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Imaginen que viven en un país en el que la comunidad educativa no se ve obligada a manifestarse por la supervivencia del modelo público de educación sino por la inclusión, por ejemplo, de las literaturas hispanoárabe y hebrea de Al-Ándalus (الأندلس) en los planes de estudio, con la importancia que ambas se merecen.

Me parece que eso sería un revolucionario gesto de una España cincelada con manos torpes, más acostumbradas a señalar con el dedo índice, cuando no a empuñar un arma, que a dar forma a su futuro con la rica arcilla de su historia. En este caso, de uno de sus más brillantes periodos cuyo conocimiento, en mi opinión, se ha cercenado gravemente. Bien es cierto que en un contexto de poda general de un árbol –el de la Cultura- que sólo se ha regado, y con cicatería, en escasos momentos de prosperidad material, ya lejanos.

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El bálsamo de las letras impresas

Esta reflexión, quizás extravagante, surgió no hace mucho tiempo cuando, aturdido por la hiriente actualidad que escupía mi “tablet”, acudí a mi librería buscando refugio en las letras impresas en papel. Quizás por inercia de la edad, los textos entrelazados me parece que forman un techo más sólido bajo el que cobijarse que los brillantes caracteres que asoman a una pantalla táctil, de perfecta frialdad. Después de pasar mi mano por el lomo de varios libros, ésta se detuvo en un viejo manual dedicado a la literatura española, que apenas recordaba.

¿Qué mejor que sumergirse en nuestro pasado literario para evadirse de este estruendo que da forma al paisaje en el que, desorientados, buscamos el camino a seguir? Además, me divertía la idea de refrescar conocimientos adquiridos en lejanos tiempos de estudio.

Ovillado en el sillón, leía las páginas dedicadas a nuestra literatura medieval cuando rememoré un viejo sentimiento de perplejidad: en esas líneas apenas se podía hallar rastro de los hallazgos literarios de siglos de la presencia y convivencia de árabes y judíos en nuestra geografía.Las menciones a las  jarchas eran las únicas huellas dejadas en el manual que sostenía entre mis manos por este multiculturalismo en agraz, en palabras del arabista Pedro Martínez Montávez. Éste ya alarmaba en su día sobre la tendencia general a cercenar las humanidades y el arabismo, poniendo como ejemplo la marginación de  Ibn Jaldún o Averroes en la enseñanza de la Filosofía. 

La enseñanza de la Literatura 

Con la esperanza que el antiguo texto fuera un desafortunado vestigio de tiempos superados, correspondientes a mi época de formación como el profesor que nunca llegué a ser, me puse en contacto con profesores de Literatura para confirmar lo que se enseña hoy en nuestros centros educativos sobre esta materia. Ingenuo, quería creer que la extraordinaria riqueza de este filón literario se había incorporado definitivamente en los planes de estudio, para disfrute de nuestros estudiantes. Que los versos perdidos de Al-Ándalus habían regresado de su destierro.

El resumen de las respuestas obtenidas se condensa en ésta:“Por desgracia, los planes de estudio en Literatura limitan cada vez más contenidos y periodos: ni Grecia, ni Roma, ni poesía hispanoárabe; de Al-Ándalus, sólo las jarchas. No se favorece la educación de la sensibilidad. En 4º de la E.S.O y 2 Bachillerato hay Literatura universal,pero es asignatura optativa y no siempre se imparte (la eligen pocos alumnos). Literatura se imparte con Lengua castellana y, además, tenemos pruebas CDI, que insisten en contenidos lingüísticos, convertidos en prioritarios para que los resultados sean satisfactorios. Es lo único que importa, no lo que los alumnos aprenden, es así de triste”.

Apesadumbrado después de leer esas palabras, me dispuse a buscar en la Red. Google es el oráculo de Delfos de nuestros días, al que acudimos en busca de respuestas, y éstas me parecían un buen termómetro para calibrar la gravedad de este olvido. 

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Dos mujeres, dos faros 

Fueron escasas y muy dispersas las referencias que encontré, casi siempre en forma de escuetos jalones en la tediosa literatura medieval, contemplada desde una óptica etnocentrista y cristiana. Así que, con algo parecido al pánico, contacté a través de Twitter con la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en busca de ayuda. Como respuesta obtuve el enlace al estudio sobre Literatura hispanoárabe escrito por la arabista Mª Jesús Rubiera, cuya referencia es omnipresente en las que abordan este asunto en Internet.

