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Leonardo Caracol abre su libro con una gran provocación: Yo no vengo aquí a escribir y ser la respuesta. De hecho si escribo esto es para que queden llenos de dudas, de preguntas, desafíos, del profundo deseo de que las respuestas estén ahí, siempre han estado ahí. A veces no sabemos preguntar o esperamos como en una pregunta con alternativas que sea alguna de las 5 que se plantean: a), b), c), d) o e). Yo, talvez, simplemente quiero decirles que hay muchas más que esas y quizás nunca las pensaron como tales.”

La verdad, nos aterra hacernos preguntas, siempre vamos tras definir un marco rígido, confortable, seguro de respuestas que nos sirvan y estructuren nuestra vida. Respuestas que nos salven del movimiento permanente, transformador, maravilloso que nos podría permitir expandir la conciencia, abrir las alas y llegar a nuevos y luminosos entendimientos. Nacen nuestros hijos, hijas y les entregamos un paquete de respuestas a través de la religión, las ideologías, la Cultura Standard Nacional que es paragua  protector, la educación, la formación, los buenos valores. Todo esto les ofrece un paradigma estable y permitido que los toma de la mano e invita a crecer dentro de una cajita cómoda, ordenada, limpia y segura que los salva de la temida PREGUNTA, del temido cuestionarse, de la aterrorizante posibilidad de que las cosas sean de otra manera y halla que pensar, sentir, percibir.

Llegar al mundo con Asperger te obliga a abrazar la pregunta siempre. A lo largo de la lectura de este precioso, interesantemente escrito y honesto libro, percibo que esa condición: Ser Asperger, entre muchas otras cosas, ha sido un regalo, a veces complejo de desenvolver, pero un regalo importante, una campana que despierta y alerta.

Después el autor dice “Soy Leonardo Caracol y sí tengo Asperger. Esta es una condición con la que voy a vivir siempre y es parte de mí. No es una discapacidad, una deficiencia, sino que en ciertas áreas comunes, yo soy diferente, diferente en pensar, en sentir, en percibir, en expresar.” Y más adelante habla de la no aceptación de subculturas dentro de culturas más amplias.

A estas alturas yo ya estaba cautiva del universo de este caracol que saca sus cachitos al sol develando aspectos esenciales de la condición humana, aspectos invisibilizados. Un torrente de preguntas fue llegando, moviéndome por dentro, invitándome a hacer nuevas relaciones y asociaciones. Sentí que el viaje de este caracol que transita con sus cachitos al sol es el mismo que el de todos. DISTINTOS PERO IGUALES. Este, al final y al principio, es el gran viaje de la especie humana: “Conocer nuestra condición sagrada, nuestra naturaleza única, percibirla así, no como una discapacidad o deficiencia, sino como la particularidad misteriosa y perfecta que nos abre la puerta a entregar esa porción de la creación que ningún otro, ninguna otra, entregará. Este viaje que, muchas veces dejamos trunco porque no tenemos el coraje para transitarlo, o porque no tenemos un “diagnóstico”, o porque no pertenecemos a una subcultura evidente que nos obliga a conocerla y recorrerla como aliada severa de la invitación que se nos hace al venir  a la tierra: Abrazar el coraje del guerrero que lucha por ser él mismo.

Leyendo el libro no pude sino recordar mi sensación de niña: Pertenezco a una familia chilena mestiza. Mi padre, un maravilloso caballero de clase más que acomodada, hijo de personas asociadas a la oligarquía nacional, educado por curas jesuitas, racional, progresista. Mi madre, hija de chileno y mulata nicaragüense, de extracción popular, artista, sensible, intuitiva. Crecí en un mundo más parecido al de mi papá y siempre tuve la sensación de que algo en mí, algo profundo, no cabía, no se ajustaba, yo no era igual a los demás, algo misterioso, oculto y errado, me habitaba. Era una niña que se reía muy fuerte, hablaba de cosas raras, era “loca”, muy culona, demasiado expresiva en relación a mis amiguitas ordenadas, tranquilas, adecuadas. Años después, cuando murió mi madre, fui a Nicaragua a descubrir mis raíces. Quería escribir una novela inspirada en mi abuela Josefina, la mulata. Aterricé en ese país lleno de volcanes, cielos abiertos cruzados por nubes viajeras que nos recuerdan la historia de la tierra, gente de otro color y me encontré, a boca de jarro, con miles de Maluchas. Nicaragua estaba sembrado de mujeres que se reían fuerte, culonas, expresivas. De pronto no había nada que domesticar, mitigar, reprimir o aplacar en mí. Ahí, frente a mis ojos, me encontré conmigo misma. Ya no tenía una deficiencia, una discapacidad que sanar. ¡No, ahí estaba mi cultura, mi naturaleza, mi esencia, desplegándose y desarrollándose, como algo habitual! Yo era negra, india, mulata, volcán en erupción. Mis dioses eran africanos y para vincularme con la divinidad, bailaba y hacia sonar los tambores. Fue una experiencia transformadora y abrió la puerta a un torrente de creatividad personal. La existencia se hizo un espacio lleno de sentido y apareció el norte, la misión, el camino.

