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Hace algún tiempo me topé con la palabra procrastinar. Sonaba chistosa, extraña. No tenía idea de su significado. Después la encontré en un par de lecturas y logré profundizar, entendiendo su definición y sobre todo, asociándola a nuestro contexto actual, lo que me hizo mucho sentido.

Procrastinar significa “manipular las posibilidades de la presencia de una cosa posponiéndola, demorando y retrasando su aparición”.

Intenté darle vueltas para entender un poco mejor…y en palabras más simples, Procrastinar es retrasar el “ahora” o los efectos, resultados y consecuencias del ahora, posicionándolos en un mañana,  lo que a mi parecer es una parte clave para mantener la maquinaria del mundo moderno.

Si lo piensan, todos vivimos en un constante viaje buscando mejoras y metas en el futuro, haciendo, actuando y tomando decisiones a largo plazo para lograr algo que no tiene su presente en el ahora, sino en el mañana. Siempre mirando hacia adelante.

La promesa se transformó en un arma poderosa para dilatar la recompensa. El mañana se transformó en un premio, y el ahora, simplemente en un medio para lograr la felicidad. Cuántos de nosotros vive pensando en juntar  plata para comprarse un auto? Cuántos de nosotros soñamos con dejar nuestros pequeños departamentos para vivir en una casa más grande, cómoda, con patio, pasto y enredaderas? Y cuando ya tengamos eso, desearemos quizá, una casa en la playa, o simplemente seguir ahorrando para tener “una buena vejez”…

La procrastinación a la que nos somete este sistema nos hace vivir el ahora en función de un mañana que ofrece lo que este mismo sistema nos dice que es lo ideal, la meta a alcanzar. Si trabajas hoy, mañana serás mejor, tendrás más, estarás más seguro, serás más feliz.

Este cambio radical en el valor del tiempo  y en el concepto del “ahora” en función del “mañana” implicó una importante reestructuración en nuestras dinámicas de vida. Ahorrar para optar por una vida mejor, apostando por un bienestar a futuro, postergando los beneficios inmediatos y retrasando constantemente el logro de la ansiada plenitud nos convirtió en competidores, en fichas de un juego en el que todos queremos ganar, muchas veces a toda costa, dejando pasar el ahora, sin ver cómo dejamos que se nos vaya la vida.

 

* Y ojo, que esto es parte fundamental no solo del sistema socio-económico, sino que también de la maquinaria religiosa que busca mantener la fe mediante la promesa de la vida eterna: Tú, creyente, vive esta vida de esfuerzo , dolor y sufrimiento y recibirás tu premio de felicidad y plenitud eternas. Hipoteca el ahora por la ilusión de un mañana perfecto. De ahí nace la ley de la siembra y la cosecha. Esa es la invitación.

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