Siguiendo esta pista, me topé con una web abandonada dedicada a la Literatura de Mudéjares y Moriscos con referencia a la revista Sharq Al-Andalus dirigida en su día -¿cómo no?- por Mª Jesús Rubiera, y ya desaparecida. También, descubrí alguna web de difusión de la cultura islámicafundacionesespacios turísticos, la gran antología de poesía Andalusí de Manuel Francisco Reina –cuya lectura recomiendo encarecidamente- y, por supuesto, la wikipedia, que Alá tenga en su gloria. Ah, y mucho “Error 404: File not found”.

Otra mujer, la catedrática Angeles Navarro Peiró, parece clave en el estudio de la literatura hispanohebrea, según sugieren Google y, de nuevo, la wikipedia. Como ella, los otros estudiosos que podemos hallar en una búsqueda simple en Internet,  son expertos en cultura semítica que no se dirigen al gran público, menos a jóvenes en formación.

De la poesía, que constituye uno de los cimientos fundamentales de la cultura judeoespañola en esos tiempos, no queda apenas rastro. Hay que hacer una búsqueda muy concienzuda o visitar la web de algún museo para encontrar el hilo que lleva a autores como Semu´elibn Nagrella, Mosehibn Ezra o Yehudah ha-Levi. Precisamente yo llegué a ellos a través de una antología de los profesores Ángel Sáenz-Badillos y Judit Targona Borrás que aparece en el catálogo de libros de la tienda del Museo Sefardí de Toledo.

Aunque valiosos, los recursos “on line” –que, no olvidemos, son los de más fácil acceso para las jóvenes generaciones- me parecen dispersos e insuficientes para divulgar una de las etapas más ricas de nuestra historia literaria, y más si no tiene presencia en el entorno educativo. Aunque fuera abordándola con la misma superficialidad que el resto del temario.

Hoy, el conocimiento de Al-Ándalus en escuelas e institutos se limita a conflictos militares, logros arquitectónicos y, a lo sumo, curiosidades culturales relacionadas con el rico mestizaje de esos casi ocho siglos. Vamos, lo habitual en los temarios que abordar cualquier periodo histórico pero, en lo que se refiere a éste, con el agravante añadido del absoluto olvido de sus ricos frutos literarios; de calidad pareja, cuando no superior, a la de otros cuyo conocimiento si se procura. 

La cultura como modelo económico

Sirva por tanto este texto como súplica para recuperar de las aguas del olvido un acervo cultural que a mí se me antoja fundamental para entender nuestra realidad. En estos tiempos de recortes educativos, en los que se cuestiona la enseñanza de todo aquello que no sirva para ajustar las tuercas de la maquinaria productiva, reivindico nuestra cultura –toda ella- como elemento de estímulo a la creatividad y, si se quiere, a la economía.

Pues me parece que la producción eficiente de bienes materiales requiere de mentes proclives a la creación, de cerebros esponjados por la exposición a la belleza que surge del Arteo, también, a la reflexión a la que invita la Filosofía o a las respuestas que aporta la Historia.

De esta forma, el espíritu cultivado se convierte en  poderoso combustible con el que cebar la maquinaria de un sistema económico que, en nuestros tiempos, busca nuevas respuestas para superar el agotamiento de los modelos que funcionaron en el pasado.

Para ello, es esencial que las riquezas culturales de nuestra historia salgan de las urnas de los museos, donde tan brillantemente se muestran y explotan, para impregnar entornos más próximos a los procesos que dan forma al conocimiento, sensibilidad y creatividad de futuros trabajadores y empresarios, de ciudadanos.Finalizo este escrito con unos hermosos versos escritos por Ibn al-Labbāna de Denia,  una de las más bellas elegías andalusíes escrita con motivo de la marcha de Sevilla de Al-Mu‘tamid y su familia : 

Jamás olvidaré la amanecida
junto al Guadalquivir, cuando las naves
estaban como muertos en sus fosas.
La gente se apretaba en las riberas
mirando aquellas perlas que flotaban
sobre los blancos lechos de espuma,
descuidadas las vírgenes, los velos
destapaban los rostros, que, cruelmente,
más que los mantos, el dolor rasgaba.
Cuando llegó el momento. ¡Qué tumulto
de adioses! ¡Qué clamor el que a porfía
las doncellas lanzaban y galanes!
Partieron con sollozos los bajeles,
como la caravana perezosa,
que arrea con su canto el camellero.
¡Ay, cuánto llanto se llevaba el agua!

Hermoso, ¿eh?. Pues sus hijos no leerán estas líneas en escuelas e institutos. Aunque, según parece, tampoco leen muchas de las escritas por otros autores cuyos retratos sí ilustran sus libros de texto. ¿Para qué si no lo demandan las empresas?.

Nota: Como habrán podido comprobar, no soy experto en el asunto que ha servido como excusa para la redacción de este texto, así que agradecería comentarios que aportaran, a mí y a los lectores, más información y recursos sobre la historia de la literatura árabe y hebrea en España.

 

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