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Cada especie viviente tiene su mundo propio dentro del mundo de todas las cosas que compartimos, es el mundo de las percepciones, “umwelt”, nombre alemán dado por Jakob von Uexküll (1864-1944), biólogo alemán, quien propuso cambiar el único mundo de la ciencia clásica, el que comprendía todas las especies vivientes ordenadas jerárquicamente, por una variedad tan numerosa de mundos perceptivos, “umwelts” o ambientes existenciales, como especies vivientes son, y todos estos mundos perfectos, conectados entre sí, pero al mismo tiempo incomunicados y remotos. Tanto en los círculos más  amplios como en los más estrechos, la vida es igualmente perfecta, por lo que no se debe hablar de formas inferiores de vida. Cada organismo comprende su sistema “receptor” y “efector”, necesitando de la compleja cooperación de ambos sistemas para la función de sobrevivencia.

Uexküll considera la vida una realidad última que depende de sí misma, como igualmente la considera Ernst Cassirer, filósofo alemán (1874 – 1945), en su Antropología filosófica, sin que se pueda suponer que existe una realidad absoluta igual para todos los seres vivientes, porque ello sería una forma ingenua de dogmatismo. La realidad no es una cosa única y homogénea; se halla inmensamente diversificada, poseyendo tantos esquemas y patrones diferentes cuantos diferentes organismos hay. Las experiencias, y por lo tanto, las realidades de dos organismos diferentes son inconmensurables entre sí.

En el mundo humano, dice Cassirer, encontramos una característica nueva que parece constituir la marca distintiva de la vida del hombre, más importante que su racionalidad. Su círculo funcional no sólo se ha ampliado cuantitativamente sino que ha sufrido también un cambio cualitativo. Del ser humano puede decirse que ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentra en todas las especies animales, hallamos en el hombre, como eslabón intermedio, algo que podemos señalar como “sistema simbólico”. Esta nueva adquisición ha transformado la totalidad de la vida humana.

Aunque Cassirer reconoce la distinción que se ha dado al ser humano como especie racional, aún no sabemos con exactitud hasta dónde son racionales los otros animales; lo que sí indudablemente nos distingue de las otras especies es nuestra capacidad para utilizar símbolos como representaciones sensorialmente perceptibles de todas las cosas físicas y mentales, por medio de rasgos o trazos que se asocian a ellas, según convenciones socialmente aceptadas, y que pueden constituir, entre otras cosas, las representaciones de los conjuntos de sonidos articulados de los lenguajes con los cuales manifestamos nuestros pensamientos o sentimientos. Pero nuestras ideas sólo son posibles en un juego de semejanzas, relaciones, oposiciones y contrastes que se descubren e inventan en el lenguaje.

Los signos que corresponden a objetos, fenómenos o acciones materiales que naturalmente o por convención social, representan o sustituyen a otros objetos, fenómenos o acciones, son también símbolos. Cuando hablamos del signo lingüístico nos referimos a la mínima unidad de la oración,  constituida por un significante y un significado. El significado de símbolo es más amplio que el de signo, ya que éste se refiere a un cometido o a una circunstancia.

El hombre, según Cassirer, no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive sólo en el universo físico sino en el universo simbólico donde el lenguaje, las ceremonias, el arte y la religión constituyen sus partes, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica en la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, el ser humano conversa constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en forma tal que ya no puede ver o conocer nada sino a través del medio artificial del símbolo. Su situación es la misma en lo teórico y en lo práctico. Tampoco vive en un mundo de crudos hechos a tenor de sus necesidades y deseos inmediatos, vive, más bien, en medio de emociones, esperanzas, temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de sus fantasías y de sus sueños. Cassirer cita a Epicteto cuando dice, “lo que perturba y alarma al hombre no son las cosas sino sus opiniones y figuraciones sobre las cosas”.

Para Cassirer la definición clásica del ser humano como animal racional es “inapropiada para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad”, resulta corta para expresar la diferencia específica con los demás animales, y ello lo lleva a ofrecer una nueva definición por la cual se puede comprender el nuevo camino de la civilización abierto por el ser humano. Así Cassirer define al ser humano como “animal simbólico”, llenando los vacíos y supliendo las incongruencias que deja la definición del hombre como ser racional.

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4 Comentarios sobre “El hombre animal simbólico

  1. Saludos, esplendido contenido, para quebrar pivots mentales que determinan comportamientos y reducciones muy particulares; si el mismo contenido, lo asumimos como simbolo recursivo para disitnguir la realidad, las fronteras de la multidemensionalidad y multidiversidad estan mas cerca de lo que imaginamos.

  2. Además de entender los diferentes mundos en los que habitan las diferentes especies y el equilibrio armónico de todos esos mundos co-habitando la tierra, que emocionante resulta además reconocer aspectos de nuestra existencia humana en la propuesta de von Uexküll como también en la de Cassirer.

    A partir del texto entiendo al símbolo como una necesidad para enfrentar la creciente complejidad de la existencia en sociedad, una realidad creada por el hombre mismo, de la cual ya no puede escapar dado el tramado cerrado en el que se ha articulado en función de lo mismo. El lenguaje, reflejo de nuestra acción reflexiva, es la experiencia que nos ha llevado a evolucionar hacia lo conceptual y abstracto.

    No sé si lo he entendido bien, pero me pregunto si en alguna medida no hemos caído en nuestra propia trampa (“La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica”), pero por otro lado reconozco la prodigiosa virtud que poseemos para inventarnos mundo, códigos, símbolos para “salvar” o reorientar nuestra existencia. Sería como las dos caras de una misma moneda, una entelequia.

    Muchas gracias por el texto regalado, sin embargo se ahonda en mi el misterio de lo que somos y se viene a mi memoria algo que escuche el fin de semana pasado sobre qué ocurre cuando la materia cobra conciencia de sí misma…

    Saludos.

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