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“Muchas veces recuerdo que en mi niñez la Navidad estaba llena de risa y de expectativas. Nosotros, al contrario de los suecos, esperábamos casi toda la noche la llegada del Viejo Pascuero. Todos mis amigos y vecinos recibían los regalos a las tres de la tarde, justo después  Kalle Anka (pato Donald)  que es una tradición desde que los suecos tienen memoria ¡Los mismos monitos todos los años! Como mi familia todavía pensaba en Chile, los regalos se entregaban pasadas las doce de la noche, porque el viejo pascuero chileno estaba atrasado. ….¡ Ahora no me imagino dejar a mis hijos esperar hasta esa hora! “

Rodrigo nació fuera de Chile porque su madre estaba exiliada en Suecia. Ha vivido casi toda su  existencia (33 años) en Chile, pero desde muy pequeño ha mantenido una estrecha relación con el país situado a 13.163 kilómetros de distancia y según  dicen personas que lo conocen es más chileno que cualquiera.  Siendo pequeñito aprendió a bailar cueca con un grupo que se llamaba los “Cuncumenitos”, que sagradamente se reunía los fines de semana en Tensta un barrio en los suburbios donde había personas de casi todos los países. Desde muy joven se destacó como líder social encabezando campañas de ayuda para quienes la necesitaran (como por ejemplo damnificados en el terremoto de febrero de 2011), cuestión que naturalmente heredó de la madre también proclive al activismo.

Rodrigo, como muchos y muchas otros (as) de su generación tiene un pie firmemente anclado en el país donde nació y creció, se sumó a la campaña “Haz tu voto volar”, para conseguir que los chilenos que viven en el exterior puedan votar cuestión difícil de entender por quienes nunca tuvieron que enfrentar esta difícil escisión existencial. Por eso es que  se oponen  firmemente a que los chilenos que viven en el exterior puedan votar en las elecciones en Chile, diciendo “qué van a saber ellos  si no tienen ningún vínculo con  el país. ¡De qué les sirve!”. Misma cosa podrían alegar los españoles, los norteamericanos, los franceses, los venezolanos, los ecuatorianos etc, cuyos  paisitos  sí permiten que sus coterráneos que viven lejos puedan ejercer un derecho que tiene  significados más profundos que marcar una raya en un papel para demostrar una preferencia.

El voto es un vínculo que recuerda una pertenencia y explicarlo es tan obvio como entender por qué hay compatriotas que comen  ensalada a la chilena en Estocolmo; celebran con mote con huesillos en París; piden yerba mate desde Maputo o charqui desde Frankfurt o  prefieren comer empanadas antes que hallacas (un plato típico de Navidad similar a las humitas) en Caracas.

Durante las fiestas de fin de año se pone en juego la presencia/ausencia del país natal ( o parental según sea la generación a la que le toque). Rodrigo no ha pasado hasta ahora ninguna navidad en Chile, pero todas las que celebró con su familia estuvieron marcadas por tradiciones y signos de este país. Todavía hoy.  Termino de compartir su relato:

“La oscuridad de la época marca el cambio de la luz. Desde octubre a las 15.00 horas ya está oscuro en este país. Esto y los copitos de nieve y la baja temperatura que congelan el aliento nos muestra la llegada de la Navidad. El primer Adviento da la partida a esta tradición: en toda Suecia se ven las luces de candelabros en las ventanas.

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En este país del norte al fin del mundo nos encontramos con las tradiciones que los chilenos han adoptado y las propias. La temperatura Navideña es dura y el viento te quema la cara constantemente. El árbol de pascua es el símbolo y un evento  familiar, unos siete  días antes del 24 se compra en las ferias de Navidad y se viste con juguetes y adornos. Muchas veces recuerdo que en mi niñez la Navidad estaba llena de risa y de expectativas. Nosotros al contrario de los suecos esperábamos casi toda la noche la llegada del Viejo Pascuero. La comida también comenzaba tarde, como a las nueve de la noche. Toda la familia se sentaba a la mesa donde nos esperaba un menú de carne, papas mayo, ensalada a la chilena, pebre, pan amasado o papas rellenas además de un buen vino chileno con cola de mono y bebidas para los niños. Lo único sueco era el jullbrot , una especie de papilla de arroz con leche y canela , que se suponía era el postre que comía el Viejo pascuero. Al otro día te despertabas con el olor a canela.

Nunca he pasado la navidad en Chile, pero me da la impresión de que mis viejos estaban sentimentalmente allá  durante mi niñez. La familia entera esperaba al Viejo Pascuero. Nosotros, los niños, nunca lo vimos, ni tampoco los trineos, pero en nuestra imaginación lo vimos muchos años. Junto con mis primos y la familia entera recuerdo cada navidad como el evento del año: los viejos tocando guitarra en la cocina de la casa toda la noche,  de repente escuchando música de Víctor Jara y Violeta Parra, música con la que me dormía.. Más que la celebración de una tradición era un evento familiar, un día en que había reflexión sentimental, donde la unión era más importante que la tradición en sí. Por eso la recuerdo con mucho cariño y mucha alegría a mi alrededor”.

Me quedo con la última frase. Dondequiera que sea  ¡Feliz navidad a todos mis compatriotas que viven fuera de Chile!

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