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La ciudad, como cualquier otra construcción humana, se hace cercana y querida, por la dedicación de los que la fundaron diseñaron y planificaron, como de quienes la habitan y transitan.

Nuestra ciudad, cada vez más grande, segregada y distante, tiene espacios de confluencia y diversidad que la enriquecen.

Una de esos territorios es Providencia, una comuna de dimensiones más bien pequeña (apenas 14 km2), ubicado estratégicamente entre la zona oriente y poniente de Santiago. Pudo haber sido un simple pasillo entre el centro de Santiago y los nuevos barrios de Las Condes y Vitacura, consumido por  construcciones de corredores de la locomoción colectiva, pero ello fue enfrentado por un grupo de  funcionarios municipales que, encabezados por el insigne arquitecto Germán Bannen, planificaron y ejecutaron desde 1962 a la fecha, un programa de mejoramiento urbano que han logrado conformar un espacio que es el mejor representante de una ciudad a escala humana.

Providencia logra conjugar barrios residenciales, comercio, servicios, parques y vías de comunicación a un nivel que conviven armónicamente, pese a las dificultades y enfrentadas permanentemente por la codicia de las inmobiliarias, la inoperancia y desidia del aparato público y la incomprensión de la ciudadanía.

Lo sobresaliente es que la idea de hacer una comuna humana y amigable, ha logrado mantenerse pese a la autoridad política, que no ha podido, pese a sus caprichos, en desmontar, el sólido edificio de voluntades que desde el propio Municipio ha mantenido la identidad de Providencia.

En días de calor inmisericorde, es un placer caminar por las calles arboladas de Holanda, Suecia, Lyon El Bosque o deleitarse con los paseos de Orrego Luco y de la propia Avenida Providencia, que intervenida en numerosas ocasiones, ha mejorada su espacialidad con jardines en cada esquina, arboladas y zonas peatonales que permiten la instalación de cafés en la propia calzada sin afectar el tránsito de los peatones.

Cuando en otras zonas de Santiago, la construcción del Metro implicó barrer con barrios enteros, en Providencia se utilizó para abrir una nueva avenida (La Nueva Providencia, que llevó el ominoso nombre de 11 de septiembre, pervirtiendo el diseño original) que favoreció el surgimiento de una nueva zona comercial y de resaltar las características propias de la comuna, así como ahondar en la propuesta original.

Providencia

No es casualidad que en su paso por Providencia, el río Mapocho recibe su mejor trato, rodeado en su casi totalidad por los mejores parques con que cuenta Santiago (Plaza Uruguay, Parque de Las Esculturas, Parque Balmaceda), que  junto con ser zonas de áreas verdes de un diseño superior, han venido siendo dotadas de infraestructura y equipamiento de un alto nivel, además de servir para otros propósitos que la hacen verdaderas joyas urbanas.

El encanto de Providencia radica ahí, en apreciar el espacio público, en agregarle valor, en multiplicidad de formas, que fomenten su uso ciudadano y que lo releve como lugar de encuentro y de identidad. Las ciclo vías urbanas,  como las de Antonio Varas y Pocuro son un aporte por su diseño  e integración a la ciudad, que favorecen su uso, pero además por su buena mantención, que fomentan que los usuarios las valoren y las cuiden, al sentirlas parte de su entorno.

Es por ello que no resulta menor la atención que se le brinda a las áreas verdes en calles y avenidas. Los planificadores municipales de Providencia no ven un puro placer estético en mantener prados, florestas y árboles en platabandas, plazuelas y plazas, sino que son una contribución a la mejora de la calidad de vida del habitante de la comuna. Uno de los goces de todo residente de Providencia, es transitar por su calles y protegerse del sol en verano, sentarse en un bando de plaza o bien admirar el paisaje el inicio de la primavera, cuando los ciruelos florecen en un blanco radiante en Valenzuela Castillo, Silvina Hurtado o Matilde Salamanca.

El esfuerzo por mantener limpias sus paredes de rayados, publicidad y preservar las edificaciones no es un esfuerzo baladí, es un ejercicio de actitud ciudadana y republicana frente a nuestro entorno, en respetar para exigir respeto, en apreciar la belleza para poder valorar la armonía y la estética, condiciones esenciales de lo humano.

La combinación de modernidad y conservación de los barrios es una variable que ha logrado mantenerse en Providencia, aunque no siempre con buenos resultados. Pedro de Valdivia Norte lucha denodadamente por mantener su carácter residencial, pero el túnel en el Cerro San Cristóbal y el ensanche de las avenidas lo hace peligrar. La nueva gestión edilicia ha logrado detener la destrucción de otros barrios, como el Vaticano Chico y  Las Flores.

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Nadie se niega a que es necesario dotar de servicios e infraestructura comercial a las ciudades, pero la desmesura y el exceso vulgar del Costanera Center son el ejemplo más evidente que sin participación ciudadana, la ciudad será sólo una selva sin ley ni control. Hay que agradecer que las obras de mitigación han logrado domeñar un poco la codicia de los gestores inmobiliarios y comerciales, pero el equilibrio es demasiado precario.

Caminar y gozar Providencia es un privilegio de cualquier santiaguino. Este pedazo de ciudad debe mantenerse y debe ser el ideal para el resto de nuestra capital.

Providencia debe ser el espejo en el cual nos miremos, porque se lo ha ganado, al hacer una ciudad a escala humana.

 

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