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Cuando estaba trabajando en Copiapó, a mediados de los ’90, pude observar el arduo esfuerzo que hacían los profesores de inglés de la universidad de Atacama, por mantener lo que ellos llamaban “el espíritu navideño”. Todos eran nativos de países anglosajones y se deprimían con el entorno árido del desierto atacameño. Desesperados, vestían calurosos suéteres bordados con renos, decoraban pinos falsos con nieve falsa, horneaban galletas, y salían a las calles a cantar “Corales”. La gente los miraba asombrada, puesto que en dicha capital minera se consideraba la Navidad como una festividad de “Iglesia”, dedicada a los niños y a la familia. Fue entonces, cuando un viejo minero, de esos muy sabios, me comentó: Estos gringos andan perdidos, si quisieran tener una Navidad cristiana ¿qué mejor que el valle de Huasco? Efectivamente, dicho valle posee un paisaje muy similar a Belén. La observación del minero era de una lógica irrefutable. ¿Por qué tanto cristiano buscaba un contexto que no tenía relación alguna con la Biblia? ¿No era algo un poco esquizofrénico?

La simbología católica

Más o menos desde la Edad Media, la tradición católica instauró a la sagrada familia como figura central de este evento. La humildad y pobreza del nacimiento era remarcada por el pesebre y los animales. El entorno incluía a los pastores, el arcángel Gabriel, la estrella de Belén y los reyes magos. Estos últimos, asumieron un protagonismo especial en España y Portugal. Con ellos se generó la “Noche de Reyes”, que coincide con el 06 de enero, día de la Epifanía, que indica el reconocimiento de Cristo por estos hombre sabios. Para emular los obsequios de la mirra, oro e incienso, las familias comenzaron a obsequiar a los niños. El complejo simbolismo de los Reyes Magos caló hondo también en las colonias americanas. No es extraño que las descripciones más importantes sobre dichos personajes hayan sido relegadas a los “evangelios apócrifos” o “no reconocidos” por la Iglesia. Gran parte de la popularidad de Gaspar, Melchor y Baltazar se basó en lo que cada uno representaba. Por un lado, se los asociaba con la incorporación de las religiones “paganas” de Persia, Babilonia y Asia, como también, a los tres continentes entonces conocidos, Europa, Asia y África. En América Latina, el moreno Baltazar se convirtió en el favorito, puesto que pasó a personificar la esencia indígena. Hasta la fecha, en Centro América, México, Ecuador, Perú y Bolivia, todavía se festeja el carnaval de la “Pascua de los Negros”. En Chile esta tradición prendió bastante poco, aunque en Arica fue rescatada al mismo tiempo que la identidad afro-ariqueña, que estaba sumergida por la historia.

Jesus, Pietro Cavallini, 1291
Jesus, Pietro Cavallini, 1291

Hasta el Concilio del Vaticano II en 1962 hubo frecuentes choques entre las identidades locales y el dogma católico. Sin embargo, centurias antes de esta fecha, la Navidad igual fue adquiriendo colorido popular, con la inclusión de pesebres étnicos, comidas, villancicos y liturgias folclóricas. Este proceso también se vivió en Europa del Este y en los países nórdicos. Por ejemplo, en Polonia se usa cocinar doce platos, los que incluyen pescados y recetas propias. Otro ejemplo es Andalucía y Hungría, los que incorporan el “estilo gitano”. Actualmente, la tradición holandesa del “Black Peter” está en el ojo del huracán, debido al citado “asunto étnico”. Esta actividad recrea la llegada de un barco español al puerto de Amsterdam, cuyos pasajeros son El Dutch (inspirado en el original San Nicolás) y sus ayudantes, que son niños pintados de negro, condición que grafica la incorporación de todas las razas. El debate público se está dando entre aquellos que se espantan de ver a los chicos disfrazados de “africanos”, la comunidad afro-europea que se siente ofendida y los comerciantes que temen la baja de sus ventas con este conflicto.

La simbología protestante

Con la Reforma de Martín Lutero y Juan Calvino en el siglo XVI los nuevos cultos protestantes buscaron diferenciarse de la Navidad católica. De esta forma, se centró en la figura única de Jesucristo y en el renacer a través de la simbología del árbol. Al principio se rescató el roble del pasado pre-cristiano. Luego, se cambió por el pino y la corona de adviento. La evolución protestante coincidió con el desarrollo de los grandes filósofos franceses, alemanes e ingleses. Las ideas antropocéntricas de Descartes, Kant, Goethe, Bacon y Hobbes, por citar algunos, armonizaron con el concepto religioso de progreso y civilización. Es el hombre es el sujeto quien construye al mundo y a sí mismo. De esta forma, a la llegada del siglo XIX, ya está esbozada la “Blanca Navidad”, basada en el laborioso despliegue artesanal de motivos para la fecha. Todo los elementos étnicos y orientales se eliminan en favor de un imaginario creado por y para las potencias europeas. El mensaje ya no es Cristo, sino que la enseñanza de una moral humana. Este afán moralista es magistralmente reflejado por el escritor inglés Charles Dickens, cuya influencia perdura hasta hoy. El tema de ser una “buena persona” no es menor en una sociedad de naciente industrialización, donde la miseria y el horror se veían por todas partes. Así, el dar una moneda a los pobres, invitar a comer al mendigo, ofrecer un regalo a los obreros, la medicina al enfermo, son actos claves del “espíritu navideño”.

