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Creo que me ido desangrando tal como la educación chilena. Ya estoy en la UTI. Y me falta una transfusión. Podríamos imaginar que ella requiere esa sangre de nuevos tecnócratas que tienen la verdad económica de cómo se pueden hacer las cosas, no es para mí una sangre valiosa, continuaría con anemia. Tampoco aquella que se ofrece defendiendo la “libertad de elegir”, requiero sangre de ciudadanía, de pensadores inteligentes que estén en cualquier parte trabajando, sangre de trabajadores empoderados con un proceso social profundo de cambios en el sistema educativo. Esa vitalidad oxigenante, para no morir, de un Estado que desmunicipaliza y además, indemniza o transforma a todos los colegios particulares subvencionados quitándoles la posibilidad del lucro a sus sostenedores ofreciéndoles posibilidades creativas de participación en un cambio estructural de la educación chilena. De lo contrario me moriré. Necesitamos también una escuela universitaria para todos los profesores con cinco años de estudios, profundos, serios, con una excelente formación pedagógica y cultural. La comunidad, cuando faltaren los recursos que bien sabemos un Estado responsable debe brindarlos, puede suplir con su empuje, arrojo creativo y compromiso algunas carencias, participando en la educación de niños y adolescentes. Requiero esa transfusión de la imaginación: todas las escuelas, Liceos e instituciones Técnico-profesionales desde Arica a Magallanes deberían ser únicas, preciosas, bien construidas, respetando la originalidad de los pueblos en las regiones, otorgándoles a nuestros niños y jóvenes, todas las facilidades, recursos y felicidad posibles a través de la música, la danza, las Artes, una comuna con varias orquestas infantiles y juveniles por poblados, una escuela que se sabe nacional, con un curriculum escolar respetando las diferencias regionales, único y flexible, donde el niño sea lo más grande que tenemos: glóbulos rojos, blancos y plaquetas, la sangre circularía por todo el país, un organismo vivo creador, con ideales y valores que se están perdiendo, una escuela resplandeciente donde fuéramos poemas, pianos e instrumentos, ciencia, laboratorios, tecnología, salas de conversaciones, lugares deportivos, salones de exposiciones y eventos culturales donde la comunidad, con pleno respeto a la diversidad local, pueda construir un nuevo paradigma cultural.

Cuando lo pienso podría tomar una mochila y caminar entre uno y otro recinto escolar por la costa y la montaña, por los valles recuperando abejas, el aire y la sonrisa. Todos los niños con las mismas oportunidades, el pobre y el rico, estudiando juntos sin pagar nada, entrando en las jornadas sintiéndose integrados a un Estado que le garantiza su educación hasta la universidad con una formación solidaria. Y contando con los puentes para cruzar todos los días a las aulas, entre ríos caudalosos, sin riesgo de perder la vida o de la fatiga por las caminatas interminables hasta llegar a la escuela. Todas deberían estar bajo la tutela del Estado en un plan mayúsculo que se hiciera cargo de la dignidad del estudiante y de sus padres, de enaltecer la función de un pedagogo formado en la excelencia profesional y no reemplazado por aquellos que dicen serlo llevando discursos encubiertos desde sus profesiones, para beneficio de fundaciones de “educación”, y contemplando el trabajo como fuente de aprendizaje para el futuro de la Nación.

¡Qué no me vengan a decir que esto “atentaría contra la libertad de elegir” ¡Es obvio que en las comunas pobres, por ejemplo, del gran Santiago ante la no existencia de una escuela nacional unificada ( porque está municipalizada actualmente con todas sus deficiencias por la falta de recursos y profesores de calidad) , los padres han tenido que optar con un sacrificio enorme por ese colegio particular subvencionado que les ofrece mayor seguridad a sus niños, pero no mejor educación. Los pobres nunca pueden elegir verdaderamente, son llevados a escoger entre trampas del sistema, hacia enriquecer a otros que ofrecen algo que de por sí, es de baja calidad, de lo contrario no habría lucro. ¡Y qué no me vengan a convencer que esto es “caro”, un Plan de Educación coherente con los anhelos populares, de profesores, de millones de estudiantes, padres y apoderados, artistas, creadores, escritores, gestores culturales, directores de orquestas, terapeutas, poetas, pensadores, filósofos, científicos y tantos otros que vemos como el rey anda desnudo por el mundo y debemos exclamar, como los niños, que su ropaje cubierto de ornamentos falaces, no existe!

Es una paradoja hablar de la “libertad de elegir”. ¿Elegir un colegio particular subvencionado porque el municipalizado no tiene los recursos, la infraestructura ni los profesores que aseguren la calidad de la educación? ¿Elegir un programa de televisión abierta cuando todos son deficientes, en general? ¿Elegir entre un colegio privado y una subvencionado? ¿Un barrio por su seguridad ciudadana? No tenemos opciones y nos hacen elegir para reforzar un sistema que, a través de su organización segregadora, se fortalece.

Yo no tengo “libertad de elegir” cuando me he desangrado. Así es Chile desde 1973. Y requerimos de la transfusión.

Este texto forma parte del libro “Hablando de Educación” que se publicará en el año 2014.

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2 Comentarios sobre “La educación necesita una transfusión

  1. Gracias
    Lindo articulo
    Es mas que dinero, pero tambien dinero.
    Es imaginacion y otras cosas.
    Creo que asi…estamos todos en la UTI

    Saludos
    Gustavo J-L.

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