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Quizás esté de más repetirlo. Y hasta de lata hacerlo. Ya se ha escrito tanto respecto a las razones que tienen muchos integrantes de este país que se sienten marginados de las decisiones. Y ojo. No porque no sean dizque escuchados y representados. No. En muchos casos sí los llaman a sentarse frente al escritorio y escucharlos un rato. Eso sí, sin posibilidad alguna de influir de manera importante. Quizás en esa dizque escucha se encierre la razón por la cual muchos grupos sociales no han tenido otra que salir a la calle y tratar de visibilizar sus reclamos por la fuerza, ya que lo que creen justo nunca llega. Por distintas razones, nunca llega. Y solo queda la rabia. Una rabia que provoca escupos, huevos, interpelaciones directas y quizás qué más.

El tema no está, por cierto, en el respeto. Algunos voceros de los comandos políticos quieren apelar al respeto de quienes piensan distinto. Pero el respeto no se logra sólo por el cargo o las veces que ha salido en televisión y tampoco responde a una guerra sucia de militantes o simpatizantes de candidatos. No es un tema de buenas costumbres ni de mala fe.

Por muchos años, el periodismo incluyó la opinión de la calle como un dato simpático. Así, quedaba sobre la mesa el nivel de desconocimiento que el chileno común tenía de muchos temas, algunos casi ridiculizados. Quizás sea precisamente esa mirada en menos de la gente común lo que genere esta separación tremenda entre los técnicos especialistas de lo público v/s quienes requieren respuestas que descansan en el bien público.

Existen distintos y variados problemas en la base social. Algunos más grandes que otros. En una ciudad o comuna existen muchos problemas que requieren atención. El tema complejo para las autoridades reside en aquellos problemas que se convierten en crisis. Es una de las razones por las cuales, en muchos ámbitos, se trabaja para adelantarse a los problemas posibles incorporando a los actores influyentes y los importantes. Al menos en el papel, se debiera incluir al público o comunidad que se verá afectada o influida por determinada acción de la autoridad para minimizar sus efectos.

¿Por qué razón los problemas vienen estallando hace un buen rato?, ¿por qué da la impresión de que Chile pasa de crisis en crisis?, ¿por mala fé? Mi apuesta es que se ha debido a que quienes han debido escuchar a la comunidad no lo han hecho. Al no brindarle la misma importancia a la comunidad que a los técnicos especialistas o los grupos de interés lo único que se ha logrado es un ninguneo por lo que la comunidad espera de sus autoridades. Y puede ser que muchos problemas sean anteriores a los cuatro años de responsabilidad de este gobierno e incluso a los cuatro años del anterior a éste y así, sucesivamente, el gran tema es que cada vez que se promete una nueva forma de gobernar, esta finalmente no modifica lo que a la gente realmente le importa: el bien público.

Es enojoso saber que en Quellón tiene que salir la comunidad a quemar barricadas para gritarle a la autoridad que un hospital que tiene capacidad (e insumos y profesionales de salud) para atender a 7.000 personas, efectivamente para atender a 35.000 va a tener problemas en el corto plazo. Y es enojoso, por que debiera ser la autoridad la que esté preocupada de anticipar esos problemas de la población. Si no, para que se les paga cuantiosas sumas mensuales a subsecretarios, seremis, encargados, jefes, encargados, etc, etc. ¿Para qué?

¿Y qué viene siendo el bien público?, pues en todos los casos en los que la comunidad se ha levantado en pie de guerra sirve de ejemplo. Todos temas relevantes para la calidad de vida. En Freirina, el derecho a respirar aire sin olor a mierda; en Aysén, el precio de los combustibles; en Calama por no recibir ganancias territoriales por la explotación del cobre y Quellón, por la falta de atención de salud.

En este contexto, los bonos que ofrece el gobierno son ridículos. Lo que la calle está solicitando hace rato es calidad en los servicios del Estado. Si se tiene salud pública, que ésta de respuesta a nivel país. Pero eso es complejo de escuchar ya que va en contra de su visión de servicio estatal, el cual debiera ser mínimo y precario para permitir que el servicio privado pueda hacer bien su negocio. El gran tema es que esa respuesta precaria de lo público (que es repetida hasta el cansancio por los administradores de turno) es lo que el león que ruge en cada esquina del país ya no está dispuesto a escuchar.

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