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Los hilvanes de la vida son siempre mágicos. Esta historia parte hace muchos años en mi primer viaje a Europa que hicimos mochileando con una amiga. Estábamos en Londres y decidimos juntar las monedas para ver “Les Miserables”. Entradas vendidas a precio de últimos minutos y ubicaciones casi cerca de las lámparas del teatro, nos permitió entrar. Al salir, por horas tarareamos caminando por las calles: “Do you hear the people sing?” Esa extraña fuerza del colectivo se te queda pegada.

Ayer fui con mis hijas a ver la película del musical. Como llegamos tarde a una animada, esta pareció la mejor opción ya que decía para mayores de siete años. Si lo hubiera pensado tal vez habría desistido. La oscuridad y la tristeza del tema no son fáciles ni siquiera para quienes nos creemos adultos (ni hablar de los dilemas entre el bien y el mal).

Durante la película ellas me preguntaron por qué las había traído, me dijeron que me había equivocado al igual que la primera vez que las llevé a ver una película que no era doblada. Cerraban los ojos en las partes más tristes y me apretaban fuerte la mano cuando me sentían llorar. “Ya mi chiquitita, es una película” me decía mi hija más pequeña secándome las mejillas, mientras la otra me volvía a preguntar por si vendría un final feliz.

Hacemos lo imposible por evitarles sufrimientos a nuestros hijos, sin embargo, las tenía viéndolo. Mi única salida fue empezar a conversarles durante la película. Les conté que siguen habiendo muchas personas que viven en situaciones miserables, que tener derechos es algo que se ha conseguido con luchas, que esa es una película pero que hay muchas revoluciones y barricadas reales. “¿Cómo la de las protestas de los estudiantes?” Me preguntaron, si algo parecido, respondí. Entre cuchicheos les compartía cómo los sueños son los que generan los cambios.

Con caritas de pena me dijeron que les daba miedo la guerra, en un segundo hice un recorrido fugaz por todo lo que esa palabra significaba dicha en ese momento, y les dije que a mí también me daba miedo.

No por casualidad, Susan Boyle escogió la canción “I dreamed a dream” para presentarse y luego ganar en Britains Got Talent. Y tal vez de eso se trata esta historia, mis hijas conocían a Susan Boyle pero no habían visto a Los Miserables.

-Mamá: ¿tiene final feliz?

-Sí, eso creo.

-Pero ¿de verdad te toman preso por robarte un pan?

-Sí, a veces pasan cosas así.

 

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2 Comentarios sobre “Cantando con Los Miserables

  1. Andrés Pérez, el gran director de teatro chileno, que partió a las otras tierras del espiritu, una vez me dijo: “Todo lo que los artistas hemos visionado y plasmado en nuestras obras alguna vez, ha ocurrido: Julio Verne y sus sueños de submarinos y viajes al fondo del mar, cineastas mostrando ataques a las torres gemelas que caían a pedazos sobre la ciudad, Da Vinci y su aparato que surcaba los aires, y así sucesivamente. Por eso, Malucha, hay que hacer obras con finales felices y mundos como los que soñamos”. Desde ese día, sin hacerle el quite al espacio de las tinieblas, indago en la luz obsesivamente.
    Un abrazo Victoria y gracias por el artículo. Invita a reflexionar sobre la creación

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