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Érase una vez una colonia de ratones que vivía en una alcantarilla situada en una zona urbana. La colonia era dirigida por una inmensa rata que manejaba la jefatura con pata de hierro en guante de seda. Su liderazgo no emanaba de su tamaño, sino del juicio reflexivo que aplicaba a su gobierno. Ante la proximidad de un tiempo de escasez, su principal preocupación era cuidar de un sabroso queso azul que sus ratones subalternos habían logrado rescatar de un contenedor de basura próximo a un restaurante.

Cuando las lluvias asomaron en el cielo y anunciaron el inicio de una época que dificultaba el acceso a los alimentos por la limpieza natural que la fuerza del agua realizaba en el sistema de alcantarillado, la rata jefe decidió aumentar la seguridad del almacén en el que había guardado bajo llave el queso. Pensó que la medida más eficaz sería nombrar un guardián. Para ello tendría que encontrar un vigilante que fuese de fiar. Decidió que la mejor forma de seleccionarlo sería sometiendo a sus dos más estrechos colaboradores a una prueba de inteligencia.

Les mandó llamar a su presencia y así les habló:

– ”Mis dos leales ratones, tengo que encargar una tarea muy importante para la colonia y no sé quién de los dos está mejor preparado para realizarla. En consecuencia, he decidido poner a prueba vuestras capacidades para elegir al más adecuado. Cada uno de vosotros tendrá que decidir cuál es la mejor forma de evitar que los ratones alcancen el queso que se encuentra encerrado en el almacén y lo devoren”.

Cuando apenas había acabado de hablar la rata jefe, el primero de los dos ratones quiso acreditar inmediatamente su obediencia y salió corriendo como alma que lleva el diablo a proteger la puerta tras la cual se guardaba el gran queso azul. Si alguien quería acceder al alimento tendría que pasar por encima de su cadáver. El jefe sabría recompensarle por tal rapidez y determinación.

El segundo de los ratones dejó que su compañero corriese a bloquear la puerta del almacén y empezó a trenzar un plan para demostrar su mayor inteligencia. Comenzó a contar dónde se hallaba el queso a todos los ratones con los que se encontraba en la alcantarilla. La noticia corrió con gran prontitud de oreja en oreja. El segundo efecto fue estimular la imaginación de sus compañeros de colonia, quienes conforme aumentaban su hambre se imaginaban un queso más grande. Y el tercero, suma de los dos anteriores, hizo que muchos ratones se concentrasen delante de la puerta del almacén para intentar acceder a la comida.

Impulsados por su instinto visceral, los ratones plantados ante la cancela intentaron convencer al compañero que la protegía que les franquease el acceso. Inspirado por una fidelidad rayana en la ceguera, el ratón les aseguró que estaba dispuesto a pagar con su vida el cumplimiento de las órdenes recibidas. Y cuando, fruto de la exasperación y movidos por los estómagos vacíos, los ratones amenazaron con poner fin a su existencia, el más leal de los colaboradores de la rata hizo honor a su naturaleza y salió huyendo como lo que era. Tras su marcha, los hambrientos ratones intentaron sin éxito entrar en el almacén porque éste estaba cerrado a cal y canto.

Convencido de su victoria, el segundo ratón se dirigió a la rata jefe para reclamar su recompensa. Clavando su mirada en él, la rata así le habló al ratón:

– ”Efectivamente has demostrado una mayor inteligencia que el más fiel de mis ratones, pero no la suficiente como para ganar mi favor por cuatro razones: la primera es que no te ha importado poner en riesgo la paz de la colonia para lograr tu propósito y vencer en la prueba; la segunda es que no has logrado incrementar la seguridad del queso, que disfruta de la misma protección que antes; la tercera es que no has reflexionado lo suficiente porque si así fuese me habrías preguntado quién tiene la llave de la puerta para protegerle en vez de al almacén; y la cuarta es que los dos habéis iniciado la competición sin saber cuál era la recompensa, incluso si existía tal. En consecuencia, te condeno al destierro porque tu ambición es una amenaza para la comunidad ratonil”.

Unos metros más allá de la alcantarilla, el ratón desterrado se encontró con el huido. Se miraron y sin mediar palabra comenzaron a caminar en la misma dirección.

Moraleja 1: Las puertas se protegen mejor con llaves que con vigilantes.

Moraleja 2: Quien corre sin pensar a dónde va suele acabar en ninguna parte.

Moraleja 3: No inicies una misión sin preguntarle al jefe qué espera de ella y sin preguntarte cuál puede ser la recompensa si alcanzas el objetivo.

Moraleja 4: El que es leal no necesariamente es buen profesional; el que es buen profesional generalmente es leal.

Moraleja 5: El grupo tiende a actuar por reflejo más que por reflexión. El líder primero reflexiona y luego actúa.

Seguro que al lector se le ocurren nuevas moralejas. Te invito a compartirlas mediante tu comentario.

 

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