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―Buenos Días.
―Buenos Días ―me respondieron al otro lado de teléfono.
―Necesito hablar con la señora Berta.
―Con ella habla.
―Buenos días, usted habla con Antonieta, la estoy llamando de parte de Christine para contarle que recibimos su carta. Christine dice que le enviaremos una respuesta al final de esta semana.
― ¿Está trabajando con  Christine? ―me preguntó la señora y noté su acento mexicano―. ¿Usted es su asistente?
―Así es ―le contesté sin sospechar lo que vendría―. Estoy trabajando para ella.

― ¿Para ella? ―repitió la señora―. Trabajas CON ella será, pero no PARA ella pues niña. Si la esclavitud terminó hace muchos años. No tienes que dejar que nadie abuse de ti…
―Pero… ―alcancé a balbucear.
―No mija… si la esclavitud es algo del pasado. Yo siempre les pido a mis hermanos hispanos que sean claros y que siempre digan que trabajan CON alguien, no PARA alguien. Tenemos que hacernos respetar porque fuimos un pueblo bastante castigado y esclavizado pero ahora es diferente, es nuestra oportunidad de cambiar el mundo y tenemos que pelear por nuestros derechos.

―Claro ―respondí desconcertada y me acomodé en la silla―. No podía creer que el uso de una preposición en vez de otra, gatillara tal emoción en aquella señora.

― ¿Qué edad tienes? ―me interrogó.
―32―contesté sin demora―. No entiendo por qué respondí esa pregunta. No era algo relevante, al menos no para mí.
― ¡Ah! eres muy joven y tienes que aprender que nadie debe aprovecharse de ti. Aquí, en los Estados Unidos, están acostumbrados a tratarnos como esclavos ―me sermoneó.

Me acomodé de nuevo en la silla.
Asombrada por el episodio que se había desatado, con mucho respeto porque no quería parecer insolente, menos si estaba llamando de parte de mi jefa, me atreví a decirle:
―Lo que pasa es que yo no he tenido esa experiencia, nunca me he sentido esclava de nadie, para mí no es un problema decir que trabajo “para” alguien.
― ¡No! si no se trata de experiencias, personalmente nunca me he sentido esclava porque siempre he tenido cargos de directora ejecutiva. ¡No es eso! Sólo que debemos pelear por los derechos de  todos los hispanos.
―Ok ―me apuré en decir para terminar el diálogo―. Muchas gracias por su consejo.
―Bueno, esa es la lección de hoy para ti –cerró amorosamente la conversación la señora. Dígale a su jefa que muchas gracias por la llamada. Que tenga un lindo día.
―Igualmente.
¿A esto se refiere Humberto Maturana cuando dice que el lenguaje crea realidad? Pienso en las miles de personas que escuchan la misma frase y no sienten una emoción similar a la que sintió la señora del teléfono. El mensaje que quise transmitir no fue el mismo que se recibió; una interpretación que por supuesto surge de su propia historia y de las experiencias que ella ha vivido –y estoy segura– también ha sufrido. No puedo negarlo, cuando terminó la llamada me sentí amenazada, sermoneada, casi oprimida. Respiré largo y profundo. Caminé por el pasillo y le conté a mi jefa. Ella dijo relajada: “Ah, no te preocupes yo también digo que trabajo PARA…”.

Estas vueltas por el lenguaje y la esclavitud todavía rondan mi cabeza:

El lenguaje, porque es mucho más que un conjunto de símbolos que sirven para comunicarnos, tiene que ver con las emociones que producen las palabras y cómo las usamos en la convivencia humana. Por eso Maturana dice que las palabras no son inocuas y no da lo mismo que usemos una u otra, como también afirma que conversar es un intercambio de lenguaje y emoción.

Y la esclavitud porque a diferencia de lo que cree la señora, la esclavitud no es del pasado. Todavía hay adultos, adolescentes y niños que trabajan en regímenes de esclavitud o semiesclavitud. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), 21 millones de personas son víctimas de trabajos forzosos. Muchos de ellos lo hacen en lugares poco visibles como barcos pesqueros, al interior de fábricas o en la agricultura. Estas situaciones “representan la involución de las conquistas sociales que se lograron con sangre a través de siglos”, escribió Ernesto Sábato en sus breves pero profundas memorias Antes del Fin.

La verdad, estoy confundida, no sé cuál de todos los temas que surgieron de esta breve conversación por teléfono es el tema de fondo. Qué conclusiones sacar de esto; no sé si cambiar mi modo de hablar, si decir “trabajo con” en vez de “trabajo para”, si gritar más fuerte contra la esclavitud o si sólo debo contarte la anécdota para que tú mires la historia con distancia y me cuentes con tu propio lenguaje, desde tu propia emoción, qué pasó aquí.

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3 Comentarios sobre “Esclavos del lenguaje

  1. Totalmente de acuerdo con la Verito Rodloff, son dos posiciones diferentes empleado y empleador.
    Al parecer la Sra. necesita ayuda de un Psicólogo…

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