Al igual que Leonardo Caracol, la vida ha sido generosa y me ha entregado valiosas ofrendas que han colaborado a ponerme en mi camino de “guerrera que lucha por ser ella misma”:

1. La vida me entregó a Tomás, el más audaz, muchacho con la  capacidad de ser diferente. El me ha zamarreado y obligado a vivir en la pregunta cada día. Esta evidencia me ha obligado a abrazar el movimiento transformador del universo que es de las pocas ciertas que existen. También y drásticamente, me ha obligado a transitar despierta.

2. La vida me regaló el mestizaje. Soy un ser habitado por distintas etnias, clases sociales, culturas, sensibilidades, maneras que me han obligado a establecer un diálogo interior permanente que ha tenido como resultado una vocación: la diversidad y una comprensión: la diversidad nos enriquece. Si, la diversidad nos abre a visiones ricas y nutricias.

3. Finalmente la vida me entregó una naturaleza distinta que me ha puesto en conflicto permanente con la cultura oficial de este país lo que me ha permitido tener un pensamiento crítico y me ha permitido darme permisos para sentir otros latidos y abrirme al espacio de la intuición y el caos fecundo.

Estos regalos son difíciles de desenvolver, eso queda diáfanemente claro en el relato luminoso, gentil y bello de nuestro Leonardo Caracol que abre claves, códigos y rutas para latir con él. Muchas veces pasamos la vida en el intento de abrir nuestros regalos complicados A veces, cuando creemos que lo tenemos desenvuelto, las cintas misteriosamente se vuelven a anudar y partimos todo de nuevo, pero el tema es elegir el paquete como regalo y no como carga pesada que se lleva. El resto, el otro, la otra, el país, el sistema puede o no colaborar en esta misión. ¡Ojala lo hiciera a través de todos sus canales de convivencia: la educación, la cultura, la política, la constitución, el estado, etc.!

bosque

Un personaje de una obra de teatro que estoy escribiendo y que se llama Colibrí, obra que cuenta la gesta de un joven con habilidades distintas dice:

Abuelo: (En otro lugar del escenario, envuelto en humo, fuma su puro y le cuenta al público)

En un gran bosque mecido por el viento, vive una población olorosa de árboles.

Todos respiran el mismo aire,

Se encuentran, se separan,

Todos nacen, todos mueren

Sin embargo cada uno es diferente al otro

Tan diferente que asombra.

A ningún árbol se le ocurriría decir que su hermano es feo, discapacitado, homosexual o judío.

A ningún árbol de se ocurriría decir que su hermano es enano, palestino, que esta enfermo de sida o que su vida será más corta.

Simplemente son árboles

y si faltara uno solo

No existiría el milagro que se llama

Bosque mecido por el viento. (Se escucha música.) Son muchos los niños que nacen así, como tú, Gerónimo, mi gran nieto apreciado, amigo querido. Mientras fui parte de la tierra, yo ser de la cabeza, caballero de la razón, aprendí mucho con usted. Por el rabillo del ojo entendí que había tantas, ¡tantas! maneras de estar por esos lados… No se deje vencer mi muchacho, pelee.

Son muchos las personas que nacen así. Como la única flor única del valle, como el único árbol único del bosque. ¡Es una alegría tenerlos aquí revolviendo todo, desafiándonos a mirar lo que nuestras respetables y sesudas cabezas no alcanzan a comprender!

“Confesiones de un Caracol”, es una carta de navegación imperdible, necesaria para hacer de este mundo un mundo amoroso. Gracias por ser y existir. Finalmente dejo una frase del libro que me representa: “Los caracoles son lentos pero dejan un rastro brillante.”

 

Presentación del libro:

Confesiones de un Caracol. Vivencias en tono Asperger

Ediciones del Sur/ Idearia . Colección Narrativa/ Buenas Letras

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3 Comentarios sobre “Confesiones de un Caracol. Vivencias en tono Asperger

  1. Nos falta tanto camino por recorrer, la integración es compleja, la inclusión aún utópica en gran parte de nuestro país. Maravilloso libro.

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