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Hemos podido construir el texto del silencio, el cual tiene una estética en la puesta en escena.  La Real Academia de la Lengua,  entiende por estética: Ciencia que trata de la belleza y de la teoría fundamental y filosófica del arte o Conjunto de elementos estilísticos y temáticos que caracterizan a un determinado autor o movimiento artístico”  podemos definir que el silencio contiene elementos temáticos que fundamentan filosóficamente el signo, como el texto del silencio

Para  Patrice Pavice en su diccionario teatral nos señala el significado de estética como: “(…) ciencia de lo bello y filosofía de las bellas artes es una teoría general que trasciende las obras particulares y se centra en describir los criterios y juicios en materia artística y, de retruque, los vínculos de la obra con la realidad y la verdad. (…)La estética teatral formula las leyes de composición”.[1]

Es interesante descubrir las relaciones que establece el silencio con la realidad, y más aun, con la verdad, este silencio establece una formula infinita, como hemos señalado anteriormente, por lo tanto, la verdad es personal y en ella confluyen tantas miradas sobre los hechos, como espectadores entren en la sala.  De la misma forma, podemos deducir que los juicios y criterios están puestos como problemas a resolver, es el espectador el que resuelve, finalmente, su propia estética del silencio. Desprender sus leyes de composición estética seria difícil, solo podríamos llegar a una parte de ellas, una suerte de definición, del listado de los elementos que confluyen en la puesta.

Precisamente, Patrice Pavis,  en su diccionario teatral, nos señala cuatro tipos de estética teatral. Él nos comenta: “La estética normativa, ausculta el texto o representación en función de criterio de gustos particulares de una época (…) elimina algunos tipos de obra al caracterizar el genero teatral como lugar de un conflicto (…) formula un juicio de valor sobre la obra intentando basarlo en criterios claramente establecidos”.[2]

Esta definición, no es aplicable a nuestro texto del silencio, ya que se formula un valor basándolo en criterios establecidos, poniéndolo en una actitud finita como relato y esto se contradice con lo abstracto e infinito de la definición de texto del silencio. Continuemos con las definiciones del autor“La estética descriptiva o estructural. Se conforma con describir las formas teatrales inventariarlas y clasificarlas según distintos criterios (…) se subdivide en un estudio de los mecanismos de producción del texto y del espectáculo. (…) un estudio de la actividad de recepción del espectador (…) intercambios emocionales de identificación o distancia”.[3]

Esta definición, sostiene la limitante de clasificar la identificación o la distancia de la obra, dejando al espectador como un receptor de la misma y no como un elemento más del texto espectacular. En la siguiente el autor nos señala:

“La estética de la producción y de la recepción, La estética de la producción enumera los factores que explican la formación del texto (determinaciones históricas, ideológicas, genéricas) y el funcionamiento del escenario (condiciones materiales del trabajo, de la representación, de la técnica de los actores) (…) la recepción, por el contrario (…) examina el punto de vista del espectador y los factores que han preparado su recepción correcta o errónea (…) el modo de percepción, distanciada o emotiva, el vinculo entre el mundo ficcional y los mundos reales de la época representada y del espectador”.[4]

Lo coincidente en esta estética, es la integración del espectador, como un referente más; pero nos presenta una contradicción para nuestro análisis, porque esta separado el análisis  de la producción y la recepción, como elementos aislados de la obra teatral, el autor establece la recepción como valórica, asignadole la recepción al espectador como correcta o incorrecta. Esta estética mencionada nos aleja de nuestra definición integradora del espectador, como un accionar más de la puesta. Revisemos la última definición que realiza Pavis:

“Estética y dramaturgia,  estas dos nociones se superponen en gran parte, puesto que ambas están atentas a la articulación de una ideología o de una visión del mundo y de una técnica literaria o escénica. La semiología se interesa por el funcionamiento interno de la representación sin prejuzgar su lugar en una estética normativa concreta. Toma de la estética algunos de sus métodos: Búsqueda de unidades e intercambios, vínculos entre los sistemas escénicos. Producción de los efectos”.[5]

Esta definición es integradora en su análisis, y confluyen y se articulan en él, una visión de la escena, no prejuzgada, desde el lugar de donde se realiza la estética, en este caso, el texto del silencio. Su mayor coincidencia radica en los vínculos de los sistemas escénicos, estableciendo su análisis desde el signo, que es nuestro texto del silencio. Además, establece que la semiologia se interesa por el funcionamiento interno de la representación, existe una relación directa de lo interno de la representación con lo interno del hombre, nos referimos al silencio, como punto de partida.

El texto del  silencio, ¿es semiológico? Para encontrar esta repuesta, el mismo autor nos señala, en relación a la definición de semiología, que: “La semiología es la ciencia de los signos. (…) es un método de análisis de los textos y/o la representación, atento a su organización formal  a la dinámica y la instauración del proceso de significación por medio de los profesionales del teatro y el publico”.[6]

En la significación del proceso, está la clave, el silencio es un proceso de significación que conduce a un futuro, en el cual, participan íntegramente, todos los profesionales del teatro y el público. El texto del silencio, por consecuencia, debe ser analizado desde la estética de la dramaturgia, ya que en ella, confluyen indiscriminadamente e infinitamente, todos los elementos a considerar en una puesta, en el signo que es el texto del silencio.

Pero este signo tiene dos miradas distintas según Saussure y  Peirce, la semiología o la semiótica.  Patrice Pavis, al respecto, nos comenta: “Semiología  para  Saussure que limita el signo a la alianza de un significado y un significante. Pierce añade a estos términos (denominados representante e interpretante) la noción de referente es decir la realidad denotada por este signo”.[7]

La tercera noción hace la diferencia entre estos autores, la realidad denotada por el signo. ¿Cuál realidad?, ¿La escénica o la construida por el espectador en su silencio? Esta diferencia, es un abismo tan grande, como las realidades construidas por el espectador en su silencio.

El texto del silencio pertenece a una estética, en  la cual convergen todos los elementos de la representación, en él, nacen y mueren todos los contenidos y las acciones que puedan darse en el texto espectacular. Están todos invitados a ser verbos activos y constructores de la representación, incluso los que no quieran, ya que su sóla presencia es acción y modificación del teatro. La estética es un signo perteneciente a un análisis semiológico de la puesta,  estética y dramaturgia, como nos menciona Pavis. Esta estética es, conceptualmente, un espacio en permanente movimiento, una sumatoria de todo, donde la contradicción no existe, es la estética  democrática[8], amparada en la participación libre y voluntaria, y el accionar del espectador como responsable del  relato.

 


[1] Pavice Patrice: Op. Cit. p. 183 y 184

[2] Ibid., pp 183 y 184

[3] Ibid., pp. 183 y 184

[4] Ibid., pp. 183 y 184

[5] Ibid., pp. 183 y 184

[6] Ibid., pp 410-417

[7] Ibid., pp 410-417

[8]  Ver en Actor y director: texto del silencio

Este texto es precedido por  Hacia una definición del silencio (1) ,  El silencio (2) como concepto filosóficoEl silencio (3) y su iconografía musical,  Silencio (4): la imagen de la emoción,  El silencio (5) como pieza inicial en el método StanislavskiLa dirección del actor hablante en el silencio (6), y Actor y director: texto del silencio (7)

 

 

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2 Comentarios sobre “El silencio como estética en la puesta en escena (8)

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