Afiche de Miracle on 34th Street
Afiche de Miracle on 34th Street

El milagro de New York

Es en New York donde se comercializa y globaliza la “Blanca Navidad”. En 1947 los estadounidenses caen rendidos ante la azucarada película “Miracle in 34th street” de George Seaton. Este film fue la más grande muestra de marketing de la época. Después de la Segunda Guerra Mundial, las grandes tiendas de departamentos estaban viviendo su primer auge. Así, Macy’s y Gimbel decidieron importar desde Alemania el personaje de Santa Claus, sus renos, sus duendes y el Polo Norte. El objetivo era que recibieran a los niños, mientras sus padres compraban. Sorpresivamente, se encontraron con el inesperado rechazo de algunos clientes, quienes amenazaron con demandar a las tiendas por engañar a los niños con falsas creencias.

La solución fue simple. Ambas casas comerciales ayudaron a financiar la película, cuyo guión daba una respuesta a los temores de los clientes a través del personaje de un abogado rico y muuuuy malo, quien demandaba a Macy’s (la casa comercial aparece con su nombre verdadero) e intentaba probar que la persona contratada como Santa Claus era un vagabundo ebrio y mentiroso. Así, muchos testigos van a tribunal a dar fe de extraños milagros que les han sucedido gracias a este bondadoso personaje. La gran prueba final, la traen los carteros. Ellos indican que la empresa de correos es una entidad seria, que las toneladas de cartas dirigidas al Polo Norte acreditan la existencia de Santa. Esta película convenció a los escépticos que esta fantasía era una manera de regalar magia a los niños. La idea corrió como reguero de pólvora en muchos países. En Chile, Gath y Chavez y los Gobelinos fueron las primeras en traer al Viejo Pascuero. Sin embargo, con el paso del tiempo y el desarrollo de los medios de comunicación, los escrúpulos para mantener la “inocencia infantil” fue cediendo paso a la publicidad cada vez más explícita y descarnada para vender no solo juguetes y ornamentos, sino que regalos, viajes y un popurrí para toda la familia. El punto de giro ocurrió en el siglo XXI cuando los avisos reemplazaron “Merry Christmas” y “Feliz Navidad” por “Happy Holidays” y “Felices Fiestas”. Una fiesta del consumo, diseñada para lograr las mejores ventas del año.

Los dominadores de la magia

En 1997, la escritora J. K. Rowling, inglesa of course, entregó un nuevo punto de vista sobre la Navidad en su saga de novelas sobre el aprendiz de brujo, Harry Potter. La inclusión de esta festividad dentro de las actividades del colegio de magia Hogwarts fue muy comentada por personalidades laicas y religiosas, ya que en teoría, una tradición cristiana era antagónica con la brujería. Sin embargo, esta situación fue destacada como un acercamiento a la tendencia New Age de los jóvenes europeos. Los pre adolescentes de la novela-película, no necesitan ni la enseñanza moral ni de la magia infantil, porque ellos SON la magia. Los personajes mantienen el ritual de la compra del regalo “perfecto” en un ambiente “perfecto”, donde la belleza decorativa del banquete alcanza la perfección. Un cierto hastío rodea esta festividad destinada a marcar un ciclo del calendario y nada más. Los futuros magos tampoco piensan en viejas tradiciones o ciclos agrícolas. Ellos parecen vivir el spleen anunciado por el poeta francés Baudelaire, la melancolía de un mundo tan civilizado, donde salvo lo bello, ya todo parece haber sido logrado. ¿Las élites aburridas de hoy?

Nacimiento de Cristo. Antoine Pesne, 1745
Nacimiento de Cristo. Antoine Pesne, 1745

Los expulsados

Es entonces el momento para que todos los expulsados del templo por los mercaderes, busquemos la respuesta a esta fecha. Es la hora para que cristianos, humanistas, ecologistas, filósofos, artistas, poetas, paganos y costumbristas encontremos el sentido de este ciclo, de este nacimiento. ¿Queremos vivir solo y para el consumo? Quizás debemos forzar el corazón y captar “aquello esencial que es invisible a los ojos” parodiando al Principito de Antoine de Saint-Exupery.

 

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