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Baay Niasse/ Egypt/ Youssou N’dour.

Debes sentarte para escucharlo y entrar. Es un suspiro de esos que corren a la médula, bajan hacia el tórax, abriga el corazón palpitando, y estomacal hasta la revolución, se deja caer en la cadera, en la creación del cuerpo, totalmente en colores y remolinos de experiencias.

Debes sentarte para escuchar y entrar en el álbum “Egipto” de Youssou N’Dour. Inspirado en la vida musulmana de Senegal, en específico en las comunidades sufíes, como una demostración de la liberación musical que mezcla una mixtura de lo africano, lo árabe y lo propiamente senegalés.

N’Dour, uno de los mayores exponentes musicales de Senegal y África, se atreve a involucrarse con la profunda fe musulmana de su país, constituyendo una pequeña parte del mundo árabe que solemos – lamentablemente – no conocer. Y es que en sus letras – escritas en wolof y árabe – además de sus composiciones musicales, te encuentras con un culto al hombre, la naturaleza y Alá. Es concéntrica y ligada en sí misma, como una relación internalizada de la mística terrenal.

El artista nos abre una puerta exquisita de Senegal y la Negritud. Este concepto que fue desarrollado, entre otros, por el poeta y filósofo Léopold Sédar Senghor, lo establece como reivindicación de una identidad cultural propiamente africana, reconociendo en ella la diversidad, la pluralidad y la armonización de los pueblos del África en el continente madre. Su poema “Mujer Negra” declama: “Mujer desnuda, mujer oscura, /fruto maduro de carne tersa, / sombrío éxtasis del vino negro, / boca que haces lírica mi boca, / sabana de horizontes puros,/ sabana estremecida / bajo caricias ardientes del viento del Este”. La Negritud es sufriente, pero también llena de vital éxtasis, chorreante de sabia de los bosques imaginarios. Liberadora negritud, creacional hasta el hartazgo. Eso reivindica N’Dour, una negritud desde la Fe musulmana, no a partir de una diferenciación hacia el Otro, sino que reconociendo al Otro como ser de la diversidad, lo acoge, lo abriga, y lo hace suyo, dejándolo existir libremente. Islam tolerante, pilar de una gran civilización universal, que nos obliga a reconocer a África como el único continente madre: he ahí el inicio de la Eva tan citada, Eva procreadora: Santa: Vital negritud de todos.

Acompañado por The Fathy Salama Orchestra, en el álbum hay una combinación sorprendente de violines y bajos, con esos oud con forma de pera que suenan como un río, la kawala con su viento árabe, los golpes de la doholla que nos rememoran a la procreación, el mizmar y su cadencia romántica, y tantos instrumentos que se unen, se pierden para fundirse en un solo y gran coro tal canto hacia la vida, ensalzándola, amándola hasta su triunfo.

Opté por escribir sobre este álbum por dos razones, bastante poderosas que me llamaron a hacerlo. Primero, por la extraordinaria calidad que encontramos en la rítmica de su música, y en la poesía de sus letras, que combinadas con experiencias armónicas nuevas, nos envía hacia un poderoso terreno de arte y creación. Segundo, porque tiene un trasfondo de significancia política y sociológica. Tanto el álbum mismo, como este artículo que he escrito. N’Dour, superando los obstáculos de los líderes religiosos de Senegal, quiso mostrarnos un mundo desconocido para nosotros, en tanto, la negritud liberadora a través de la fe musulmana y los bailes alegres de la cadencia africana. Por mi lado, quiero reivindicar la negritud y al África, como un pilar necesario para la consecución de nuevo diálogos en la aldea global que habitamos. Es al mismo tiempo, una protesta, ante la creencia que el continente de nuestro origen, solo padece de hambre y la suma pobreza – asunto que sufren de manera estructural – sino también, para que comencemos a apreciar a esos pueblos de África dentro de toda su diversidad, totalidad y multiplicidad. Hay riqueza en ellos, y tanta, para considerarnos unos pobres y unos ignorantes. Al mismo tiempo, apreciar el Islam, como una cultura y religión que abriga una concepción del mundo sentada sobre el amor, la contemplación y el rigor de la comunidad. Para aquello, debemos quebrar el Occidentalismo, y volver a mirar hacia allá.

El llamado a transformar nuestra sociedad, debe nacer a partir del reconocimiento de esos mundos, que siendo tan nuestros, los hemos juzgado tan ajenos. Aquello constituye un crimen. Por consiguiente, hay que realizar un salto, el salto de ser parte de lo que hemos sido, adentrarnos y fundirnos, para salir de ella renovados. “Egipto” de Youssou N’Dour es una contribución hermosa a esto que me refiero. Están invitados.

 

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