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“Love is blindness / I don’t want to see” (U2)

Solitaria noche de 14 de febrero. Internet. Navego por las páginas de medios que me parecen interesantes por su contenido y… nada. Sólo encuentro mucho texto frívolo y llenos de fórmulas, como por ejemplo las mejores maneras para encantar a tu pareja y etcétera. Pero ya casi nadie habla, discute, o escribe pura y directamente sobre el amor.

¿Qué pasaría si, en medio de una fiesta intento instalar como tema el amor, como la fuerza irracional y poderosa que altera nuestras vidas para siempre? Seguramente sería tildado de latero y poco cool, apto para ironizar con él hasta el cansancio, y los invitados, dependiendo del tono del carrete, seguirían hablando de Luli, de bicicletas, o de Michel Foucault. Cuando era editor de indie.cl, uno de nuestros colaboradores, cineasta muy vanguardista y exitoso, escribió un artículo sobre el desplazamiento del amor de pareja en pro de los logros personales. El amor parece que ahora es anti-cool, abúlico, un tópico casi idiota para los seudointelectuales de este país, los mismos que idolatran a John Cassavets, cineasta que afirmo que el único tema que le importaba tratar en sus películas eran las relaciones amorosas.[1]

Al igual que las humanidades en el mundo[2], el amor no pasa por sus mejores días. Ambas crisis tienen en común ser trasversales a lugares y condiciones.  Escucho a muchos de mis amigos afirmar que no creen en nadie, que el gastar energía en volver a intentar una relación de pareja es un desperdicio, que mejor estoy solo y me dedico a las cosas que me gustan. Nada mal con ello, pero como fiel creyente del amor, pese a todas las desilusiones pasadas, me siento arrinconado y la verdad, un poco asustado. Sin duda, y no sólo en ese aspecto, soy un resilente. El amor me llevó a escribir un libro en 12 horas, a arriesgar muchas horas de mi vida, a desvelarme largas horas por la noche, a endeudarme, a fumar una cajetilla diaria, y a escribir esta columna.

A estas alturas, es necesario aclarar que el amor toma diversas manifestaciones. C.S. Lewis[3] elaboró una “categorización” de esta fuerza en cuatro “manifestaciones”: cariño, amistad, eros y caridad. Trabajo muy útil, pese a que el catolicismo de Lewis puede provocar rechazo en ciertos lectores. Erich Fromm[4] extendió este trabajo incluyendo el amor a sí mismo. Y, como se habrán dado cuenta, en este caso estoy reflexionando, más que nada, sobre el amor erótico “tradicional”[5]. Conozco tanta gente que tiene amor al saber y en especial, a la literatura, pero que llevan años sin pareja. Conozco tantas mujeres que hacen trabajo comunitario por horas y horas, pero que al primer hombre que se les acerca, huyen corriendo. Tengo tantos amigos que practican  yoga, que son vegetarianos, que se cuidan a sí mismos sin egocentrismo, pero que prefieren ni siquiera pensar en buscar a alguien, aunque lo necesiten. Tantos conocidos preocupados del medio ambiente y de los derechos animales, pero que no son capaces de cruzar la calle con tal de intentar construir una relación que, internamente, saben que les interesa. Tantos que pelean por su comunidad, y que terminan utilizando la lucha social como refugio de su propia soledad. Y lo peor, parece que a nivel macro, el amor de pareja sí estuviera en buena forma.

Mucha gente lucha para que los homosexuales puedan casarse y adoptar. Sin embargo, veo como una gran masa gay ruidosa tiene sucesivos pololeos de una semana, o transforman relaciones de pareja en una mera prostitución a cambio de autos, viajes, cenas y lujos. (Esto no significa que el mundo heterosexual este aislado de este tipo de fenómenos, para nada, solo que la contradicción entre esa lucha y ese hacer me parece interesante)  Toda la industria que se mueve, especialmente para el 14 de febrero, creando productos y “experiencias compradas”[6], pareciera ser signo de que las parejas gozan de una buena salud. Pero yo, en mi diario hacer, no lo veo. Aparte, toda la defensa culposa que hace la sociedad de la familia como su supuesta base, entra en choque con un individualismo galopante. Los medios de comunicación, en especial los más cercanos al establishment, producen contenidos respecto a las relaciones de pareja en que todo se reduce a recetas, o las empaquetan en una perfección ideal e idiota, una fantasía que ya no alimenta los sueños propios de nadie, sino que, tristemente, los suple, como la morfina calma el dolor de un enfermo terminal.

Quizás sea como las luces de Times Square. Hemos creado un mundo maravilloso e interesante, lleno de luz y dinamismo, con millones de opciones, que nos encandila y motiva. Pero hemos perdido el norte respecto al amor erótico, romántico, o como quieran llamarlo. Lo dejamos relegado a  un rincón, olvidado, caricaturizado, fuera de onda, cursi, poco cool, poco divertido, añejo, esclavizante, un tópico que sólo sirve para ser ironizado y así, recibir los aplausos de la gran audiencia descreída.  Pero este amor es tan poderoso como una bomba. Recordemos que Adele Hugo sacrificó su sanidad mental, Eduardo VIII su trono, Bill DeBlasio la aceptación social, Liu Guojiang su sudor,  y Grace Kelly su carrera, por la aventura del amor de pareja. Y en un rincón estaremos algunos esperando, a pesar de todo y de todos, a ver si un abrazo cariñoso emerge desde las multitudes de Times Square.



[1] “John Cassavetes from A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies.” http://youtu.be/UR3jKqsMI_c

[2] Véase “The Real Humanities Crisis” http://opinionator.blogs.nytimes.com/2013/11/30/the-real-humanities-crisis/?_php=true&_type=blogs&_r=0

[3] “Los Cuatro Amores” C.S. Lewis

[4] “El Arte de Amar” Erich Fromm

[5] Dejando de lado otras formas como el poliamor, por ejemplo.

[6] Véase “Generación X” Douglas Coupland.

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