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Pausar.

Pausar no se vuelve un producto eficiente para vender. Es el antónimo de todo lo que sucede hoy: una sociedad rápida, tan dinámica que se vuelve superflua y tan líquida como relativista en las formas que llevamos a cabo nuestras vidas privadas y las relaciones humanas. Pausar, es el antónimo de nuestro transporte público, del ritmo de los mercados financieros, del torrente vehicular, y del mundo mismo. Pero por esto mismo, que el pausar se ha vuelto un arte. Un arte necesario.

Pausar te permite parar en medio de la vorágine, detenerte. Cuando te detienes te das el tempo de mirar a los ojos a la gente, ver sus sonrisas y sus llantos, como un fisgón, escuchar segundos lo que están hablando, y sorprenderte con esas historias. Hace poco, me subí al metro y ahí un hombre le decía otro hombre: “me cansa tanto, porque me rodea”. Quizás escuché mal, aunque no lo creo. Pudo hablar de su pareja, de su hijo o hija, de su jefe, de su padre o madre, de sí misma, del sistema, y un largo etc.

Pausar es una invitación a la creatividad. Recuerdo que reparé unos buenos minutos cuando vi a una mujer leyendo una carta, en medio del Paseo Huérfanos, con una alegría adrenalínica. Imaginé que era el informe de un examen de sangre que le comunicaba su primer embarazo, o también una carta de amor de su eterno enamorado, quizás la carta de despido de su cansador puesto laboral y que le aseguraba una suntuosa indemnización donde podría hacer el negocio de sus sueños. Quizás era la constatación que alguna venganza que alguna vez realizó y esta recién tuvo sus efectos. De esa sola pausa, de esa sola observación podrá venir una novela, o un largometraje, o la idea millonaria que tanto a veces esperamos, o solo, solamente, lanzar la mente creativa y realizar sus propias ficciones.

Pausar te permite conversar. Otro arte, sin duda, que no es otro que a partir de la individualidad propia de cada ser, este, se vierte en el otro o en los otros, con el objetivo de crear una comunidad racional que lo identifique, que le permita construir proyectos grupales, hacer suceder el futuro, y sobre todo, permitir que el yo exista. Hoy, conversar, constituye un triunfo. Sentarse a conversar es una batalla que permite llenar de laureles tu vida. Los que comparten una conversación se re-crean de manera comunitaria, concluyendo siempre que hay mejores cimientos con tal de forjar tu vida, y además, nos permite potenciar la sencillez. No hay nada más sencillo que el conversar. ¡Y diablos, qué cosas pueden nacer de una conversación!

Traigo a la postre estos versos: “Pareciera que le tenemos tan poca a fe a nuestros tiempos / vaticinio tras vaticinio / máquinas sobre máquinas / copulación de aluminio y plástico”. Si no pausamos te encuentras con eso, con la fornicación de lo superfluo, permitiendo la exaltación de la estupidez. La sobre valoración del eslogan y la propaganda es eso, parece ese el signo de los tiempos, donde narcotizados por la materialidad, nos hemos vuelto autómatas de quienes nos atan, creyendo incluso, que serán los mismos que nos redimirán. 

En el mismo poema, más adelante de esos versos, después viene esto: “Nos prometieron / las segundas venidas de todos los Cristos y Dioses / que pudiéramos haber inventado./ Sí. / Pero es la porfía de las galaxias / el sexo del entusiasmo / la creación feroz / la resurrección de los bosques / y la pausa volcánica / la esperanza de la danza de los hombres”. En el arte de la pausa está la oportunidad para volver nuestra existencia hacia el momento, hacia lo que sucede, con el fin de hacernos parte de los ciclos que nos rodean, con el solo objetivo de volver a humanizarnos.

#ParaLeeConversa

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2 Comentarios sobre “El arte de la pausa

  1. Buen articulo. gráfica fielmente lo que nos pasa hoy, en nuestros trabajos y vida cotidiana, vivimos muy rápido, sin darnos una pausa para observar, soñar y meditar sobre nuestro entorno…

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