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Razones, así se le dice de modo tradicional, muchas razones. Pero no. Yo diría más bien emociones, muchas emociones. Mucha sangre, aunque esta palabra tenga una connotación tan negativa desde hace mucho y en estos últimos años de guerras y postguerras, donde no precisamente pasó agua bajo los puentes, sino justamente sangre, mucha sangre.

Hace ya 20 años que trabajé en CODELCO. En División Andina y precisamente como Jefe de Medios, justo para el primer gobierno democrático. Tuve en ese espacio grandes posibilidades y grandes abortos de esas mismas posibilidades. La radio, que era lo que yo más amaba de todas las herramientas posibles de desarrollar, estaba ahí arrumbada en unas dependencias húmedas y descascaradas en las faldas de un cerro. De verdad no era llegar y echarla a andar. Sobre todo porque ninguno de los mandamases  lo deseaba. La imprenta, precioso lugar digno de todo mérito en cualquier tiempo y circunstancia era más bien el espacio de exilio de los que en el pasado habían sido  protagonistas. Allí estaba Mateluna, el mismísimo dibujante del Enano Maldito, quien había trabajado con Lira Massi y tantos otros. Ya viejo, haciendo folletos y una especie de revistas de monitos para trabajadores, solo, de noche, con lentes que no le servían ni para leer.

Pero todo lo que cuento tiene que ver con Carlos Berger. Todo. Como contrapunto, como historias paralelas aunque ciertamente muy distantes y de distinta magnitud. Él, en un proceso luminoso, acaso el más luminoso de la historia de Chile y de la liberación de los trabajadores. Yo, en esos tiempos, transicionales, arrastrando mis limitaciones y en un contexto donde los otros, travestidos de propios, habían ganado.

Él – y permítanme ocupar párrafos del excelente artículo de nuestro José Miguel Varas respecto de Carlos–, “como periodista, (…) se inició en El Siglo, donde colaboró regularmente entre 1967 y 1970. En septiembre de 1970 viajó a Moscú con una beca para estudiar marxismo durante dos años. Pero sólo permaneció allí hasta agosto de 1971. No se resignaba a estar lejos de Chile en medio de la histórica experiencia del gobierno de Salvador Allende. (…) Fue el primer director de la revista juvenil Ramona en 1971. En 1972, trabajó como encargado de prensa y relaciones públicas del ministerio de Hacienda. El ministro de entonces, Orlando Millas, escribió en una carta dirigida a María Maluenda: ‘No sólo los periodistas del sector económico sino la generalidad de la gente de prensa, radio y televisión de 1972 y del primer semestre de 1973 recuerdan el talento, el dinamismo y la creatividad de Carlos Berger’. Se casó con Carmen Hertz. Su hijo Germán nació el 12 de noviembre de 1972. En agosto de 1973 fue nombrado director de Radio El Loa, tarea que acometió, como siempre, lleno de entusiasmo, porque significaba estar en contacto directo con los trabajadores en uno de los más importantes centros de producción del país”.

Qué maravilla escribo hoy, que maravilla digo y re-digo hoy. Desde el mundo radial yo había sido en mi temprana juventud director de la emisora del colegio, el mismo de Machuca. Allí pese al momiaje sempiterno como me gusta decirlo siempre, el primo hermano de Gladys Marín, Robinson Millie, mi profesor de música y algunos otros profes escondidos en la jungla derechista, me alentaron siempre a seguir adelante, creyendo en mis energías. Así, en 1981, me atreví a poner a Víctor Jara en un pleno y gris 11 de septiembre por todos los rincones de la enormidad escolar. Las viejas pinochetistas alegaban, los niños y jóvenes se preguntaban quien era aquel que por las decenas de altavoces decía “yo no canto por cantar”, o “canto que ha sido valiente siempre será canción nueva”. Mi temblor en las dependencias de la radio, no era de miedo sino de emoción. Acaso como joven locutor  fue lo más heroico que hice. No era menor en cualquier caso, cuando la CNI se paseaba por los patios y desde su barbárica impostura ya tenía listados de jóvenes rebeldes, como para haber inaugurado en el único colegio particular de Chile tomado por los militares y dirigidos por aviadores, una extensa noche de los lápices.

Pero Carlos Berger había sido asesinado y yo no sabía de su historia. A lo lejos si conocía a Carmen Hertz, por los primeros diarios Solidaridad que se repartían entre los que como hormigas luchaban contra nuestro holocausto. Yo tenía 15 años.

