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Si leemos el título al pie de la letra, según la RAE sería algo así como Francisco es muy difícil de creer; pero hay una comunidad de creyentes que quieren creerle. Ese ha sido el tono de los debates pos humo blanco con el nombre de José Mario Bergoglio, ex cardenal de Buenos Aires y hoy papa Francisco: desconfianza entre los críticos sobre la base de algunos hechos y dichos precedentes, mientras en otros una confianza casi ciega, muy signada por el marketing eclesial, en que estaríamos ante un papa sencillo, cercano a los pobres, amante del fútbol y latinoamericano.

Entre los reflexivos que albergan esperanza destaca el noble de Leonardo Boff, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación y, por eso, silenciado en su momento por el cardenal Ratzinger, que luego sería Benedicto XVI. Dice Boff: “en las redes sociales había anunciado que el futuro Papa se llamaría Francisco. Y no me equivoqué. ¿Por qué Francisco? Porque San Francisco comenzó su conversión al oír el Crucifijo de la capilla de San Damián decirle: Francisco, ve y restaura mi casa, mira que está en ruinas… el cardenal eligió el nombre de Francisco porque se dio cuenta de que la Iglesia está en ruinas por la desmoralización de los diversos escándalos que afectaron lo más precioso que ella tenía: la moral y la credibilidad”. En Chile, en una columna en El Mostrador, el sacerdote jesuita Jorge Costadoat complementaba: “se nos dice que (Francisco) es conservador. Pero ha quedado puesto en un lugar en que no puede serlo. Por una parte necesitará el aporte de las teologías de la liberación y, por otra, de las teologías inculturacionistas y contextuales. Sin estas, difícilmente el nuevo Papa podrá emprender los cambios que él mismo simboliza”.

Mientras, en el extremo de los que nada creen, una editorial de The New York Times ha venido a resumir lo que abunda en algunos medios de comunicación y en las redes sociales: la opinión que considera al cardenal Bergoglio un cómplice de la dictadura de Videla, contrario al matrimonio gay y a la ordenación de mujeres. Sin remilgo, el medio tildó al nuevo papa de conservador, homófobo y machista.

En clave política, el catedrático español Juan Antonio Estrada, en el diario El País, ha comparado a la transición española con lo que podría hacer y significar Francisco en la Iglesia Católica. En España “un político franquista supo mirar al futuro y no dejarse aprisionar por el pasado, de la dictadura se paso a la democracia… el nuevo papa se enfrenta a la misma problemática. Hay que reformar la Iglesia y en especial la curia romana, un organismo papal que se ha ido convirtiendo en un poder fáctico que, a veces, se impone al mismo papa”. Voces informadas (si acaso eso es posible en el secretismo vaticano) dicen que Francisco fue una derrota para la curia. Estrada considera que esto es un asunto abierto. Retóricamente se pregunta si el nuevo papa querrá hacerlo y se responde que no hay que esperar de él un cambio radical, pues su pasado no es muy esperanzador, aunque “su austeridad y sobriedad personal podrían favorecer un papado con menos boato, que elimine los restos cortesanos e imperiales que todavía hay en el ceremonial pontificio”. Es decir, Estrada pareciera intuir cambios en las formas más que en el fondo. Agrega que sería un error centrarlo todo en la reforma de la curia, condición necesaria pero insuficiente para una revitalización de la Iglesia católica de cara al siglo XXI.

Y a la hora de pensar en el magisterio del papa Francisco a la luz del desafío histórico de la Iglesia, es cuando el análisis adquiere mayor complejidad. Ya en 1994, el notable jesuita y teólogo uruguayo, Luis Pérez Aguirre, en su libro La Iglesia Increíble: materias pendientes para su Tercer Milenio, junto a insinuar lo difícil que ya entonces era creer en la institución, adelantaba las nuevas interpelaciones históricas a la Iglesia; cuyos orígenes, como desafíos, se remontaban al Concilio II. Según Pérez Aguirre (que murió el 2001 y fue inequívocamente un defensor de las derechos humanos durante el periodo oscuro de las dictaduras en el cono sur), la Iglesia para ser creíble debía asumir sí o sí cuatro interpelaciones culturales: 1) la interpelación desde el cuerpo, asumiendo la sexualidad y sensualidad en todas sus expresiones; 2) la interpelación de un vivir comunitario y no como monarquía; 3) la interpelación desde la mujer, superando su patriarcalismo interno; y 4) la interpelación desde la naturaleza, asumiendo la ecología.

