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A Stéphane Hessel en el día de su muerte, a mi amigo Georg Jovanovic que me dejó su libro en mi mesa de trabajo.


A partir de la lectura del libro ¡INDIGNAOS! de  Stéphane Hessel, que llegó a mis manos recién este verano del 2013, he cambiado mi perspectiva de análisis. Fue un torbellino de nuevos vientos. Probablemente ya pugnaban por aparecer en mí desde hace mucho, pero la lectura gatilló la decisión definitiva. Así lo dije en las redes hace algunas semanas, pero me di cuenta que mi declaración pasó desapercibida. No podía ser de otra manera. A mí me conoce un grupo de lectores reducido, no estoy en los estantes de las grandes librerías, ni en los medios tradicionales. Por otra parte en este “lindo país esquina con vista al mar” llegan los sucesos al menos con una década de retraso o no llegan. Así que a Stéphane Hessel que vendió más de cuatro millones de ejemplares de ¡INDIGNAOS! en casi 100 países desde que se publicó en octubre de 2010, en Chile lo conoce poca gente.  (1)

El capítulo que más me impacto del libro ¡INDIGNAOS!,  fue el titulado “Dos visiones de la historia”, en él encierra acaso las profundas emociones y las filosofías que nos han servido de base y sustento para el mundo que hemos construido. También y sobre todo, las grandes dicotomías que probablemente cada uno de nosotros hemos vivido. Desgarros que personalmente he sentido y razonando a lo largo de mis últimos 30 años de vida.

Primero Hessel hace una síntesis genial de los últimos 80 años de historia contemporánea, y la posición de personas que como él y millones, incluido yo y muchos de ustedes hemos tenido:

“Cuando intento comprender qué causó el fascismo, qué provocó que fuéramos  invadidos por él y por Vichy, me digo que los propietarios, con su egoísmo, tuvieron un  miedo terrible a una revolución bolchevique. Se dejaron guiar por sus temores. Pero si,  hoy como entonces, una minoría activa se rebela, será suficiente, tendremos la levadura que levante a la masa. Es cierto que la experiencia de alguien tan viejo como yo, nacido en 1917, es diferente a la de los jóvenes de hoy. A menudo les pido a los profesores de escuela que me permitan hablar frente a sus alumnos, y les digo: «No tenéis las mismas razones, tan evidentes, para comprometeros. Para nosotros, resistir era no aceptar la ocupación alemana, la derrota. Era relativamente simple. Simple como lo que siguió, la descolonización. Después llegó la guerra de Argelia. Era necesario que Argelia se independizase; era evidente. En cuanto a Stalin, todos nosotros aplaudimos la victoria del Ejército Rojo contra los nazis en 1943. Pero, desde que tuvimos noticia de los grandes procesos estalinistas de 1935, y aunque hacía falta tener un oído atento al comunismo para contrarrestar el capitalismo estadounidense, la necesidad de oponerse a esta forma insoportable de totalitarismo se impuso de forma muy clara. Mi larga vida me ha dado una sucesión de razones para indignarme».

Sí, ¡siempre se ha tratado de libertad! En especial para aquellos que vivimos como protagonistas o como niños la experiencia de la construcción del socialismo en libertad y democracia,  y la  terrible experiencia de la dictadura pinochetista con su reguero de desaparecidos, torturados, y asesinados. Porque hemos sido muchísimos que desde la izquierda aborrecimos el totalitarismo soviético y lo que en Chile denominamos fascismo, aunque fue y es la defensa a ultranza de los intereses del capital financiero. Porque somos muchos los que siempre hemos querido un “socialismo con rostro humano” como alternativa radical a las dictaduras de la ultraderecha y de los mercados y a las dictaduras de izquierda.

Por otra parte Hessel hace una extraordinaria síntesis también de las lucha de las filosofías:

“Estas razones han nacido menos de una emoción que de una voluntad de comprometerme. Al joven normalien*  que yo era lo marcó mucho Sartre, un condiscípulo mayor. La náusea, El muro, y no El ser y la nada, fueron muy importantes en la formación de mi pensamiento. Sartre nos enseñó a decirnos a nosotros mismos: «Sois responsables en tanto que individuos». Era un mensaje libertario. La responsabilidad del hombre que no puede encomendarse ni a un poder ni a un dios. Al contrario, debe comprometerse en nombre de su responsabilidad  como persona humana. (…) Mi optimismo natural, que quiere que todo aquello que es deseable sea posible, me llevaba hacia Hegel. El hegelianismo interpreta que la larga historia de la humanidad tiene un sentido: es la libertad del hombre que progresa etapa por etapa. La historia está hecha de conflictos sucesivos, la aceptación de desafíos. La historia de las sociedades progresa y, al final, cuando el hombre ha conseguido su libertad completa, obtenemos el Estado democrático en su forma ideal.

