malucha …por caminos distintos nos encontramos…sin embargo compartimos sentimientos tan hondos y profundos como este….me incluyo en tu poema…es un texto que me llevo contigo…tantas similitudes y algunas diferencias…en el contexto el pesar, la ausencia, el dolor es el mismo.
    te dejo mis respetos profundos…es bellísimo el texto y dice tanto de cierto y de profundo …lo mas intimo del ser….gracias por compartir…muchísimas gracias…yo soy ese alguien que en la distancia te he seguido como un espectador de tu vida simplemente por admiración a tu persona…no sabia que compartíamos sentires como este…te quiero mucho…carmen

  2. Gracias por tu recuerdo de mi negro.
    Su sonrisa fue lo último que ví cuando nos despedimos en la Venda Sexy.
    Quedamos de esperarnos… hasta qué vino en mis sueños a pedirme que lo dejara partir.
    Este es un dolor que permanece con nosotros siempre.
    Gracias Malucha por haber sido una prima muy querida para él.

  3. Maluchita… tus palabras llenas de sentimientos me hicieron recordar… 17/12/82 me quitaron a mi abuelo… en extrañas circunstancias el muere, no lo alcanzo a conocer, pero su recuerdo en sus hijos lo mantienen vivo… cada historia, leer la cronica que hicieron sus compañeros del diario me hacen conocerlo y extrañarlo… tus palabras llenas de amor y añoranza son lo que justamente siento… espero algun día poder compartir los mios… un abrazo maluchita linda

    1. Otro abrazo para ti. Tenemos, entre todos, que desandar el camino del desaparecimiento volviéndolos a formar parte de la comunidad nacional.

  4. Malucha..muy emotiva lembranza..este 19 de diciembre en la Villa Grimaldi se estrena la cantata a los 119 de la esperanza donde se rinde homenaje a todos aquellos que arrojaron al mar en la Bahía de Quinteros.Parte de esta cantata fué grabada y mezclada en El Expreso Imaginario de Peña este invierno..un homenaje a aquellos que soñaron con un mundo mejor..en la emotiva voz de Leo Yañez..

  5. Malucha. He intentado el rescate del beso de mi hermano Jorge. A través del sonido he viajado con el latido al borde del abismo. Ese mar que dolorosamente nos baña no quizo ser cómplice, pero tiene en su vientre los dedos de mi hermano y la canción inconclusa.
    La condena que llevo va como un huerfano junto a la tìmida ganas de vivir que se asoma. El sol existe en fondo del mar.

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