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En diciembre del 2007 se conmemoraron con bombos y platillos los cien años de la matanza de los obreros del salitre en la escuela Santa María de Iquique. El alcalde, Jorge “Choro” Soria leyó su discurso frente al flamante mausoleo construido en el cementerio N°1, mientras que en la puerta del cementerio N°3, la gobernadora Sara Benavides, compartió prensa y cámaras con el edil, inaugurando otro memorial. Ambas autoridades rivalizaron todo aquel año por ser los legítimos representantes de los mártires pampinos. Mientras tanto, en Santiago y en otras ciudades, las exposiciones, lanzamientos de libros, videos, lacrimosas palabras, brindis y banquetes, se repitieron por doquier. Salvo los tarapaqueños, pocos repararon que el nuevo mausoleo, destinado a albergar los huesos de las supuestas 3.000 víctimas, contenía solo cuatro cuerpos. Dos de ellos corresponden a Sixto Rojas y a Pedro Regalado, dirigentes de la trágica huelga, quienes sobrevivieron  a la matanza y fallecieron varios años después. Los otros son Patricio Rojas y Rudecindo González, víctimas de aquel fatídico 21 de diciembre de 1907. ¿Qué pasó con los huesos de los huelguistas? ¿Dónde están?

Nuevo Mausoleo de 2007 - Fotografía de Urbatorium
Nuevo Mausoleo de 2007 – Fotografía de Urbatorium

 

Testimonios, pero no imágenes

Cuando a fines de los ’80 el filósofo e historiador, Eduardo Devés buscaba en Iquique información para escribir el libro “Los que van a morir te saludan. Historia de una masacre. Escuela Santa María de Iquique, 1907” se percató de la existencia de un salto, un lapsus, un vacío en el material gráfico de los hechos. Observó que desde el ingreso de las primeras columnas de marchantes a la ciudad, el domingo 15 de diciembre, diversos fotógrafos se  dedicaron a ilustrar a los huelguistas. Hay imágenes de las reuniones con el intendente, de la Escuela Santa María, de la carpa de circo que también los albergó, vistas de la caballería del Regimiento Granaderos y de la multitud en las calles. La última foto de la jornada es la que ilustra la portada del libro de Devés. Está tomada en la tarde del 21 de diciembre, en la plaza Montt. Allí se ve a cientos de obreros, vestidos con su traje de domingo (chaqueta, corbata y sombrero), sin armas y sin banderas, como se observa en otras fotos del inicio del conflicto. Los días siguientes a la matanza, la prensa local ilustrará con un simple dibujo, una pila de cuerpos rodeada por la caballería. Más tarde, se verán imágenes  de la Escuela Santa María con los vidrios rotos y vigilada por los soldados…nada más. ¿Qué pasó con los fotógrafos? Nadie lo dice, pero resulta extraño que ninguno atinara a conservar para la posteridad el retiro y manejo de los cadáveres, el momento del entierro, los heridos en el hospital o los retratos de los familiares…¡Nada! No es raro, entonces, que las versiones sobre la cantidad de fallecidos oscile entre 140 y 3.500. Los diarios obreros de las salitreras consignaron testimonios que reconstruyeron casi todos los pormenores de aquella semana, pero no lograron obtener algo que hoy parece sencillo: La lista con la cantidad y los nombres de los fallecidos. Desafortunadamente, los trabajadores provenían desde muchas oficinas salitreras y pocos se conocían. Además, en el caos, varios huelguistas escaparon por la fronteras, por el mar  o hacia el sur de Chile, por lo que no se pudo establecer una cuenta exacta de los muertos y heridos. Es posible que los administrativos de cada salitrera hayan sabido cuántos y quiénes eran los ausentes, pero guardaron silencio. La respuesta a esta actitud se refleja en el largo debate que hubo en el Parlamento nacional sobre el asunto. Pese a la defensa que hicieron de los obreros los diputados Malaquías Concha, Arturo Alessandri Palma y Daniel Espejo, la moción que primó fue la de Enrique Zañartu Prieto, que Devés reprodujo en su libro: “Respecto de los sucesos de Iquique, que todos lamentamos, los diputados que deliberamos en esta Cámara debemos trabajar porque más bien caiga sobre aquellos acontecimientos, el manto del olvido, evitando que se fomente la división de clases”. De esta forma, la ausencia de imágenes de la masacre y el cierre del debate parlamentario en 1908, diluyeron  la tragedia… al menos por algún tiempo.

Obreros marchando a Escuela Santa María 1907
Obreros marchando a Escuela Santa María 1907

Los huesos de las víctimas

Mientras en Santiago se decidía “bajar el perfil” de la historia, en Iquique diversas federaciones mancomunales recolectaron dinero para construir un sencillo mausoleo de pino Oregón sobre la fosa común que albergaba a las víctimas de la masacre, la que se encontraba en el antiguo cementerio N°2 de la ciudad. La tumba incluyó la estatua en bronce de un obrero del salitre con su sombrero y pala. En 1911, fue inaugurado con una ceremonia. Esta vez, sí hubo fotos, las que fueron claves para reconstruir el nuevo mausoleo y el memorial del 2007. Lamentablemente, la decadencia de la industria salitrera provocó la dispersión de los mineros en la zona. El sepulcro, abandonado a su suerte, se fue borrando de la memoria colectiva. Después de todo, la mayoría de los muertos no eran hijos de Tarapacá, sino que hombres reclutados desde los campos chilenos y de los países vecinos, como Argentina, Bolivia y Perú.

