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Pocos han estudiado el fenómeno Bachelet más allá del discurso racional de la política, de su programa, de su ideario liberal socialdemócrata, o mejor dicho a propósito de la brecha entre todo eso y lo que es y proyecta, o lo que los otros proyectan en ella, su élan vital.

No basta la interpretación que podamos hacer de los hechos políticos que protagoniza, tales como su fuerte formación y vocación militar, como parte de la familia militar, valga la redundancia (el historiador Jocelyn Holt , llegó a decir que era la candidata tapada de las FFAA); de la represión a los estudiantes y la conformación de un acuerdo absolutamente liberal en educación; de su dura respuesta al pueblo Mapuche, por la cual fue confrontada por el mismo José Saramago; por sus errores de conducción política de efectos homicidas en el  Terremoto y Tsunami. Por su apego a la estrategia de Mercado.

Todos hemos fallado en la observación de Bachelet, pues o la develamos en sus políticas, algunos tratando con sorna de “bajarla a tierra” como sea, u otros colocándose “en el cielo” religiosamente a su lado. La canción de Isabel Parra, por ejemplo, más allá de ser un canto militante como el poema de Zurita a Lagos, susceptible de toda crítica, tiene elementos de ese élan, una cierta “mística” de la izquierda tradicional chilena que explica lo que genera en “otros y otras”, como cuando le dice al terminar su primer mandato, “aquí la esperamos Michelle”.

La mirada tradicional

El discurso  generalizado habla de su figura seductora y empática, no creo que baste para explicar su irrupción. Tampoco el clásico y equivocadísimo análisis de la “Madre de Chile”. Y tal como plantea Enrique Correa tampoco el repetido casi slogan “Bachelet es más que los partidos”. Se decía lo mismo de Allende por lo demás (no lo acompañaron o le hicieron imposible su mandato). Por otra parte es claro que ella es un fenómeno de masas, pero en el tiempo del Estado y de las masas subsidiarias; ciertamente encarna  la esperanza de protección social frente al individualismo neoliberal de la ultraderecha. Sin embargo todo lo anterior es la típica reflexión política programática o del sentido común en Chile. Y que por ser tan tradicional es inoperante en la explicación de los fenómenos.

El ideario simbólico

La sociedad chilena, al menos el 50%, hace exactamente 40 años que no tiene un ideario simbólico, fue post golpe Allende martirizado en La Moneda, aunque ya no su ideología. La transición democrática, heredera racional del Estado Subsidiario Guzmaniano levantó esperanzas desde la recuperación del pasado,  y a las figuras que pertenecieron a él, como Aylwin o el mismo Frei, en este caso por ser hijo de su padre. Y a Lagos que fue un luchador social en dictadura, y que encarnaba a una suerte de primer Presidente Socialista sin socialismo después de la tragedia. Pero todo ello se trataba solamente del recambio democrático  de los destacamentos que dirigirían las reformas parciales al Estado Subsidiario y no de otra cosa.

La concertación post Lagos se había agotado, ya no había posibilidad de continuidad y sin embargo desde las bases concertacionistas, desde una militancia casi anónima apareció Michelle Bachelet, la desconocida,  generando expectativas que se transformaron en un  triunfo forzado y una promesa. Promesa que no provino de ella ni desde los partidos (la “estrategia ciudadana” no pasó de ser un impresionismo y desapareció en segundos), sino una “oferta conferida” que se configuró desde ese 50% del pueblo y alimentada por ese segmento popular. Me atrevo a decir, y de ahí la genialidad de la canción de la Isabel Parra, que se estableció una emocionalidad muy parecida a estas estrofas que siguen:

“(…) ella es nuestra hermana
nos colma de orgullo nuestra ciudadana
eso lo sabemos lo vimos el día
que llegó primera y fue la elegida…”

Discursos y figuras

Durante la transición democrática fui testigo directo de los discursos de Aylwin y de Lagos. Aylwin, como primus inter pares  fue  el discurso del No, de lo que las masas gritaban  en las concentraciones, hasta su insoportable “en la medida de lo posible”. A Lagos lo vi en la Plaza Brasil, a dos metros,  en mangas de camisa, sin corbata y ciertamente como orador callejero era tremendamente seductor, aunque siempre muy académico, como un profesor universitario que dicta clases “informalmente” en el pasto del Campus. Trasuntaba un allendismo lejano, quizás por eso de las “mangas de camisa”. Después lo vimos fuertemente modernizado, reforma al mercado de capitales incluida.

