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Esta reflexión no busca ahondar en los triunfos de la Nueva Mayoría y en cómo la Alianza debe plantearse ahora de cara a las elecciones de noviembre.

En medio de todo el nerviosismo del conteo de votos y de la algarabía de los resultados para los triunfadores, fuimos testigos de historias de decenas de personas para las cuales este proceso eleccionario no fue tan celebrado… ni mucho menos simple.

Los problemas que más se repitieron (o los que la televisión más se encargó de mostrar), tienen que ver con gente que no estaba habilitada para votar. Algunos, por la fusión de las mesas receptoras y otros, simplemente, porque aparecían inscritos en partidos políticos a los que ellos nunca, según sus propias declaraciones, habían decidido adherir.

Con el paso de las horas, comenzaron a verse en distintos medios, y también fuertemente en Redes Sociales, reclamos de ciudadanos que por el simple hecho de apoyar causas de corte ambientalista, ‘mágicamente’ aparecieron como parte de la lista de partidos como el PRO. Y esto, simplemente, los dejó fuera de ejercer su derecho. La seguridad en torno a los datos que uno voluntariamente entrega, amerita otro análisis, pero ciertamente los partidos políticos que engrosaron sus filas con estos datos debieran dar explicaciones.

También vimos a personas de avanzada edad o con problemas para desplazarse que se encontraron con mesas en segundos y terceros pisos en edificios sin ascensores o facilidades para que pudieran cumplir con su deber cívico. O aquellos hombres y mujeres ciegos, que simplemente pedían un voto con un sistema braille adecuado y que les permitiera sufragar con confianza.

O incluso aquellos que llegaron a colegios en los que históricamente habían votado antes y que hoy aparecían cerrados o simplemente ya no podían recibir sus preferencias. La respuesta de los delegados del Servel fue clara: ellos cumplieron su deber de informar (y por consiguiente eran esas personas las que eran responsables de no saber dónde estaban parados en ese minuto o dónde estaba su mesa) y que todo estaba en internet… ¡en Internet!

El desarrollo es mucho más que digital

Una reportera en terreno de Canal 13 le preguntó ayer a una señora qué problema había tenido, ya que no había podido votar. La mujer (de avanzada edad) dijo que su mesa había sido cambiada y que ella ahora no sabía dónde ir ni qué hacer. La periodista, quizás en un intento por mostrar su nivel de conocimiento del tema que le fue asignado en pauta, le dijo que la información estaba en Internet. “¡¿Cómo yo voy a ver yo Internet si apenas veo?!”, fue la respuesta espontánea de la mujer.

Se equivocan quienes piensan que la panacea del acceso a la información es sólo y nada más que lo digital. Eso queda bien para las nuevas generaciones, aquellas que han crecido en un mundo tecnologizado y que ha delineado una nueva realidad para muchas personas. Es importante que en procesos como los que vimos ayer, se trabaje con una mirada más amplia y bajo el concepto de la inclusión.

En nuestro país aún existen sectores sin acceso a Internet, analfabetos digitales y hombres y mujeres que viven en sectores alejados de los grandes centros urbanos. También existe un gran número que está tratando de subirse a esta era digital, pero ese proceso, contrario a la velocidad con la que avanza la tecnología, va a un ritmo mucho más pausado.

Quedan cuatro meses por delante hasta la próxima elección. Es un tiempo prudente para subsanar los pequeños detalles que marcaron esta elección. Lo otro seguro tome más tiempo, y ojalá que los candidatos lo tengan en su programa de gobierno. Pero mientras, es importante resolver lo urgente.

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