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En 1989 Verónica Zondek y Teresa Adriasola (cuya obra poética es conocida bajo el heterónimo de Elvira Hernández) dieron a luz una muestra de poesía chilena impresa en el formato de cartas de juego de azar, ilustradas por jóvenes artistas. El mazo conteniápoemas de escritores de distintas generaciones- Carmen Berenguer; Cecilia Vicuña; Jorge Montealegre; Mauricio Redolés; Enrique Lihn; Gonzalo Rojas; Alberto Rubio; Teresa Calderón; Gabriela Mistral; Marina Arrate;  Rodrigo Lira, entre otros- y fue albergado en una cajita que las propias compiladoras/antologadoras

“Cartas al azar”, publicada al celebrarse el centenario del nacimiento de Gabriela Mistral, no pretendía ser una antología común. Y no lo fue: hoy figura casi como un objeto de culto y en su formato diseñado para elegir leer por donde se quiera, aun es utilizado para enseñar poesía chilena, por quienes tienen el privilegio de contar con alguno de estos artefactos.

La poeta Soledad Fariña  recordó en Isla Negra la existencia de esta antología de poesía chilena, durante el diálogo que siguió a la presentación  “La ciudad que habito”,el libro más reciente de Verónica Zondek, en la sede de la Fundación Neruda, la semana pasada. El texto alude a Valdivia, donde reside la poeta desde 2005,  y muestra la continuidad de un trabajo desarrollado desde hace casi 30 años y que la sitúa entre una de las escrituras más potentes en la poesía chilena.

Verónica Zondek es poeta y traductora. Es también investigadora, gestora cultural, maestra. También es asesora externa de Extensión de la Facultad de Filosofía y  Humanidades de la Universidad Austral de Chile y forma parte del comité editorial de LOM ediciones. La literatura es sin duda el eje central de su vida y una docena de libros publicados entre 1984 y 2013 sirven de aval a este quehacer enjundioso reconocido en Chile y en países como Argentina, Uruguay, México, Colombia.

En la Universidad Hebrea de Jerusalén se licenció en Historia del Arte y luego vivió en Israel donde formó familia. Al regresar a Chile publicó sus primeros libros, a mediados de los 80 (“Entrecielo y entrelíneas”, “El hueso de la memoria”, “La sombra tras el muro”) y no ha parado hasta ahora. En su producción literaria destacan “El libro de los valles”, “Membranzas”, “Vagido”, “Peregrina de mí”, “Por gracia de hombre”, “Entre lagartas” (con ilustraciones de Gabriela Villegas). .

Su escritura es política, con una visión comprometida con los sucesos que acontecen a su alrededor, pero al mismo tiempo profundamente personal acompañada de una mirada aguda para capturar el paisaje exterior/interior. Como traductora ha trabajado con la obra del Premio Nobel antillano Derek Walcott y los poetas Anne Sexton, ganadora del premio Pulitzer de Poesía; Gottfried Benn y June Jordan. En su trabajo sostenido en el tiempo se perfilan continuidades de líneas y preocupaciones temáticas, escribe la poeta Damaris Calderón, para la cual la poesía de Zondek  “aporta matices particulares que van desde su trabajo con el habla y la torsión de la palabra, hasta la percepción donde el ojo, la mirada, tienen un papel acentuado, reafirmándose en poderosas imágenes visuales”.

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Un río, una plaza, una nube

La ciudad que habita Verónica desde hace ocho años es Santa María la Blanca de Valdivia, a la cual emigró dejando atrás Santiago, como antes dejó Jerusalén  y también Londres, donde residió algunos años en la década del 70.

Valdivia, como bien dice, es la ciudad donde vive, aunque entre tanto proyecto de escritura, gestión y traducción va y viene a menudo. Pero es allí donde reside con su familia y escribe en un estudio repleto de libros, silencioso como pocos, con ventanas desde donde se divisa el verde de árboles añosos y matorrales, o la lluvia que a menudo cae copiosa seguida de deslumbrantes arcoiris.