Desde 1952 el cementerio N°2 comenzó a ser tomado por futuros pobladores, quienes desmantelaron no solo aquel mausoleo, sino que todas las tumbas de madera y metal que pudieron encontrar. Entre 1957 y 1962, las autoridades del recinto intentaron exhumar la mayor cantidad de cuerpos posibles para darles albergue en el nuevo cementerio N°3. El diario “La Tercera” del 7 de marzo del 2007 incluyó la entrevista de un ex funcionario de dicho campo santo, Daniel Mancilla, quien expresó que en los ’60 trabajó con un grupo encargado de exhumar a los mártires de 1907. Según narró, eran más o menos mil cuerpos, todos momificados en forma natural y vestidos con sus ropas de la época, de las cuales fueron despojados y quemadas aparte (¿para hacer lugar en la nueva fosa común?) Agregó que no pudieron sacar muchísimos otros restos, ya que la población había crecido demasiado. Así, los huesos momificados fueron sepultados en una fosa común de cemento, cerca del Instituto Médico Legal, en  cementerio N°3. Cabe indicar que la población mencionada, hoy popular por sus cuentos de fantasmas y por el narcotráfico, tomó el nombre de Jorge Inostroza, iquiqueño ilustre, autor del radioteatro y serie novelada “Adiós al Séptimo de Línea”.

Expectativas frustradas

En 1968, el interés local surgido por la exhumación de las víctimas del salitre, atrajo a Iquique al músico Luis Advis, quien se inspiró en esta tragedia para componer junto al grupo “Quilapayún”  la “Cantata Popular a Santa María de Iquique”, la que fue estrenada oficialmente en el Estadio Chile, durante un festival en 1970. La fuerza de la música reemplazó a la fotografía y a los libros, en la difusión de esta masacre. Sin embargo, aunque la memoria se recuperó, los restos siguieron reposando en la segunda fosa común hasta que en el año 2006, Silvio Zerega, director del Museo del Salitre y su colega, Francisco Téllez, director del Museo Regional de Iquique, lideraron la organización del centenario del infausto hecho y promovieron la construcción de un mausoleo que albergara a dignamente a los cuerpos.

http://youtu.be/wd62_8xAHf4

 

En julio del 2007, se  abrió la fosa sellada en 1962. Aunque se encontraron 2.300 cuerpos, los peritajes forenses indicaron que se trataba de osamentas mezcladas de diversas épocas, hasta 1940. El historiador regional, Mario Zolezzi explicó que la mayoría correspondían a los apestados de fines del siglo XIX, sepultados en la fosa común del Hospital de Beneficencia. Otro grupo, eran los fusilados en el Regimiento Granaderos, más algunos cadáveres de tumbas no reclamadas del cementerio N°2. En conclusión, los expertos indicaron que era imposible separar e identificar cuáles huesos correspondían a los mártires de 1907.

Esa noticia y el curioso fuego que consumió a uno de los tres contenedores donde  estaban guardados los cadáveres en bolsas plásticas, desató cierta furia popular y hasta se habló de una conspiración en contra de la inauguración del nuevo mausoleo.

¿Qué hacer?

Así llegamos al 2013. Hoy, los turistas visitan el sepulcro con sus cuatro “durmientes”, que sigue las líneas de aquel construido en 1911, incluida la estatua del minero. Los que saben más, se aventuran por el cementerio rumbo a los contenedores con los huesos mezclados, que siguen esperando un destino. Están bajo el cuidado de “La Patita”, la tumba-animita de un anónimo pie de niño, hallado bajo unas murallas de Iquique a principios del siglo XX. La animita fue la única sepultura respetada por los “tomeros” de la población Jorge Inostroza. Un niño sin nombre, para otros muertos sin nombre.

Es cierto. ¿Quién es quién en aquellas bolsas de huesos? y ¿Cuál es el problema? Veamos, los fusilados eran también obreros del salitre. Fueron víctimas del “escarmiento” que se realizó en contra de los huelguistas sobrevivientes de la masacre. El “civilizado” sistema consistía en escoger al azar, uno de cada cinco prisioneros. Al elegido se le disparaba.. ¿Tan diferentes son? Vamos ahora a los apestados. ¿Quiénes eran? Personas pobres, sin familia que pudiera pagar por un nicho. Eran veteranos de la guerra del Pacífico, de esos mutilados que terminaron sus vidas pidiendo limosna. Eran prostitutas, lavanderas, mujeres golpeadas, chinos de las huaneras, viejos esclavos africanos que huyeron de las plantaciones peruanas. Eran borrachos, tahúres, poetas, marineros de muchos países, mineros, pescadores sin suerte. ¿Tan diferentes eran? Y los otros, los de tumbas no reclamadas ¿No son acaso cuerpos olvidados por sus familias? ¿Por qué no colocar a todos esos huesos anónimos en el flamante mausoleo? ¿Por qué no unir a todos los humildes y abandonados con los de Santa María de Iquique? Después de todo, tanto a aquellos bravos obreros como a los otros, les robaron el derecho a ser recordados por su nombre. Forman parte de todos los que han devenido en N.N. o desaparecido a lo largo de la historia de Chile.

 

Más información visita:

Memoria Chilena – Biblioteca Nacional de Chile

Fotografía Nuevo Mausoleo 2007 en Urbatorium

 

 

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3 Comentarios sobre “Huesos sin nombre e imágenes rotas

  1. Magnífico y brutal trabajo de la periodista María del Pilar Clemente, que pasa por encima de las clasificaciones sociales que se hacen para ordenar el desprecio de clase que se instala en todos los grupos humanos, incluso en aquellos que ya forman un segmento discriminado de la población.
    Es una mirada desde el hoy, a vergüenzas de ayer, del poder, donde es fácil deducir qué diferencia y qué permanece en sus motivaciones, principios y acciones, a través de los tiempos.

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