Por supuesto, existe otra concepción de la historia. Los progresos alcanzados por la libertad, la competitividad, la carrera del «siempre más», todo esto puede vivirse como un huracán destructor. Es así como representa la historia un amigo de mi padre, el hombre que compartió con él la labor de traducir al alemán En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust: el filósofo alemán Walter Benjamín. Él sacó un mensaje pesimista del cuadro del pintor suizo Paul Klee Ángelus Novus, en el que la figura del ángel abre los brazos como si quisiera contener y ahuyentar una tempestad que él identifica con el progreso. Para Benjamín, quien se suicidó en septiembre de 1940 para huir del nazismo, el sentido de la historia es la marcha inevitable de catástrofe en catástrofe”.

Tres filosofías para tres ensayos políticos de la humanidad. La de Hegel que sustenta el progreso democrático, la de Sartre y la fuerza de la voluntad de construcción del mundo, la de Benjamín y la exasperación frente a la barbarie. Acaso nosotros los jóvenes del ‘60, del ‘70 y ‘80, que optamos por la lucha más radicalmente democrática contra lo inhumano, en nuestro sustrato más basal siempre estuvimos encerrados en la mirada de Benjamin. El pesimismo hijo de la frustración, de ver cómo de la vía chilena al socialismo pasamos a la dictadura del capital financiero apoyada por Estados Unidos, y de ahí a una democracia de los mercados “la competitividad, la carrera del siempre más”, y no al Estado democrático y nacional en su forma más cercana a nuestros ideales, es decir al beneficio de las grandes mayorías.

Finalmente Hessel en varios capítulos finales de su pequeño libro nos habla de la violencia y de la no violencia. Especialmente desde su compromiso con los palestinos y gazatíes frente al Estado terrorista de Israel.  Nos dice en primer lugar que “hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta”. Pero que a la vez esta violencia política frente a la injusticia es en gran medida hija de la exasperación. La misma acaso que tuvo Benjamín frente al Nazismo y que terminó en su suicidio. O lo que fue la nuestra.

Y es cierto. Nosotros lo vivimos bajo la dictadura y la barbarie, ocupados por medios militares superiores, nuestra reacción frente al enemigo no fue sino en gran medida fruto de la exasperación y ay! cuánto perdimos. No se trata aquí de borrar con el codo lo que escribimos con la mano, tal como no lo hizo Hessel respecto de su resistencia contra el fascismo. No. Pero también debemos admitir que  la tragedia de la clase obrera y los pobres del campo y la ciudad, la tragedia de los luchadores y luchadoras, la tragedia de la izquierda armada y la estrategia de violencia consustancial también fue “una lamentable conclusión de situaciones inaceptables”.

Así termina diciéndonos “que esta exasperación es un término negativo. No deberíamos exasperarnos, deberíamos  esperanzarnos. La exasperación es una negación de la esperanza. Es algo comprensible, casi diría que natural, pero precisamente por eso no es aceptable. Porque no permite obtener los resultados que puede eventualmente producir la esperanza”.

Probablemente nosotros los chilenos y chilenas que vivimos en pocas décadas la esperanza de la construcción del socialismo en libertad y democracia sin mediar guerra civil al menos en la asunción del gobierno popular,  y que a los pocos años vivimos la derrota y una de las dictaduras más crueles de la historia de la humanidad y una lucha político militar contra el terrorismo de Estado, estas palabras de Hessel puedan caer en el vacío. Pues quizás ya no creemos en la eficacia ni de lo uno ni de lo otro.  Pero acá están echadas las cartas. Y debemos elegir de una vez por todas. El enemigo existe, el adversario existe, y ha tomado siempre la forma de un monstruo de mil cabezas, no ha trepidado en pisotearnos una y otra vez, pero nosotros en nuestra lucha legítima tampoco hemos ganado demasiado. Algo hemos logrado, pero la tragedia y la muerte en las filas del pueblo ha sido enorme. Las cartas están echadas debemos elegir. Quizás no en nombre de la eficacia como dice Hessel,  en tanto la violencia de los pueblos no lo ha sido. Pero debemos elegir. Yo propongo hacerlo en nombre de la vida, de que si hemos sido carne de cañón de los inhumanos, que  no alimentemos más su sed de sangre, a menos que sea extraordinariamente necesario defendernos. Pero no alimentemos su miedo.

Por eso si debo elegir y debo, elegiré la responsabilidad del hombre que no puede encomendarse ni a un poder ni a un dios, elegiré la esperanza contra la exasperación, elegiré la lucha política, social y cultural contra la barbarie. Y repito como Stephen Hessel hoy fallecido “a aquellos que harán el siglo XXI, con todo mi afecto” que: «CREAR ES RESISTIR. Y RESISTIR ES CREAR»

 

(1) EL PAÍS INTERNACIONAL El joven nonagenario que gritó ‘¡Indignaos!  27/02/2013.

*Alumno de la École Nórmale Supérieure de Paris (Escuela Normal Superior de París), institución educativa de gran prestigio que en sus inicios formaba a los profesores de secundaria y que en la actualidad imparte masters y estudios de doctorado. Se caracteriza por su espíritu interdisciplinario y su alto grado de exigencia. (N. del t.)

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