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Las elecciones presidenciales son un momento propicio para que la sociedad civil haga sus planteamientos y establezca sus expectativas. El Colegio de Periodistas de Chile anunció un documento que dará su visión acerca de cómo deben ser las políticas públicas en materia de información, de comunicación social y de periodismo, para los próximos años en Chile. El 10 de julio a las 19 horas, en el Ex Congreso Nacional, entregará públicamente su posición al respecto. Y ciertamente que habrá material de debate.

Este tema de la democracia, del derecho a la información, del rol de Estado, de las empresas mediales y de la sociedad civil, siempre es complejo. Ecuador acaba de aprobar una ley de regulación de los medios que levanta fuertes controversias políticas e ideológicas. Es inevitable la controversia por tratarse la información y el periodismo en particular del alimento necesario desde el cual las personas y los propios actores sociales se apoyan para levantar, impulsar u obstaculizar las acciones que se expresan en el mundo público.

En los medios tradicionales como en las redes sociales, se dan los flujos informativos y culturales que semantizan la realidad. La representan en imágenes, textos, palabras. Los aparatos mediales de esta manera, ponen en contacto diferentes esferas de la sociedad, facilitan el camino del diálogo o del enfrentamiento, nos dicen qué es lo importante, cuales son los buenos y los malos líderes o nos dan pistas para detectarlos. Generan los medios la atmósfera en la cual nos movemos para construir nuestra cotidianidad y nuestro horizonte social. Las nuevas tecnologías de la infocomunicación han introducido una nueva dinámica altamente contradictoria: aumenta la democratización y entrega más poder a los que ya lo tienen.

Los temas (agenda setting) que discutimos en casa, en el trabajo, con nuestros amigos incluso lo que jerarquizamos como importantes tienen conexión con las líneas editoriales (framing) que se representan en los medios. Estos mensajes son internalizados en la cotidianidad de las personas. Los medios ponen en relación las estructuras sociales con lo coyuntural y contingente. Por ejemplo, la historia de una persona que no ha recibido subsidio habitacional o el llanto de una anciana mostrando su pensión miserable, se vincula con las políticas públicas de la vivienda y de la previsión social. Informar o no informar es hacer directamente política.

El Estado de Chile, durante la dictadura y con posterioridad a ella, ha sido negligente en políticas públicas sobre el derecho a la información. Ha permitido el negocio de la información sin regularlo, ha favorecido privar a sus habitantes de señales de libre disposición con compañías que bloquean las señales satelitales de televisión, ha dictado leyes para impedir que existan radios locales o comunitarias de buen nivel, no ha prohibido la concentración de los medios en pocos grupos económicos. No protege a los periodistas del acceso a las fuentes, no se inquieta por la basura diaria que emiten los canales de televisión.

El Estado de Chile ha sido renuente y negligente al no permitir que la televisión digital incorpore nuevas visiones, nuevas voces. En suma, el Estado, o su clase política, ha aplaudido que el mercado se encargue de edificar una industria cultural de entretenimiento y de información que no está a la altura de una democracia.

No obstante, hay un gran consenso social en Chile de la mala imagen de la televisión abierta, que es la principal industria cultural del país. Los canales TVN, 13, Mega, Red, Chile Visión, UCV televisión, están llenos de espectáculos, películas añejas, opinólogos de baja monta, matinales interminables, reality show, crímenes abundantes en los noticieros, mucho fútbol y casi nada de otros deportes. Los noticieros se portan como hermanos gemelos: estandarizan los temas y las miradas editoriales, simulando defender a la gente de las autoridades.

Casi no hay habitante del país que no sienta desprecio por la baja calidad de la televisión abierta. Se habla con toda libertad de televisión chatarra, del reino del pésimo gusto, de la mediocridad. ¿Pero por qué , entonces, la televisión, los canales no cambian frente a su pésimo posicionamiento en la opinión de la gente, especialmente de los sectores de más altos recursos . La respuesta es simple desde el cínico mundo televisivo. “Porque el negocio se establece sobre lo que la gente pide y pide la misma porquería que le estamos dando, aunque diga que no le gusta”.

De nuevo, como en la educación, el objetivo del lucro tiende una plataforma que justifica o explica toda la mala calidad de lo que se ofrece. Y ello se permite, este comercio de la información, en nombre de la libre circulación, sin que el Estado diga una sola palabra o haga nada para cambiar este estado de cosas. Todos admiten, a nivel del discurso, que una población mal informada es el caldo de cultivo para cualquier decisión y presa de liderazgos demagógicos. La garantía de una democracia sana es tener una población bien informada, culta, capaz de evaluar de manera rápida y certera la realidad.

Una política pública seria para el Estado de Chile debe contemplar al menos tres tipos de propiedad de los medios:

1. De las organizaciones sociales propio de la sociedad civil que desean expresar sus puntos de vistas, sus experiencias, sus anhelos, sus necesidades. En este campo están las organizaciones no gubernamentales, las universidades, las municipalidades, las organizaciones locales o regionales.

2. Las empresas privadas que desean hacer de los medios y de sus productos un negocio y que son las que actualmente dominan en el escenario nacional.

3. La propiedad pública de los medios que tienen por misión la educación, la propagación de la cultura, la adecuada socialización.

Esperemos que las candidaturas presidenciales tengan la lucidez necesaria para enfrentar con seriedad este tema de las políticas públicas sobre el derecho a la información, el rol del periodismo, del Estado y de la sociedad civil para profundizar la democracia chilena.

Texto publicado originalmente en El Dínamo

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