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Vivimos en una nación llena de vacas sagradas. Personajes, instituciones, e incluso ideas que aparecen como intocables, y por ende, el que se atreva a criticarlas paga un alto costo por ello. Y en el exclusivo club de las vacas sagradas chilenas, Pablo Neruda ocupa un lugar de privilegio.

Pocos días atrás, el pedestal Nerudiano sufrió un remezón de parte de un grupo de jóvenes que rindieron la PSU y que manifestaron, vía redes sociales, su molestia por la inclusión de textos del vate en la prueba. Y por los mismos medios, pagaron el costo por exponer su indignación. Ahora bien, las criticas a Neruda tomaron dos direcciones. La primera es la queja a este poeta por “repetido”. La segunda era, básicamente, un descargo ante la frustración de muchos por carecer de las herramientas que les permitieran llevar adelante el análisis del texto en cuestión, lo cual puede implicar que en realidad, no son capaces de estudiar ningún texto lírico.

Respecto a la primera dirección, estoy absolutamente de acuerdo. Neruda y poesía chilena se han transformado, forzosamente, en sinónimos, barriendo con casi todo el resto de los autores, exceptuando por una arrinconada Gabriela Mistral. Con esto no estoy negando que sea necesario, casi esencial, conocer parte de la obra del autor de los Veinte Poemas. Lo que estoy planteando es que su omnipresencia como personaje y autor ha terminado por dañar a la literatura chilena, al espíritu nacional, e incluso a su propia producción escritural. Estoy seguro que, muchos de los que criticaron a los jóvenes anti-Neruda-por-un-día desconocen la obra de escritores tan extraordinarios como Rodrigo Lira, Stella Díaz, o Enrique Lihn, cuya influencia en las nuevas generaciones de poetas es muchísimo más intensa que la mera sombra del personaje creado por Neftalí Reyes.

Ya es hora de abrirnos, y de abrazar la enorme riqueza de este país repleto de poetas meritorios de comida y de trascendencia. Tenemos mucho por leer y por compartir como para seguir reduciendo el horizonte a un solo nombre. Porque, para bien o para mal, Neruda se nos aparece en todos lados, asfixiándonos, encarnado en un póster, en un encendedor o en un llavero, en lo que pareciera ser una pensada campaña de marketing. Compre aquí su Neruda, llévese un pedazo de él. Pablo Neruda marca registrada.

La segunda dirección es un tema más complejo, y requiere de un análisis más extenso del que yo puedo dar ahora. Sin embargo, está claro que la enseñanza de la literatura pasa por una mala época. Y que, a diferencia de Neruda, hemos transformado a nuestros poetas contemporáneos en parias, en figuras castigadas ante el exitismo que rodea a, por ejemplo, futbolistas o personajes de reality show.  Así, ¿será posible que un joven de 16 años tenga interés en acercarse, siquiera tangencialmente, a la poesía? La respuesta sería, sin dudas, diferente, si no sólo Neruda fuera el único poeta que amerita una defensa furibunda y masiva.

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2 Comentarios sobre “Neruda, Neruda, Neruda

  1. A los actuales poetas nos falta fuerza, valentía, variedad, hemos bebido mucha agua de las carmelitas, que gustosamente nos han dado estadistas del peso de tatita, el señor del dedo, pasando por tatan, es decir todos los colores del poder A los poetas nos han tomado el pelo y nos han puesto en la balanza para barrernos de los medios, las editoriales, los paseos públicos, estadios, y de la calle. Los poetas debemos tomar la poesía por la culata y abrirnos paso a lo que es verso, no nos queda otra. Hemos sido flojos, abulicos, payasos del verso aguado con gusto a naftalina, cuestiòn que nos ha hecho perder protagonismo, perder la brújula, para luego andar gimoteando que no nos dan la oportunidad, que esta sociedad està ciega que no valora sus grandes y elocuentes vates, etc, pero somos nosotros reitero los que hemos regalado la iniciativa.No creo que matando a Neruda se abran las multitudes a la poesìa nuestra de todos los dìas.

    1. Alejandro,

      muchas gracias por tu comentario.

      Yo opino que, al contrario, existen muchos poetas que trabajan duro y a conciencia. No quiseira dar nombres, pero personas como Jose Maria Memet, Oscar Saavedra, o Diego Ramirez, y otros que trabajan acogidos en diversas organizaciones laburan a diario con entereza y profesionalismo.

      Pero la academia, que debiera ser un gran aliado del desarrollo literario, se esmera en seguir estudiando solo a los consagrados y algo añejos autores como el mismo Neruda. Por otro lado, estamos saliendo de un gobierno que considera a la literatura un bien de segunda mano. Recuerdo a Longueira decir, con orgullo y desprecio, que los emresarios habian logrado lo que ningun poeta: unir America del Sur.

      Ante este complejo panorama, bien le haria a la literatura chilena avanzar ya no bajo la tutela de iconos como Neruda, sino mejor centrada en difundir autores, tanto del pasado como por el presente, que esperan ansiosos por ser descubiertos.

      Quizas lo que si nos ha faltado a los poetas es conectarnos mas con el publico al cual nos interesa dirigirnos, y llevar la poesia a las calles y plazas, acercandola e integrandola a la vida ciudadana.

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