Pero dije al principio qué maravilla, porqué lo dije. Es qué cómo me hubiese gustado tener las oportunidades de la generación del ’60. Vivir la época. Y como me hubiese gustado ser Carlos Berger, tan semita como él,  tan lleno de energías juveniles como él, pero en el tiempo de los chacales, tan naturalmente cercano por intuición a Robinson Millie nuestro profe comunista, como él de Lucho Corvalán, también profesor. En fin, ¿se entiende no?

Claro que Carlos Berger fue más lejos, mucho más, mucho más, probablemente saltó sobre sus limitaciones y el contexto mismo, que en un primer momento le dio grandes oportunidades y lo alentó, y en la medida que se fue poniendo cada vez más difícil, peliagudo y siniestro, lo fue empujando en su propio ser, a desarrollar más el coraje, a construir más andamios sobre andamios para alcanzar las estrellas. No se amilanó con las dificultades, como acaso  me dejé estar yo con las que viví en esa Andina de los ’90, llena de frenos burocráticos, de burlones y economicistas.

Así, y volviendo a José Miguel Varas, aunque también rescatando Ecos del Desierto , esa hermosa miniserie de Andrés Wood cineasta del mismo colegio de este Chain y de Machuca, Carlos Berger Guralnik “el periodista y director de la radioemisora local El Loa, ese 11 de septiembre de 1973 a las 5 y media de la mañana, levantó el teléfono y escuchó la noticia que le comunicaba el gerente general de la empresa David Silberman: había comenzado, al parecer en Valparaíso, el golpe militar del que tanto se hablaba”. Entonces “salió de la casa (…) llegó muy temprano al local de la radio (…) Las transmisiones se iniciaron a la hora habitual, con un noticiario en el que se informaba sobre el golpe en marcha” (…) Frente a “la notificación del coronel Eugenio Rivera, (…) que debía suspender Inmediatamente las transmisiones y ponerse a disposición de las nuevas autoridades (…) Berger  (…)  se quedó y mantuvo la emisora en el aire”.

Y ese Carlos brillando como el pimiento con su explosión de rojo eterno, al igual que el Rucio aquel de la Matanza de Santa María de Iquique gritó entonces en la soledad tan sola de la pampa y a los cuatro vientos su patriótica y heroica defensa del Gobierno Popular y de las conquistas de los trabajadores. Allí mismo lo detuvieron. En el patio con su micrófono disparando verdades. La historia posterior ya es conocida, fue asesinado, acribillado por ser la voz en el desierto, de aquel que clamaba en La Moneda.

Entonces porqué Carlos Berger?, ¿ustedes me preguntan?, ¿qué me pasa entonces? Que su figura delgada y señera me enseña una y otra vez  a nunca más amilanarme o deprimirme, cuando las siempre difíciles condiciones no estén dadas para las energías transformadoras que llevamos hace siglos en el pecho. Que su figura delgada y señera, como comunicador social y comunitario, me enseña la vocación creadora de comunidades, y que a pesar de los diversos caminos, de los distintos oficios, o de la misma política, siempre nos ha empujado cómo una existencia superior a nosotros mismos, para caminar y correr y volar por esta angosta y larga franja de tierra en busca de la redención humana.

En cuanto a su ideología y sus sueños, me hace sentir sobre cualquier consideración, que si somos mujeres u hombres con pasión, con sangre caliente en las venas y golpeando el pecho, mujeres o un hombre nobles, capaces de dar amor a los demás, siempre nos acercaremos aún desde nuestros errores tan humanos, a lo justo y bueno, y que por lo mismo, siempre trataremos de estar junto a los desheredados de esta tierra que nos vio nacer, vivir, y que nos verá morir como verdaderos seres humanos, como personas con otros y en otros, como lo fue y sigue siendo en nuestra memoria Carlos Berger Guralnik.

Nota: Nuestro objetivo es instaurar legalmente el 19 de octubre como el Día del Comunicador Radial Comunitario en Chile en homenaje a Carlos Berger Guralnik.

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3 Comentarios sobre “Por qué Carlos Berger Guralnik

  1. Querido Turco, te has superado a ti mismo, lo que es mucho decir…Qué bella prosa, que gran comunicador te has vuelto,amigo-desconocido-cercano, y tus intentos de crear comunidades de gente buena ya sea desde la radio o en este hermoso sitio merecen todo el apoyo. Nada digo de Carlos,bello y reluciente, todo está dicho y todo está sentido.
    Desde la mochila compartida, un abrazo apretado. Shalom

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