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Las tecnologías afectan nuestra vida y por ello son materia de discusión el cuanto y el cómo nos impactan. Lo que nos inquieta hoy es la infocomunicación, que es una nueva tecnología que la humanidad empieza a conocer y aplicar a gran escala.

McLuhan, nos advertía que los medios masivos de difusión cambian la atmosfera global en que vivimos y nos modifican de manera sustantiva. Según su didáctica, el diario es una prótesis de la memoria porque nos permite conocer algo sin que exista otra persona física que lo diga, como ocurría en la tribu. Una hoja escrita reemplaza al que vivió directamente una experiencia, permitiendo la circulación del conocimiento. La televisión, nos dice el antropólogo canadiense, transporta y amplia nuestros sentidos, modifica el espacio físico-temporal, porque nos permite ver imágenes y escuchar palabras que sin ella no podríamos tener.

Carlos Marx observaba que la emergencia de “los molinos de viento terminan con la esclavitud”. Esto lo afirma en el sentido que la manera de producir, modifica las propias relaciones sociales y la manera de generar excedentes. En este caso, el molino de viento, libera a parte de los esclavos del trabajo y, al mismo tiempo, le da más rentabilidad al amo, dando paso a nuevas relaciones económicas sociales, que se expresan en el modo de producir feudal, de relaciones entre el señor feudal y los siervos de la gleba. Según esta postura, todo el proceso de cambio social puede ser entendido desde los medios y las maneras de producir.

¿Y qué hace la infocomunicación en nuestra sociedad, en qué nos transforma?

Primero hay que saber que es una nueva herramienta, que también se le denomina : TICs, tecnologías de información y de la comunicación, que combina la información ( formas o estructuras representadas) con la acción social.

Esto se produce gracias a la cibernética , la digitalización de la información , la computación y los dispositivos electrónicos/mecánicos que permiten generar “inteligencia artificial”, como la de los cajeros automáticos, instalar y operar redes de interacción de personas con sus representaciones: textos, imágenes, voces, como es internet….producir instantaneidad de conexiones donde antes era imposible. Para monitorear la realidad y tomar decisiones hoy día hay un universo, mediatizado e inmediatizado e inmenso que antes simplemente no existía.

La infocomunicación rompe brutalmente con la memoria social e individual tal como la conocíamos hace poco, al producir en poco tiempo, gigantescas masas de información que nadie está en condiciones de atrapar en su totalidad, porque se producen geométricamente en los medios y redes virtuales, mientras la capacidad de captar sus contenidos y formas solo pueden crecer muy poco.

El tiempo real siempre es el mismo (24 horas al día) para una persona, mientras el universo virtual, que lo generan millones de personas interconectadas, crece y se viraliza a ritmos insostenibles para una persona. Por ello surgen los softwear para analizar y sintetizar la información y producir metainformación, lo que la gente de a pie, prácticamente no conoce y que le dan a los que sí poseen estos recursos, una tremenda ventaja estratégica por sobre los aprendices de la “sociedad informatizada” tal como nos enseña Manuel CASTELLS.

Los romanos representaban el tiempo con el dios Jano, que tenía dos caras. Una mirando al futuro y otra al pasado. La infocomunicación es la nueva diosa que envuelve todas nuestras relaciones cotidianas y que también, al menos, tiene dos caras.

Habría que representarla con una cara amable, transparente, deseable. Es la divinidad que nos ayuda a comunicarnos, a resolver múltiples problemas, a democratizar nuestras relaciones con las autoridades, a hacer más factible la “aldea global”, a ahorrarnos mucho tiempo para obtener datos o realizar trámites.

La otra cara de la infocomunicación es la siniestra, la cara indesable. Es la que se esconde en las sombras del poder donde están los que administran los sitios de la web, los que la “barren” o monitorean la red , las conexiones telefónicas ,los correos, los que están al asecho de lo que piensa o hacen los demás para detectar las “conductas peligrosas” : CIA, DEA, Departamento de Estado de USA, Policías y gobiernos de todo el planeta. Todos ellos muy dispuestos a usar la transparencia de la red como un rico pozo de información, para fortalecer su poder económico, político o derechamente represivo.

No es casualidad que el FBI haya comprado acciones de Facebook. Esta plataforma es una mina inagotable de información íntima, entregada con entusiasmo ingenuo por sus millones de integrantes que relatan sus actividades y opiniones, que ni con ejércitos de policías podrían obtener.

Por otra parte, el empleo de las tecnologías de la infocomunicación, nos hace soñar con resolver miles de problemas como por ejemplo, el reemplazo de cirujanos humanos nerviosos, por robots precisos, que operan luego de hacer simulaciones de la intervención, con márgenes ínfimos de error. Igualmente aplaudimos que por twitter podamos convocar a manifestaciones, a difundir ideas que los medios masivos tradicionales se niegan a dar y superar las distorsiones de representación de la realidad. La información digitalizada, sin duda, hasta ahora, es un potente recurso de democratización.

Pero también debemos imaginar las mismas tecnologías al servicio de las dictaduras. Por ejemplo, podemos pensar que futuros gobiernos quieran “cuadricular la Alameda” o cualquier lugar de manifestaciones públicas, poner dispositivos mecánicos electrónicos bajo el pavimiento, que permitan ser teleaccionados para que aíslen a los manifestantes, lo paralicen o retengan para que luego una patrulla policial los suba a los retenes móviles y entregue una versión filmada o digitalizada de lo ocurrido. Esto no necesitará de enfrentamientos callejeros. Será limpio, aséptico y eficiente a favor de la represión. La posibilidad de tener una contra versión oficial, sería casi inexistente. Sería la ciberdictadura en su expresión más perfeccionada. Y este tiempo no está lejano desde el punto de vista técnico, es cuestión de algunos años más.

Sabemos que esta tecnología seguirá evolucionando, es una tendencia mundial e independientemente del sistema social-político que se elija, exige una adaptación de las personas y de las sociedades a su impacto. Por ello, es momento que en Chile nos empecemos a preocupar de qué políticas públicas debemos adoptar frente a la presencia y el desarrollo de la infocomunicación que se expresa en diversos campos: seguridad personal de los datos, libre circulación de las ideas que eviten el monopolio de las telecomunicaciones, regulación de la conducta de los sitios en la internet, instalación de sistemas fiables de evaluación de la información con fines científicos y productivos.

Debemos pensar en cómo el Estado y la propia sociedad civil, pueden garantizar la protección de las personas frente a las organizaciones delictuales, a los grupos racistas o fanáticos que buscan formas de convivencia no deseables para la democracia. Hasta ahora, ningún candidato presidencial ha esbozado criterios frente a este insoslayable problema y sería preciso y necesario que como sociedad empecemos a discutir seriamente cómo Chile se organiza para vivir en la sociedad informatizada de la mejor manera posible.

Publicada en El Dinamo

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