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Hubo una imagen de New York durante el paso del huracán Sandy que me impactó y llevo un tiempo queriendo escribir sobre ello. La esquina de los anuncios. Ya sabéis cual digo, la archiconocida de Times Square, esa que sale siempre en las películas y series, ese inmenso muro de luces brillantes y cambiantes colores. Las dos avenidas a oscuras por completo, ni un alma, el coche patrulla con las luces girando moviéndose despacio bajo la fuerte lluvia… y encima, como una especie de mala broma, el muro de luces y colores donde una cara femenina sonriente anunciaba cosméticos.

En medio del desastre, lo único que funciona, por encima de hospitales y servicios básicos, resulta ser la publicidad. Estremecedor. A eso hemos acabado llegando. A que se considere más importante colocarles generadores autónomos a las vallas publicitarias que a los jodidos hospitales. Adjunto una imagen que no es la que yo vi y que genera esta reflexión –porque yo lo vi en las noticas de la CNN- pero que ilustra a las claras lo que estoy diciendo. La ciudad a oscuras al fondo y los anuncios de Times Square siguiendo con su banalidad como si nada.

Se equivocaron cuando en la escena final de “El Planeta de los Simios” Charlton, el fascista de la LNR, se da cuenta finalmente de que está en la Tierra al ver lo que queda de la Estatua de la Libertad. Sin duda. Deberían de haber mostrado a un buen montón de monos haciendo su vida, ajenos totalmente al muro de luces brillantes y cambiantes colores que indiferente a que no haya humanos que puedan ya comprarlos, sigue anunciando cosméticos con una sonrisa perfecta. Hasta la eternidad. Aunque no me extrañaría que durante el fin del mundo, haya pausa para los anuncios, con un “volvemos en 4 minutos”.

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