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Mi mundo y todas las experiencias, emociones, relaciones y conocimientos, se funden, mezclan y enriquecen con el tuyo. Nos miramos, compartimos y adaptamos creando un nosotros. Nuestros gestos, movimientos y expresiones connotan realidades compartidas, sueños y desafíos comunes. Nuestras interacciones crea un nosotros que es tan flexible y adaptable como los cambios que suceden alrededor. Me muevo y me encuentro con otro, con su propio mundo, el mío se vuelve a reconfigurar, juntar, modelar al crear un nuevo nosotros. Una memoria dinámica y activa que es parte de cada relación, conversación y espacio colectivo, una memoria en desarrollo parte de muchos nosotros, tan mío, tan tuyo, tan nuestro.

La fortaleza de las comunidades son las personas que en ella interactúan, en cómo se van modelando haceres y saberes comunes, donde la riqueza es el conocimiento compartido, es la generosidad y la colaboración en proyectos comunes. Darnos tiempo, hacer las pausas, las preguntas, los silencios necesarios para volver a encontrarnos, alinearnos en un presente donde nuestro corazón es tan o más importante que los pensamientos amplificadores de conceptos.

Mis ojos te descubren, ven tu inmensidad, toda esa riqueza de tus experiencias que son tuyas y nada mías pero de las que aprendo, en las que me descubro exploradora de tus pupilas, de tus conocimientos germinando y floreciendo, y de tus sonrisas llenas de sonrisas de otras personas, de las comunidades con las que te has relacionado, de tu memoria y experiencia que tatúa tu piel y corazón.

“Komein: Ser juntos intercambiando” un espacio de relación, un lugar para crear vínculos, para mirar al otro, conversar, establecer mundos comunes. Distinguir las creencias, emociones y conductas que nos unen y nos hacen parte. Oportunidad para comprender que somos lo que somos por nuestras interacciones y relaciones con otros, desde la infancia y la influencia de la familia, el colegio, la Universidad y el trabajo, todas las decisiones a lo largo de la vida que no solo definen el presente y el futuro personal sino que también las comunidades con las que entablaré nuevas relaciones y que pasarán a ser parte de mis nuevas configuraciones de mundo. Personas con las que comparto sueños, proyectos y emociones, con quienes siento y pienso, y vivo el mundo que quiero habitar, juntos.

Darnos el tiempo, para conocernos, aceptarnos y comprender la enorme felicidad de cada respiro, de cada relación, de cada memoria, trenzadas en el gran telar de la vida, donde en cada hebra se cuentan historias, se integran personas, se densifica el tejido. En esa felicidad recibo el conocimiento, recibo a tus ojos lectores, a tu sonrisa cómplice y tu mano firme que avanza conmigo en el desafío del destino, de las decisiones, de ser parte de tu mundo y de nuestro mundo.

Música en mis oídos me traslada a otros países, donde el lenguaje determina a sus habitantes, sus hábitos, cultura, costumbres, saludos; yo una extranjera en ese viaje melodioso de la imaginación, mientras camino en el ruidoso telón urbano de mi ciudad, sola, apurada por un trámite, un pago o sólo por llegar a otro lugar…aislada, auto-aislada  por lo que mis oídos construyen entre nota y voz musical, sigo con mis audífonos ignorando la coqueta sonrisa del chico de frente, olvidando ser cordial con la señora que necesita ayuda para bajar el escalón de la micro, sin mirar a los ojos o con la mirada perdida mirando por la ventana del metro, sola, sin escuchar la cálida compañía de otros rostros con quienes comparto un viaje hacia algún lugar. Sacarse los audífonos, volver a escuchar la melodía de mi entorno, de mi cuidad, disfrutar las notas de dulzura de tantas historias trasladándose en miradas comunes, destapar los oídos para abrir los ojos y ampliar los sentidos.

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