He escuchado dos veces a Michelle Bachelet. La primera, cuando ganó la elección presidencial, ahí frente a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, y luego, en una entrevista en Canal 13 sobre su vida, su historia y su mirada política y de la mujer. En ella percibí tres cosas evidentes:

Primero su carencia de ansiedad, de premura, lo que le otorga una cualidad distinta a sus antecesores,  siempre da la impresión de preocuparse de procesos más que de fijar diseños inamovibles, de ahí su ausencia de autoritarismo, de planes impuestos. Segundo, una fuerte vocación integradora desde una óptica sistémica y no confrontacional, apelando a la supresión de las diferencias en pos de un proyecto nacional mayor.  Tercero,  un  idealismo o imaginario siempre en  línea directa con proyectos concretos a realizar: Tanto en la alocución en la Escuela de Derecho como en la entrevista a Canal 13 ella preparó y prepara los  necesarias e ineludibles consensos para un amplio abanico político, social y cultural, de cara un país mucho más reactivo a las exclusiones, injusticias sociales y desigualdades.  Aunque también y sobre todo, otro verso de Isabel Parra explica no racionalmente esta cuestión:

“El ser femenino vive su energía
su propia frecuencia su filosofía
eso lo sabemos desde el mismo día
que llegó primera y fue la elegida”

Porque además ella cree en su propia mirada humana, subjetiva, capaz de erguirse sin rupturas sobre la mirada política, y está convencida que son complementarias, y que la primera es el vehículo y garantía de la eficacia de la segunda.

¿Entonces por dónde vamos?

Se debe hacer el análisis contra todo materialismo vulgar, más allá de cualquier hecho, de cualquier situación fáctica,  pues la adscripción ciudadana que Michelle Bachelet  tendrá en las próximas elecciones que probablemente será mayoritaria, va justamente más allá de cualquier hecho. Pues Bachelet va más allá de sí misma.

Lo que realmente pasa (como lo dije en párrafos anteriores), es que la sociedad chilena está huérfana de símbolos y llena de esperanzas difusas, por ello votó derecha, pues el héroe había sido enterrado temporalmente, pero hoy como hace 8 años, sigue siendo el tiempo del pueblo subsidiario, individualista y emprendedor, pero con historia democrática, que busca su derrotero fuera del pragmatismo a ultranza, pero inserto en estos tiempos, es decir, aun cuando ese derrotero sea también una mezcla de pragmatismo y de protección, de racionalidad y sueños,  o dicho de otra manera, aun cuando ese derrotero sea imperfecto para los puristas y los platónicos que prefiguran sociedades futuras sólo desde la mente, los nostálgicos de un pasado unívoco que no volverá jamás.

Es que hoy es la época de la encarnación de los que son como uno, o que quisiéramos fueran como nosotros. En las condiciones realmente existentes de historia y mercado. De los que ven la vida como procesos integradores y donde la subjetividad se muestra preminente por sobre  la política y sobre la economía.

Así, Bachelet vive un tiempo que la ha elegido a ella y no al revés. No representa al antiguo héroe o heroína de la política del siglo XX, ese que “surgía perfecto”. Aquel que “lindaba con Dos Ríos y Ayacucho, como un libertador en Chacabuco”. Representa ni más menos que el sueño de millones a los cuales no les importa si el sujeto de encarnación es correspondiente, pero que intuyen que en ella hay elementos de ruptura, por una parte con un tiempo de los dioses del Olimpo o de héroes solitarios, de procesos objetivos supra personales,  y por otra, con una mirada puramente economicista o de eficiencia y eficacia. Con esto no afirmo que dicha subjetividad avance y triunfe realmente sobre  la vieja política o la racionalidad económica, o rompa con ambas, sino solamente que los otros le confieren a Bachelet esa cualidad y la acrecientan, intuyen y proyectan sobre ella esa esperanza posible.

A modo de epílogo

Como decía Marx en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado…”

Y yo agregaría en el caso de los líderes: bajo aquellas circunstancias y masas que existen y que los identifican con sus propias vidas interpelándolos a propósito de las esperanzas perdidas del pasado y  las esperanzas posibles del presente.

Sin embargo, y para proteger al pueblo de su propio populismo y platonismo,  es necesario citar nuevamente a Marx cuando nos plantea: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.

Y no nos equivoquemos,  el tiempo de la farsa no será inaugurado en el segundo período de Bachelet,  pues la comedia  ya se había desplegado con mucha anterioridad, durante todo el post golpe hasta hoy, donde el pueblo subsidiario imaginando y proyectando, ha volcado sus expectativas de cambio en  una mujer, que sin pedirlo, ha sido elevada por sobre sus propias determinaciones y limitaciones personales, políticas e históricas, pues efectivamente haga lo que ella haga,  ha sido “la elegida” de estos tiempos,  donde se han muertos los dioses del pasado y no han nacido los nuevos.

Así entonces se entiende, esta estrofa casi esotérica de la canción de Isabel Parra:

“Pasaron volando Michelle
cuatro años pasaron Michelle
habrá que hacer lo que hay que hacer
aquí la esperamos Michelle…

Cambiemos cortinas, los viejos sillones
limpiemos el polvo que hay en los rincones
pintemos la vida con nuevos colores
y no se equivoquen los escribidores”.

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2 Comentarios sobre “Michelle Bachelet: entre el cielo y la tierra

  1. Acabo de leerlo, Fesal. Casi 2 años después de escrito y está tan fresquito como un huevo recién puesto. Creo que es una gran columna, en la que luces una visión política envidiable. Gracias.

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