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Hoy me dijeron “Lamgen” (hermana) y me pareció la palabra más hermosa. Creo que nunca me la habían dicho, a lo menos yo no la había escuchado de esta manera. Por eso decidí escribir, para agradecer este regalo.

En estos días en que la Araucanía sufre, que las demandas mapuche están de paso por las agendas de los medios, que los « derechos » suenan como eco y que la gran mayoría rechaza los actos de violencia como forma de expresión (mucho menos resolución) de conflictos, necesitamos volver a conversar. No hablar, sino conversar, o sea dar vueltas juntos y encontrarnos en un diálogo que nos transforme.

Hablar es articular palabras para darse a entender. Dialogar implica un intercambio que busca encuentro. Ese intercambio se construye desde el respeto, la validación del otro como legítimo otro, como diría Maturana. Claro, dado que te respeto, valido este espacio de conversación en donde nos encontramos como iguales. Es en ese respeto mutuo donde vamos generando confianzas y nos atrevemos a mover los límites de nuestras seguridades, siempre precarias, para así abrir la posibilidad de crecer juntos.

¿Y si la desconfianza, el miedo y el secreto deseo de imponer nuestra idea es lo que prima ? Más que nunca tenemos que conversar. Aunque sea con desconfianza porque cuesta creer cuando te han traicionado. Aunque sea con miedo, porque duele exponerse cuando has sido herido. Aunque sea con ideas preconcibidas de lo que es mejor y tengas muy poco espacio (o nada) para que se produzcan cambios. Igual vale y vale tal vez más que nunca, porque al menos tendremos la posibilidad de mirarnos las caras, decir lo que cada uno quiere expresar y escuchar lo que somos capaces de recibir.

Porque aunque sea  espantosamente precario ese diálogo tiene siempre un gran potencial. En una de esas nos topamos con una palabra del otro que nos hace sentido, una mirada en que nos sentimos reflejados, un chiste compartido o alguna emoción que nos une.

Honesto, diverso, abierto, resolutivo, transformador… ese diálogo puede llegar a ser todo lo que deseemos. Pero primero debemos empezar a acercarnos. Es en un cotidiano compartido y dialogante que surge lo común y se derriban las fantasmas del « otro ». En todas partes necesitamos diálogo, pero urgentemente en La Moneda y en el Cerro Ñiecol. Seguro que no fue fácil cuando en 1881 se realizó el parlamento en que representantes chilenos y mapuche acordaron la paz y ceder terrenos para que los colonos edificaran Temuco. Tampoco será fácil ahora, pero se puede porque la palabra “Lamgen” es poderosa.

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Alguien comentó sobre “Diálogo en y con la Araucanía

  1. Hermoso el mensaje de mi lamngen Victoria
    Hoja la todos en algún minuto nos tratemos como tal con respeto y cariño .
    ESTAMOS TRABAJANDO PARA LOGRARLO UN ABRAZO CARIÑOSO.

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