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Mi primera imagen con la Radio es en la casa nueva,  calle Goycolea, Ancud. Debe ser 1965 o 1966. Es la tarde, estamos en el living; mi papá, mi hermano y mi hermana, escuchan canciones infantiles y cantan. La música sale de un disco que da vueltas en un tocadiscos conectado a la Radio.  Yo observo desde el piso.

El segundo recuerdo es, ya en Santiago, nuevamente en el living, pero ahora de la casa de Pedro Aguirre Cerda, en La Cisterna. Debe ser 1969. Tengo 7 u 8 años. Es mediodía,  y en la Radio suena una canción que me gusta, es Oba Di Obla Dá, de Los Beatles. A partir de ese momento, la Blaupunkt empieza a jugar un papel importante en mi vida.

La Radio es hermosa, tiene una caja de madera semi oscura y brillante. En el frente, me llamaba la atención sus grandes teclas blancas, que yo apretaba una a una por puro gusto. Tenía también un panel de colores con muchos números y letras. Ahora sé, gracias a Google, que su nombre completo es Blaupunkt Madeira de Luxe, y que nació en Alemania en 1958.

La Radio, durante muchos años, fue la reina del living de mi casa, su reinado solo sufrió un revés, en 1971, cuando llegó el televisor Phillips de 23 pulgadas en blanco y negro.  Al año siguiente llegó una radio portátil con cassettes,  que nunca significó una amenaza para ella, ya que con mi hermano, la llevamos  a nuestro dormitorio.

Escuchábamos Radio Portales todo el día. A las 9 am, aún acostados, comenzábamos con un radioteatro que se llamaba “Confidencias de un Espejo”, o El Espejito como le decíamos nosotros. Eran historias tristes, basadas en cartas que enviaban las auditoras a la radio. Muchas historias tenían que ver con niñas que llegaba del sur, a trabajar en Santiago.

Después escuchábamos música, hasta el mediodía. Una canción que me encantaba era La Banda de Chico Buarque, cantada en español. A las 12 emitían el segundo  radioteatro, se llamaba “Lo que cuenta el viento”, eran historias del campo, generalmente con apariciones, higueras y otros temas de sustos varios. Como a la una comenzaba “Hogar Dulce Hogar”, historias divertidas que ocurrían en la casa de un matrimonio compuesto por un señor que se llamaba Celedonio Menares y su mujer llamada Sinforosa. Ella era una vieja bruja y él un viejo fresco: de hecho, ella lo llamaba Coreano Fresco, supongo que porque tenía los ojos rasgados.

En la tarde, como a las 3, había un radioteatro que le gustaba a mi hermano mayor,  donde recreaban historias a partir de una canción que en ese momento estuviera de moda. Había otro más tarde que se basaba en películas; solo me acuerdo de una: se llamaba El Secreto de Santa Vitoria, y trataba de un pueblo en Italia, donde la gente se organizaba para esconder de los nazis, el famoso vino de la comunidad; a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Como a las 7 de la tarde venía “Residencial La Pichanga” que nos entretenía mucho. Era una residencial, donde los huéspedes representaban a equipos de fútbol, y se echaban tallas, durante la hora de cenar. El personaje que más recuerdo era uno llamado Gabito Serena, que interpretaba el actor Gilberto Guzmán (Q.E.P.D.), el mismo de El Fatiga de la televisión.

El día radial terminaba como a las 9 de la noche, con un radioteatro que transmitían en Radio Agricultura, llamado “La Tercera Oreja” , que relataba historias de miedo, que al igual que “El Siniestro Doctor Mortis”, escuchaba en mi cama, muerto de susto.

Si bien es cierto, la aparición de la tele, afecto nuestro gusto por la radio, este impacto fue paulatino, ya que según mi padre, el televisor era “la caja de los tontos”. Para no afectar nuestro desarrollo intelectual, el tiempo que permanecía encendida estaba restringido a ciertas horas del día y a ciertos programas, además la televisión solo comenzaba a transmitir después de las 2 de la tarde. La mañana nunca dejó de ser territorio exclusivo de la radio.

A pesar de la amenaza permanente de la tele, hubo momentos en que la Radio nuevamente reinó, en gloria y majestad, como cuando se echaba a perder la tele. Inclusive hubo instantes en que ambos medios se complementaron perfectamente: descubrimos que el canal 13 se podía escuchar en FM; cuando a la tele se le echaba a perder el sonido, veíamos la imagen en el televisor y escuchábamos el audio en la radio con cassettes. Cuando a la tele se le iba la imagen ahí no había nada que hacer, salvo esperar hasta que mi papa tuviera plata para llamar un técnico que viniera  a arreglarla. Esa espera podía durar meses.

El Golpe,  afectó también a nuestra Radio. Como todas las emisoras empezaron a dar noticias falsas, tuvimos que recurrir a nuestra querida Blaupunkt, para que nos contara algo de lo que realmente estaba pasando;  así fue como a la programación habitual, se agregó una función de trasnoche. A las 11 de la noche,  se apagaban las luces del living, se bajaba el volumen, y mi papá buscaba en onda corta, la Radio Moscú. El programa era “Escucha Chile”, y en él hablaban de lo que pasaba en el país, con palabras, como fascistas, dictadura y tortura, que no se oían en ninguna otra parte. En esa época también empezamos a escuchar las noticias de Radio Balmaceda y ya no de Radio Portales. Claro que después de un tiempo, en 1976 para ser precisos, la Radio Balmaceda fue clausurada.

Más o menos en esa misma época, descubrimos que podíamos conectar a la Radio, mediante un cable, nuestra radio con cassettes. Fue así que la Blaupunkt se transformó en nuestro equipo de sonido. Gracias a ella podíamos escuchar a Silvio Rodríguez a Soledad Bravo y a Credeance,  más alto y con un mucho mejor sonido. No daba para hacer fiestas, de hecho en mi casa nunca hicimos una fiesta, pero sí para pasar una tarde de sábado escuchando buena música, desde el patio.

En todo ese tiempo nunca falló, nunca tuvimos que mandarla a arreglar. Menos mal, porque como era a tubos, y mi papá la había comprado en Ancud, que en esa época era puerto libre, lo más probable es no hubiéramos encontrado repuestos para ella. De repente, nuestra querida Radio, empezó a mostrar signos de vejez. Se le iba el sonido. Al comienzo era solo una baja de volumen momentánea; pero paulatinamente, esas caídas fueron haciéndose más frecuentes y más prolongadas. Así se fue apagando poco a poco nuestra Radio; hasta que un día no la encendimos más. A pesar de ello, nunca dejó de estar en su lugar de privilegio, en el living de nuestra casa. Después de muchos años, yo la llevé a vivir conmigo, ahora está en casa de una de mis hermanas. Es cierto está  más viejita y callada pero sigue linda como siempre.

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6 Comentarios sobre “Vida de radio

  1. Holaaaa¡¡¡¡, sabes queremos molestarlos con un pedido humanitario, trabajamos con un grupo de adultos mayores de un pueblo , pequeño, lejano, pobre y rural, necesito encontrar mas títulos de confidencias de un espejo, ya que no podemos ocupar mucho ni el terror ni el misterio, y confidencias de un espejo eran preferentemente romántica y por eso los molesto con este pedido, además, acá se escuchaba este radioteatro y nos ayudaría mucho, por favor ayúdenos , muchos abuelitos solos se los agradecerán

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