El punto es que esas cuatro interpelaciones empezaron a intentar ser respondidas en el Concilio Vaticano II en la década de los sesenta, que vino a remecer históricamente a la Iglesia Católica. Le sacó las sotanas, la volvió a las calles e incipientemente impulsó a los teólogos a repensar esas nuevas interpelaciones y desafíos culturales. Pero los aires liberadores del concilio Vaticano II duraron muy poco. A los pocos años la mayoría de esos teólogos y reflexiones fueron suspendidas sino negadas al menos por la alta jerarquía. Desde 1978 se sucedieron dos papas tradicionales, críticos al Vaticano II, más una curia que se auto-constituyó en gran poder, ajeno a la “democracia obispal” sugerida por el concilio, proceso que conllevó una involución en todos los ámbitos. Con todo, pese a lo intenso de esa reacción conservadora, hoy persisten aún con mayor agudeza en la sociedad esas mismas interpelaciones, e incluso en la base de la Iglesia es posible ver a líderes cristianos (estilo Boff, por ejemplo) al lado de movimientos feministas, de neo espiritualidades, de gays y ecologistas.

En ese sentido, la historia de la Iglesia, una vez más, está abierta. Dicho eso, y situada la desconfianza que entre algunos provoca la historia clerical de José Mario Bergoglio, hay razones para ser prudentes, sino escépticos, en al menos tres de las cuatro interpelaciones planteadas por Pérez Aguirre. Ante la interpelación desde los cuerpos (tan cara hoy a la Iglesia, incoherencias mediante), son conocidos el activismo del ex cardenal de Buenos Aires contra el matrimonio gay, así como algunos excesos que le llevaron a tachar de obra del demonio las conductas homosexuales. Ante la interpelación de la mujer, solo recordar que diversas organizaciones de mujeres en el mundo han manifestado reparos ante las opiniones del sacerdote en temas de derechos reproductivos. Y ante la interpelación desde la naturaleza, en lo personal no sé de ni una sola declaración del ahora pontífice respecto a la seriedad y urgencia de la crisis ecológica. Solo resta la interpelación de un vivir comunitario, de sensibilidad real ante la pobreza, ámbito en el que sí Francisco ha dado algunas señales de escucha, al menos en la forma y en el discurso. Habrá que esperar sí que estas pasen a ser acciones que contribuyan a superar la profunda inequidad social de nuestras sociedades. La prensa en Europa es escéptica. En Alemania, por ejemplo, en los noticiarios de TV se ha remarcado que lo de Francisco pareciera ser un simple asunto de formas, carente de una disposición profunda a cambios de fondo en dominios teológicos.

En fin, lo antes dicho podría ser refutado en el vivir por el propio Francisco, si acaso en su nuevo rol decidiera mostrar otros gestos. Ojala, dicen con esperanza los cristianos a lo Boff, pues parece ser una de las últimas posibilidades históricas de la Iglesia para volver a ser creíble.

Sabemos que desde hace algunas décadas (los 60), otro de los signos posmodernos (en estricto sentido histórico) es el cambio de paradigma teológico: el tránsito desde la vivencia espiritual como trascendencia a la vivencia espiritual como inmanencia. Este tránsito sacude y tensa a los teólogos académicos en occidente (en Chile, Bernardino Piñera se ha ocupado reflexivamente de esta materia), y en lo cotidiano se revela en las nuevas maneras de vivir la espiritualidad, en la re-conexión con el misterio que podemos reconocer en los nuevos movimientos espirituales (neo-panteístas) que convocan cada vez a más jóvenes, o bien, en el mismo mundo cristiano cuando los evangélicos han ido ganando terreno ante la orfandad en que la Iglesia ha dejado a su grey; un pueblo que diariamente se ocupa de sus cuerpos, de su vivir concreto, de sus asuntos de género y que observa con preocupación como el daño a los ecosistemas (calidad del aire, disponibilidad de agua y tierras, amén de la pérdida de biodiversidad) conlleva impactos cotidianos a su propio vivir.

 

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Alguien comentó sobre “Francisco increíble

  1. Excelente análisis Hernán, y extraordinariamente bien escrito. Pero desde mi punto de vista tiene un sentido limitado examinar sus posturas históricas sobre materias como el matrimonio gay, las mujeres etc.,

    Lo único que importa es si democratizar a la institución. Llamar a un concilio, como Juan XXIII (Francisco se le parece en ciertos aspectos quizá superficiales), o mejor todavía un “concilio de los fieles” con participación de gente común y corriente de todos los continentes. Con poder deliberativo.

    Así, las opiniones del obispo de Roma se tomarán en cuenta pero no serán decisivas.

    ¿Lo hará? Difícil, pero démosle un plazo de medio año por lo menos….
    Reply · Like · Follow Post · 2 seconds ago

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