Y es esa ciudad, antigua y nueva, la que describe a través de sus versos, encontrando el tono y el ritmo que la hacen vívida, con su plaza republicana (vivo ramillete de ancianos/amantes/predicadores); el café y los amigos ya de siempre en siempre; el casino que ha reemplazado un bello y antiguo hotel; el mercado fluvial y nubes preñadas a granel de aguas.

Sobre esa Valdivia escribe: “En los horizontes finitos de Los Ríos Región/un cisne navega los recuerdos de los ovíparos de antaño// y contemporáneo sobrevive al pan nuestro de cada día. Resiste el MAC las fuerzas de la tierra y el sentido en falta//y los troncos desnudos que clavan las aguas// son proclamas vivientes de los incendios de un eterno retorno”.

En su  texto Verónica hace una declaración de reconocimiento al sitio  al cual llegó después de un largo peregrinaje. “Quien sabe por qué /cuándo//Por qué aquí y no allá/ Si tanto tanto anduve tanto/prófuga y entera/con el tobillo caliente profundo en lo real/en suelos buenos y de otros lejanos en el tiempo”.

Pero no hay que equivocarse en cuanto a la intencionalidad. Zondek habita múltiples ciudades: “Yo siempre trabajo con una escritura que no es unívoca, sino que tiene varias lecturas, pero, por supuesto, cuando uno escribe se pilla con las mismas obsesiones de siempre, y en mi caso tiene que ver con las cosas híbridas y los mestizajes, con sus habitantes, el peso de la historia, la destrucción y reconstrucción y eso, al final, es hablar de la vida. La excusa es Valdivia”.

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Las otras ciudades

Que hoy se haya instalado en una ciudad del sur no significa que Zondek haya detenido su vocación de viajera impenitente. Un día estará en la Patagonia recogiendo el sonido de los vientos (lo hizo en 2008 con el fotógrafo Abel Lagos y compuso un poema visual). Otro día estará en el norte, en las salitreras (escritos suyos acompañan un libro de fotografías  Patricio Luco de pronta publicación). O trabajará concentradamente en su estudio, en dos o tres textos que la obsesionan.

Entre agosto y septiembre acompañará a un grupo de poetas ingleses y galeses en un periplo por pueblos de la Patagonia argentina fundados por coterráneos en el siglo XIX (Trelew, Puerto Madryn, Gaiman). Se trata de un proyecto del que forma parte como coorganizadora y que cuenta con el apoyo de instituciones de Gales, Buenos Aires, Chubut y Valdivia y que intenta replicar a los escritos de un famoso novelista y escritor de viajes inglés, quien hizo un relato sobre las tierras del Chubut (Bruce Chatwin). Los bardos también leerán poesía en Valdivia y participar´pan en una conferencia sobre el uso de lenguas minoritarias (mapuche, gálico).

En paralelo Verónica volverá siempre a sus troncos, sus libros y sus jergas, prodigándose también entre quienes la reclaman como una de las voces más sólidas de la poesía; mal que le pese a algún poeta o antologador que declara, casi con impudicia, que la poesía en Chile es cosa de hombres. Masculino o femenino es una clasificación que corresponde a arquetipos, a juicio de Zondek; lo ha comprobado en ejercicios de lectura donde sin especificar nombres ha entregado textos para la lectura a talleristas que han definido a poetas varones como eminentes voces femeninas.

Más que la defensa del género su preocupación apunta a la escasa visibilidad de la escritura de mujeres incluida la Nobel Gabriela Mistral, a quien siente ninguneada o reducida en su vasta dimensión de poeta, ensayista, educadora. Por eso, entre 2005 y en 2007 editó, en conjunto con Silvia Guerra, dos libros con la correspondencia entre Mistral y poetas uruguayos y también una compilación de conferencias dictadas en ese país.  Casi una década antes, en 1989, junto a Fariña y las académicas  Raquel Olea y Eliana Ortega organuzaron un memorable encuentro sobre la obra de Mistral en la ONG feminsita La Morada.

Como sea, la escritura de Zondek seguirá fluyendo; como las aguas de los ríos de Valdivia, inapelable.

Fotografía: Alvaro Hoppe, archivo de la escritora

 

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